Crecen las amenazas y presiones sobre obispos católicos en China

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El régimen chino detiene a obispos católicos para obligarles a participar en ordenaciones ilícitas

A pesar de haber puesto en libertad no hace mucho a disidentes conocidos, como Ai Weiwei y Hu Jia, Pekín no deja de reprimir las libertades, y se ensaña especialmente con los católicos. Es una pena que no se haya hecho realidad la esperanza suscitada por los Juegos Olímpicos, ni tampoco el acercamiento hacia el Vaticano que comenzó después de la elección de Benedicto XVI, quien no ha ahorrado gestos afectuosos hacia el pueblo chino.

Ordenaciones episcopales desautorizadas por la Santa Sede

Desde luego, tanto la Santa Sede como, sobre todo, los propios católicos que viven en China, reaccionan cada vez más enérgicamente contra los abusos. El pasado 4 de julio la oficina de prensa del Vaticano emitió una neta declaración sobre la ordenación episcopal sin mandato apostólico de Paolo Lei Shiyin en la diócesis de Leshan (provincia de Sichuan). Aparte de recordar las sanciones canónicas establecidas –también para los obispos consagrantes–, dejaba claro que no tiene autoridad para gobernar esa comunidad católica, ni la Santa Sede lo reconoce como obispo. Como en ocasiones semejantes, el comunicado se refería al profundo dolor del Papa Benedicto XVI, “que envía a los queridos fieles de China palabras de aliento y esperanza, invitándoles a rezar y a estar unidos”.

A juicio de algunos obispos, se está volviendo a la situación de los años cincuenta, en el momento en que se produjo la ruptura de relaciones

No son aceptables, en un país que aspira a ser uno del líderes del mundo, las fuertes presiones –también físicas– que reciben obispos, sacerdotes y fieles, en plena comunión con Roma, para hacerles actuar en contra de su voluntad. Como señalaba otro comunicado de la Santa Sede, a finales de 2010, Pekín no renuncia al “deseo persistente de controlar la esfera más íntima de la vida de los ciudadanos, es decir, su conciencia, y de interferir en la vida interna de la Iglesia Católica”. Sin duda, se trata de graves violaciones de los derechos humanos, en particular de la libertad de religión y de conciencia.

Esa opresión acaba de repetirse con la ordenación episcopal del sacerdote Joseph Huang Binzhuang en la diócesis de Shantu. Cuatro obispos fueron detenidos por la policía y llevados contra su voluntad a la ceremonia. Uno de ellos sufrió serias lesiones por parte de la policía, según informaba Bernardo Cervellera, director de la agencia Asianews. En cambio, los católicos de Liaoning, donde se pretendía algo semejante, hicieron piña junto a su obispo, reunidos días y noche en la catedral, e impidieron que fuera obligado a presidir la ordenación.

Según fuentes de la diócesis de Meizhu (provincia meridional de Guangdong), que recoge Le Monde (14 de julio) el obispo local, Liao Hongqing, que reconoce la autoridad de Benedicto XVI, abandonó su catedral el día 6 para esconderse de las autoridades. Pero la policía le detuvo el lunes 11, le confiscó el teléfono, y le llevó por la fuerza a Shantu.

En un comunicado publicado el 14 de julio, el Vaticano manifestó que Joseph Huang Binzhuang había sido ordenado sin el preceptivo mandato pontificio, y por lo tanto, de modo ilegal, por lo que ha incurrido en la pena de excomunión. En consecuencia, la Santa Sede no lo reconoce como obispo de la Diócesis de Shantou, y no tiene autoridad para gobernar la comunidad católica diocesana.

El comunicado aclaraba que Huang Binzhuang fue informado hace mucho tiempo de que su candidatura para acceder al ministerio episcopal de Shantou no podía ser aprobada por la Santa Sede, ya que esta diócesis cuenta con obispo legítimo.

La situación de las diócesis no es uniforme, según explica La Croix (13-14 de julio): sobre Leshan, Roma reprocha al obispo designado por Pekín, aparte de sus lazos demasiado políticos con el régimen, su poder financiero y cuestiones de costumbres. El problema de Shantu es muy distinto, porque la diócesis dispone ya de un obispo, Pierre Zhuang Jianjian, ordenado secretamente, sin reconocimiento gubernamental, y sometido a vigilancia.

Momentos de especial tensión entre Estado e Iglesia

A juicio de algunos obispos chinos, se está volviendo a la situación de los años cincuenta, en el momento en que se produjo la ruptura de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República Popular. Cada vez es mayor el protagonismo de los dirigentes de la iglesia patriótica, que se escudan en la necesidad urgente de la evangelización. Hay miedo de Pekín al malestar y espíritu de protestas sociales que crecen en el país. Pero esa represión ofrece el contraste de una especial actividad de los creyentes, cada vez más convencidos de que sus derechos acabarán siendo respetados.

“Estamos en un momento crítico –subraya Régis Anouil, director de Églises d’Asie. Antes, los católicos chinos apoyaban a sus obispos con discreción, pero hoy afirman abiertamente sus lazos con Roma. Es algo nuevo. Les parecen excesivas las directrices de Pekín y quieren que se oigan sus derechos. Tienen conciencia de que, unidos, pueden conseguir muchas cosas”. De hecho, como recuerda La Croix (13-14 de julio), numerosas páginas web diocesanas han publicado la condena de la Santa Sede por la ordenación ilegítima del obispo de Leshan. “Los propios fieles –añade Bernardo Cervellera– han pedido a la Santa Sede que hable más claramente y publique la condena, así como el texto legislativo sobre las ordenaciones ilícitas del pasado 11 de junio”.

A pesar de las dificultades, los católicos –poco más del uno por ciento de la población china– viven su fe cada día con más entrega y serenidad, y promueven abundantes iniciativas de evangelización. El gobierno de Pekín cuenta con el tiempo y con la capacidad de olvido de Occidente, que apenas recuerda ya al Nobel de la Paz, Liu Xiaobo. Pero esa actitud no será eficaz en materia de libertad religiosa, menos aún respecto de la Iglesia católica, que tantas muestras ha dado de saber esperar.

Según expresó Benedicto XVI en la audiencia general del 18 de mayo, “los chinos católicos, como han dicho muchas veces, quieren la unidad con la Iglesia universal, con el Pastor supremo, con el Sucesor de Pedro. Con la oración podemos obtener que la Iglesia en China siga siendo una, santa y católica, fiel y firme en la doctrina y en la disciplina eclesiástica».

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