Aumenta la brecha de la desigualdad

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Países que antes se consideraban pobres, como China e India, se han convertido en economías emergentes, que acortan distancias con las más avanzadas. Pero dentro de los países desarrollados la brecha entre los que más ganan y los que menos se ha ido agrandando en los últimos treinta años. Y cuando la economía entra en crisis, resultan más llamativas e irritantes las desigualdades.

En la zona de la OCDE, en las dos décadas anteriores al comienzo de la crisis, la renta disponible de los hogares creció a una media del 1,7% anual. Sin embargo, en la mayoría de los países la renta del 10% más rico creció más rápido que la del 10% más pobre, acentuando así la desigualdad (ver cuadro 1).

1. Desigualdad en el último año antes de la crisis
y a mediados de los años 80

El coeficiente de Gini va desde 0 (perfecta igualdad) hasta 1 (máxima desigualdad). La brecha entre ricos y pobres es la relación entre la renta del 10% más pobre y la del 10% más rico.

 

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Según los últimos datos disponibles –correspondientes por lo general a 2008–, el ingreso medio del 10% más rico representa más de 9 veces el del 10% más pobre, en el conjunto de la OCDE. Así lo constata el informe de la organización recién publicado Divided We Stand: Why Inequality Keeps Rising.

El récord de desigualdad dentro de la OCDE lo ostentan Chile y México, donde la relación es de más de 25 a 1, si bien empieza a notarse un cambio de tendencia.

La brecha sigue siendo importante –cerca de 15 a 1– en países como Israel, Turquía y EE.UU. El lema “Nosotros somos el 99%”, que esgrimen los de “Ocupa Wall Street”, capta bien las diferencias en un país que ha sido alérgico al igualitarismo. En EE.UU., el cuarto país donde hay más desigualdad, la diferencia entre el 10% más rico y el 10% más pobre era de 10 a 1 en los años 80, de 12 a 1 a mitad de los años 90 y casi de 15 a 1 en 2008.

Pero incluso en países de tradición igualitaria, como Alemania, Dinamarca o Suecia, la relación ha pasado de 5 a 1 en los años 80 a 6 a 1 en la actualidad.

Las diferencias crecientes de ingresos salariales han sido el principal factor de aumento de la desigualdad, pues el progreso tecnológico va a favor de los trabajadores más cualificados

En España, contrariamente a lo ocurrido en la mayoría de los países de la OCDE, la desigualdad ha disminuido desde mediados de los 80. En 2008, el 10% con mayores ingresos tenía una renta 11 veces mayor que la del 10% más pobre, pero los últimos datos nacionales muestran que la desigualdad se ha incrementado durante los dos últimos años.

Los ricos aumentan su ventaja
No es que se trate de un juego de suma cero, en el que lo que unos ganan lo pierden otros. La pobreza puede reducirse mientras aumenta la desigualdad. Pero no cabe duda de que unos están ganando bastante más que otros.

Así lo revela esa medida de la desigualdad que es el coeficiente de Gini, que va desde 0 (perfecta igualdad) a 1 (completa desigualdad). Este índice, que era 0,29 para la población en edad de trabajar a mediados de los años 80, ha subido a 0,316 a finales de la pasada década, es decir, casi un 10%. Utilizando esta medida, la desigualdad ha crecido en 17 de los 22 países para los que se disponen de datos desde hace treinta años.

Esto no quiere decir que en el conjunto mundial los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Las diferencias entre países desarrollados y economías emergentes se han acortado. De hecho, el crecimiento de economías emergentes como China, India o Brasil ha sacado de la pobreza absoluta a millones de personas. Y las clases medias de estos países se ampliarán en los próximos años. Pero, incluso entre los BRIC, solo Brasil ha logrado reducir la desigualdad, aunque la brecha entre ricos y pobres es todavía de 50 a 1. Y eso que no tenemos estadísticas fiables de China, donde el millonario de Shanghái está a años luz del pobre campesino de la China interior.

Pero, limitándose a la zona de la OCDE, el informe revela que los más ricos están aumentando sus distancias, no solo respecto a los pobres sino también a la clase media.

A quién beneficia más el progreso tecnológico
Si el aumento de las desigualdades es innegable, hay que ver qué tendencias han contribuido a impulsarlas. La globalización es uno de los sospechosos habituales, ya que los trabajadores menos cualificados de los países de la OCDE han sufrido la competencia de la mano de obra más barata de las economías emergentes.
Sin embargo, el informe atribuye más importancia al progreso tecnológico, que premia a los trabajadores más cualificados en las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación o en los servicios financieros, y perjudica a los menos cualificados. En la práctica, es difícil separar la influencia del cambio tecnológico y la globalización, pues es la digitalización de las actividades lo que en muchos casos permite deslocalizarlas.

En tercer lugar, los cambios en la regulación económica y laboral, que han introducido más competencia en los mercados y más flexibilidad laboral, han tenido el efecto positivo de crear más empleos para muchos trabajadores de pocos ingresos. Pero la consecuencia lógica ha sido también una mayor disparidad salarial.

La carrera entre la educación y la tecnología
Del informe se desprende la importancia de la educación para reducir las desigualdades: “El crecimiento en el nivel educativo medio parece haber sido el factor que más ha contribuido no solo a reducir la dispersión salarial entre los trabajadores, sino también a elevar el nivel de empleo”. Desde este punto de vista, la evolución de la desigualdad en los países de la OCDE puede ser vista como “la diferencia entre la demanda y la oferta de capacidades o el resultado de ‘la carrera entre la educación y la tecnología’, como dijo Jan Tinbergen”, economista holandés y premio Nobel.

Los cambios en el tipo de trabajo también influyen en la disparidad salarial. Así, el trabajo a tiempo parcial ha favorecido la incorporación al mercado laboral de grupos tradicionalmente menos representados, como las mujeres casadas. De hecho, la parte del empleo a tiempo parcial en el empleo total aumentó desde el 11% a mediados de los años 90 al 16% a finales de la década de los 2000, registrándose los mayores incrementos en varios países europeos (Alemania, Irlanda, Holanda, España). Pero esto tiene también el efecto estadístico de ampliar la disparidad salarial entre los trabajadores a tiempo completo y a tiempo parcial. Claro que peor sería que estos últimos no trabajaran.

Si las tendencias económicas han favorecido a los más ricos, ahora estos tienen mayor capacidad para pagar impuestos, según mantiene el informe de la OCDE

Además, se observa que los trabajadores más cualificados también trabajan más horas que los otros. En los países de la OCDE, la media anual de horas trabajadas por persona bajó ligeramente en las dos últimas décadas, pero descendió más entre los trabajadores de menos ingresos que entre los de más ingresos. A estos les compensa trabajar más.

El médico se casa hoy con la médico
Los cambios en la estructura de los hogares han dejado también su huella en la desigualdad. Nunca había habido tantos hogares con un solo cabeza de familia. Su proporción en el total de familias en edad de trabajar aumentó de una media del 15% a finales de los años 80 hasta el 20% en la década de los 2000. La consecuencia es que sus ingresos son menores que en los hogares con padre y madre.

Es un asunto en el que, para no herir a nadie, se prefiere no insistir. Pero la diferencia entre familias de parejas casadas y familias monoparentales, sobre todo de niveles bajos, solo puede contribuir a acentuar la desigualdad (cfr. Aceprensa, 2-12-2010: “El matrimonio, ¿artículo de lujo?”).

Es llamativo que, en los hogares a cargo de una pareja, la tasa de empleo que más creció fue la de las mujeres de los que más ganan. Nada de ricas ociosas ni de “desperate housewives”. Esto indica que la gente con más ingresos tiende a buscar cónyuge en el mismo nivel de ingresos; por ejemplo, si antes el médico se casaba con la enfermera, ahora se casará con otra médico. Hoy, dice el informe, “el 40% de las parejas en las que los dos trabajan pertenecen al mismo o contiguo segmento de ingresos, frente a un 33% hace veinte años”. Las desigualdades se suman.

Otro factor que contribuye a la desigualdad son los ingresos no salariales, procedentes de rentas de capital. Las inversiones en Bolsa, la retribución de los ahorros, los dividendos, etc. no entienden de equidad. Estos ingresos aumentaron la desigualdad de rentas en dos terceras partes de los países de la OCDE y, como cabe esperar, influyeron sobre todo en el aumento de la desigualdad en la parte de rentas altas.

Pero las rentas de capital constituyen solo un 7% de la renta de los hogares. Por eso, en comparación con los ingresos salariales, la contribución de las rentas de capital a la desigualdad entre los hogares es baja, aunque haya ido en aumento.

¿Ya no redistribuyen los impuestos?
Siempre ha habido desigualdades de renta, pero también el Estado tiene mecanismos redistribituvos, a través de los impuestos y de los beneficios sociales. ¿Es que estos ya no funcionan? Según el informe, estos mecanismos consiguieron reducir la desigualdad de rentas en un cuarto a lo largo del periodo estudiado. El efecto de esta redistribución fue mayor en los países nórdicos, Bélgica y Alemania, mientras que estuvo muy por debajo de la media en Chile, Corea del Sur, Suiza y EE.UU (ver cuadro 2).

2. Desigualdad antes y después de impuestos (2008)

(Clic en la imagen para ampliar)

 

Sin embargo, desde mediados de los años 90 la redistribución ha sido menos efectiva. La principal razón de este declive se atribuye a las rebajas en las transferencias sociales y a las condiciones más estrictas para ser beneficiario, medidas adoptadas para contener el gasto público.

El impuesto sobre la renta ha servido más bien poco para moderar la desigualdad, a pesar de las sustanciales ganancias de los más ricos. La tasa marginal de impuestos (lo pagado por el último dólar ganado), que estaba en torno al 60-70% para los más ricos en importantes países de la OCDE en los años 80, bajó hasta el 40% como media en 2008.

Así, la parte de la renta nacional correspondiente a los más ricos ha aumentado en todos los países desde 1980 a 2010, aunque con considerables variaciones de país a país. En EE.UU., ya antes del comienzo de la crisis en 2008, la parte del 1% más rico era el 18% de la renta nacional. Sin llegar a tanto, la parte de este 1% era también alta en otros países anglosajones (Australia, Canadá, Irlanda y Reino Unido).

Pero incluso en el grupo de los que más ganan, las desigualdades de renta aumentaron. La parte del 0,1% en el total de la renta antes de impuestos subió hasta el 8% del total en EE.UU., el 4-5% en Canadá, Reino Unido y Suiza; y cerca del 3% en Australia, Nueva Zelanda y Francia.

 

Qué se puede hacer

¿Hay que aceptar esta desigualdad como un resultado inevitable de la competencia en un mundo globalizado? ¿Es algo propio de una economía eficiente? El informe Divided We Stand no lo ve así y señala los efectos dañinos que puede tener no solo para la cohesión social sino también para el dinamismo económico, especialmente en tiempo de crisis. Advierte que puede poner en riesgo la movilidad social ascendente, que de hecho es baja en países como Reino Unido y EE.UU., y mayor en los países nórdicos, donde la renta está mejor distribuida. La desigualdad de oportunidades resultante tendrá también un impacto negativo en el crecimiento económico, aunque la relación no es directa.

También puede ser el caldo de cultivo de sentimientos populistas y proteccionistas, y un motivo de desencanto juvenil. Ahí están los “indignados” y los “ocupantes”. “La gente –dice el informe de la OCDE– no apoyará el libre comercio y el libre mercado si piensa que sale perdiendo mientras que un pequeño grupo de ganadores se hace más y más rico”.

Por eso la OCDE sostiene que si las tendencias económicas han favorecido a los más ricos, ahora estos tienen mayor capacidad para pagar impuestos y las reformas fiscales deberían ir en esta línea. Más que elevar la tasa marginal de impuestos, se trataría de mejorar el cumplimiento de las obligaciones fiscales, eliminar deducciones y revisar la fiscalidad de las diversas formas de propiedad y de riqueza. Todo con el objetivo de que aumente el porcentaje de la renta pagado en impuestos por los que más tienen.

Pero el mecanismo “Robin Hood” nunca será suficiente para elevar a los pobres. El informe reconoce que el empleo es el medio más eficaz de hacer frente a la desigualdad. Por eso el mayor reto consiste en favorecer la creación de empleos que ofrezcan buenas perspectivas profesionales.

La gente que más lo necesita no alcanzará empleos prometedores si no tiene una buena capacitación, y menos en esta época. De ahí que la inversión en capital humano –en la educación y en la empresa– sea fundamental. Deben existir incentivos suficientes para que tanto los empleados como los empresarios inviertan en capacitación a lo largo de la vida laboral.

También es importante facilitar servicios de calidad y al alcance de todos en lo que se refiere a educación, sanidad y cuidado familiar. Como media, los gobiernos de la OCDE gastan tanto –algunos hasta el 13% del PIB– en proporcionar servicios de este tipo como en ayudas dinerarias.

La conclusión de la OCDE es que la tendencia a una mayor desigualdad no es inevitable y que los gobiernos tienen ahí una responsabilidad y una tarea.

 

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