Atrapados por la lucecita roja

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Mensaje de Facebook, un nuevo seguidor en Twitter, WhatsApp, correo electrónico… Como si del conejo de Alicia se tratara, la tentación de seguir la luz roja de un smartphone, que cada poco tiempo emite una nueva alerta, resulta casi irresistible. Algunos han llamado a este fenómeno “infobesidad”, y se refiere a la obsesión por mantenernos informados, conectados y, en general, por hacer varias cosas a la vez, mediante la tecnología.

¿Quién no tiene tiempo para ver un vídeo de 2 minutos? Pero el problema ya no es solo cuestión de tiempo, sino que nos estamos acostumbrando a seguir todos los estímulos que aparecen a nuestro alrededor, independientemente de la actividad que realicemos en ese momento.

Que estar hiperconectados merma la productividad es un eco que suena desde hace tiempo, pero, ¿hasta qué punto es real? Algunos sociólogos como Clifford Nass o Daniel Goleman, analizan las consecuencias que el fenómeno puede tener en el trabajo, en las relaciones humanas y en el cerebro de las personas.

Clifford Nass y los multitask effects
El pasado 2 de noviembre fallecía repentinamente a los 55 años Clifford Nass, profesor de la Universidad de Stanford, conocido por sostener que la multitarea propia de la era digital nos hace menos sociables, menos eficientes y menos inteligentes. Al hablar de multitarea, Nass se refiere, por ejemplo, a la situación en la que una persona, mientras escribe un e-mail, tiene 5 pestañas del ordenador abiertas, habla por teléfono y además tuitea a la vez. Algo que a primera vista se atribuye a los jóvenes, pero que cada vez está más extendido entre los adultos.

El gran problema de la era digital, sobre todo desde la generalización de los smartphones, es que han conseguido desdibujar la línea que nos hace desconectar de una actividad para conectar con la siguiente: contestamos un e-mail de trabajo cuando estamos con la familia, hablamos con otras personas durante una cena con amigos y solucionamos asuntos pendientes en la butaca de un cine o en la playa. Pero nuestro cerebro no tiene capacidad de hacerlo de la misma manera, con la misma intensidad, que si solo estuviéramos en una conversación.

La teoría de Nass se apoya en una investigación pionera, realizada entre sus alumnos, los estudiantes de Stanford, a los que veía constantemente enganchados a un teléfono aunque estuvieran en clase, hablando con los amigos o estudiando. Sus conclusiones apuntan que, además de disminuir la capacidad de concentración y de análisis, el seguir constantemente todos los estímulos que nos rodean daña el pensamiento cognitivo, porque el cerebro humano no está hecho para hacer varias cosas a la vez. Por eso también afirma que no es cierto que los que están constantemente rodeados de información sean capaces de filtrarla mejor que los demás; por el contrario, son incapaces de ordenarla en su cerebro.

Nass diagnosticó que los jóvenes de la era Twitter sufren una “atrofia emocional” y que la solución no está tanto en consumir menos tecnología como en recurrir más a las relaciones cara a cara. En sus palabras: “Deberíamos volver al: Mírame cuando te hablo”.

Goleman: a la excelencia por la atención
Daniel Goleman, el famoso psicólogo del best seller Inteligencia emocional, acaba de publicar un nuevo libro, Focus (1). Esta vez habla sobre la atención, una cualidad poco conocida porque muchas veces solo se valora el producto final. Sin embargo, es absolutamente necesaria para ser eficaces, incluso para ser felices.

Al igual que Nass, Goleman afirma que lo propio del ser humano es hacer las cosas de una en una. De ahí la importancia de la atención, que es la cualidad que nos permite conectar y desconectar de cada actividad, pasando por encima de las distracciones. Si la destreza en la atención es alta, probablemente nuestro desempeño de la actividad pueda llegar a ser excelente, y viceversa. El vínculo entre atención y excelencia se halla detrás de casi todos nuestros logros.

Además, en la línea de sus investigaciones anteriores, que van más allá de lo estrictamente racional, en Focus Goleman sostiene que la atención es vital para las relaciones humanas y laborales, porque nos hace darnos cuenta del contexto que nos rodea y de las circunstancias de los demás. Las personas que saben valorar y hacerse cargo de estos dos aspectos tienen una mayor inteligencia social, porque ven muchas cosas que los demás no descubren.

Cada vez más personas son diagnosticadas de sufrir trastorno de déficit de atención. Según Goleman, el peor efecto de este síndrome es que nos impide una correcta comprensión de lo que nos rodea, y eso genera estrés. Los líderes del s. XXI se enfrentan al reto de encontrar el punto medio entre el exceso de información, que paraliza la acción, y la hiperfocalización, ya que el horizonte amplio es necesario para hacer cambios efectivos en el sistema que tengan impacto a largo plazo.

Aunque sus investigaciones tienen mucho que ver con las de Nass, Goleman es más positivo en sus conclusiones. Entre otras cosas, porque habla de que no todas las actividades requieren el mismo tipo de atención.

Para tener ideas, hay que dejar vagar la mente, y para llevarlas a cabo hay que concentrar la atención

Lo que no cabe en un tuit
Goleman también atribuye gran parte de la “culpa” al despliegue de tecnología que nos rodea. Como Nass, advierte contra los efectos de la cultura de los 140 caracteres, que lleva a reflexiones breves, y por lo tanto, a conclusiones superficiales. También, de la importancia de no caer en la ceguera sistemática, ya que hay veces que las facilidades otorgadas por la tecnología nos hacen olvidar el conocimiento intuitivo. Esa ceguera nos va incapacitando para resolver problemas cotidianos, por ejemplo, nos cuesta llegar a un sitio desconocido sin la ayuda de un GPS, pero sobre todo, entorpece nuestras relaciones. En EE.UU. un adolescente recibe una media de 100 mensajes al día, 10 por cada hora que está despierto. Esto supone distracciones constantes, pero además transmite a los de alrededor el mensaje de “no estoy interesado en lo que sucede aquí y ahora”.

Pero Goleman abre puertas en este sentido. Igual que se habla de tipos de inteligencia se podría hablar de tipos de atención. Tradicionalmente, cuando nos damos cuenta de que la mente divaga se recomienda volver a llevarla al punto de concentración. Sin embargo, él apunta a que quizás lo que hoy en día se diagnostica como déficit de atención sea al final una variante de concentración, que tenga sus ventajas: puede que algunas personas tengan menos capacidad de concentrarse para hacer un problema de matemáticas pero más para estudiar arte, jugar al baloncesto o estar invirtiendo en Bolsa. Por ejemplo, en el caso de los niños, se sabe que el uso de videojuegos puede fomentar la agresividad, el aislamiento social o el sedentarismo. Sin embargo, excepto en algunos excesivamente violentos, todo depende de la dosis. En algunos casos también pueden ayudar a mejorar la atención visual o la velocidad a la que el cerebro procesa la información; unas destrezas nada desdeñables, por ejemplo, para un controlador aéreo.

Goleman sostiene que hemos de cultivar la capacidad de mantener la atención, pero a la vez señala que no todas las tareas requieren la misma clase de atención

Ventajas del aprendizaje tecnológico
No todo son inconvenientes en el aprendizaje tecnológico; de hecho, el sistema global en el que nos encontramos se apoya en las múltiples ventajas de la hiperconectividad. Tanto en las relaciones personales como en las organizaciones, las personas hiperconectadas son muy importantes, porque la información es conocimiento y eso les convierte en influyentes. Goleman llama a esto inteligencia colectiva, algo a lo que dedicamos poca memoria pero que tiene mucho potencial. Bien utilizada, puede convertirse en ojos y oídos abiertos al mundo.

A propósito de redes sociales se habla mucho de la cantidad de tiempo que pueden hacernos perder o de la superficialidad de las relaciones a través de Facebook o Twitter, por ejemplo. Pero “escuchar” en la red puede ayudarnos a potenciar nuestra capacidad de atención. ¿Quién no conoce a alguien que haya encontrado trabajo, piso o pareja, a través de ella? Además, conocer los proyectos de otros puede ampliar nuestro foco de aspiraciones; solo hay que ver el tirón de las TED Conference y sus ideas worth spreading (ideas que merece la pena difundir). Para las empresas, además, el entorno digital se ha convertido en una ventana para conocer los sentimientos de sus clientes, las cosas que puedan incidir en ella a corto y largo plazo, etc.

Entrenar la atención
La atención es como un músculo que debe entrenarse, y aunque los estímulos exteriores nos influyen, cada persona tiene la capacidad de dirigir su atención hacia donde quiera. La mente humana tiene dos modalidades: ascendente –que es rápida, involuntaria e intuitiva– y descendente –más lenta, voluntaria y esforzada–. Para contrarrestar la cultura de la prisa, la corriente de impulsos y caprichos ascendente, necesitamos aprender a gestionar la dimensión descendente, es decir, luchar contra la rutina y el automatismo para poner una atención deliberada en lo que hacemos en cada momento.

Cuando nos concentramos mucho en una cosa, es necesario descansar, pasar al sistema ascendente, y la mejor manera de hacerlo, según Goleman, es a través de la meditación y el contacto con la naturaleza.

Dado que la atención es tan importante y a la vez tan carente en nuestra sociedad, Goleman propone que el entrenamiento de la atención forme parte de la educación de los niños, una práctica que ya se lleva a cabo en empresas y en algunos colegios de Holanda, Estados Unidos, Nueva Zelanda o Singapur. Él propone hacerlo a través del método mindfulness (conciencia plena), tomado del budismo, que consiste en enseñar a concentrar la atención, a desconectar de una tarea para realizar la siguiente y a hacer pausas diarias de 20 minutos por lo menos.

El valor de la mente errante
Para la mente son tan necesarios los tiempos de concentración intensa, como dedicar tiempo a la conciencia abierta. Aunque la mente divague y parece que no está concentrada en nada, el cerebro sigue activo, y nos lleva a preocupaciones y asuntos que han quedado sin resolver. La mente errante está muchas veces al servicio de los problemas que afectan a nuestra vida, nos entretiene y nos ayuda a reflexionar. Aunque, evidentemente, es necesario el equilibrio para que la mente errante no se centre exclusivamente en los pensamientos sobre el “yo”, porque es a lo que tiende.

La mente errante puede alejarnos de lo que importa, pero también acercarnos a lo que nos interesa. De hecho, muchas de las grandes ideas de la historia han surgido como fogonazos fuera del ámbito de trabajo. Las soluciones creativas surgen cuando las personas tienen objetivos claros y libertad en el modo de alcanzarlos; son solo destellos, que después habrá que perfeccionar utilizando la concentración.

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(1) Daniel Goleman. Focus: Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia. Kairós. Barcelona (2013). 360 págs. 18 € (papel) / 7,99 € (digital). T.o.: Focus: The Hidden Driver of Excellence. Traducción: David González Raga y Fernando Mora Zahonero.

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