Ruanda se recupera de las heridas del genocidio

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Kampala. Catorce años después del genocidio, Ruanda es un país estable y en paz. Aunque sigue siendo muy pobre, comienza a desarrollarse con vigor. Si el progreso se consolida, habrá que considerarlo un caso de éxito en la convulsa región de los Grandes Lagos.

En las elecciones legislativas celebradas el mes pasado en Ruanda, el pequeño país interior del África central conocido sobre todo por el genocidio de 1994, las mujeres candidatas obtuvieron el 56% de los escaños, casi el doble de la cuota femenina (30%) fijada por ley. Esta proporción de parlamentarias es la mayor del mundo entero.

El 10 de octubre, el Parlamento ruandés aprobó la propuesta de hacer del inglés la lengua que se use en todas las instituciones educativas, del jardín de infancia a la universidad. Ruanda, que por poco tiempo fue colonia alemana, y tras la I Guerra Mundial, belga, desde entonces ha formado parte del África francófona. Allí todos, incluidos los conductores de mototaxis y las vendedoras del mercado, entienden algo de francés, pero muy poco o nada de inglés. Ahora la situación comenzará a cambiar. El año pasado, en la conferencia de la Commonwealth celebrada en Kampala, Ruanda presentó su solicitud formal de adhesión, algo que nunca antes había hecho un país francófono.

El presidente ruandés Paul Kagame ocupa el poder desde 2000, fue elegido en 2003 con el 95% de los votos para un periodo de siete años y tiene la posibilidad de ser reelegido para otro mandato. Hace poco Kagame invitó a profesionales de otros países de la región a ir trabajar a Ruanda. A diferencia de los países vecinos, Ruanda les dispensará de la molestia de tener que tramitar un permiso de trabajo. El país está creciendo a un ritmo sostenido -en torno a un 6% en 2007- y necesita gente experta.

Los tribunales populares

En el genocidio de 1994 la población fue literalmente diezmada, y cientos de miles de ruandeses huyeron del país, mientras las grandes potencias miraban a otro lado. Se han escrito muchos libros, principalmente en inglés, que relatan aquellos cien sangrientos días.

Pero Ruanda es mucho más que un país que se recupera de una pesadilla. El gobierno ha tomado la iniciativa. La reconciliación y la armonía se promueven en actos públicos, y son tema constante de las homilías de sacerdotes y pastores. Se organizan actos culturales, deportivos y juveniles para fomentar la unidad y contribuir a que todos se consideren ruandeses, antes que de uno u otro grupo étnico. En todo caso, clasificar a los ruandeses como hutus o tutsis tiene poco sentido, pues tras generaciones de matrimonios mixtos, muchos son mestizos. Por eso las matanzas durante el genocidio fueron tan complejas y trágicas.

En los últimos años se han formado tribunales tradicionales, llamados “gacaca”, para juzgar a los sospechosos de genocidio. Los juicios son públicos y se celebran en el mismo escenario del crimen, con presencia de los testigos oculares. El acusado se defiende, los testigos también declaran, y un jurado formado por gente del lugar decide si el acusado debe ser puesto en libertad, sentenciado a trabajos en beneficio de la comunidad o devuelto a prisión. Según el libro A Thousand Hills, del periodista estadounidense Stephen Kinzer, que se basó en entrevistas con el presidente Kagame, con los tribunales “gacaca” Ruanda ofrece al mundo un modelo de perdón y reconciliación que otros Estados podrían imitar.

En general, los ruandeses están contentos con este sistema, que tal vez parezca imperfecto a los familiarizados con la justicia de corte occidental. Los críticos objetan que se usan dos varas de medir, pues los crímenes cometidos después del genocidio por los soldados del gobernante Frente Patriótico Ruandés (FPR) sí que son juzgados en tribunales estatales.

Policías limpios en calles limpias

Sin duda, Kigali es la capital más limpia, mejor organizada y más disciplinada de la región. Los últimos sábados de mes está previsto que todos, de los ministros abajo, se pongan ropa vieja y guantes de plástico, y salgan a hacer la limpieza mensual de las calles. En otras ciudades africanas se organizan privadamente zafarranchos semejantes de vez en cuando, si es que se organizan.

La corrupción abierta está muy mal vista. Un policía ruandés no pediría ni admitiría un soborno. Hace algún tiempo, Kagame advirtió a los miembros del gobierno y de la administración que no quería que se gastase dinero público en coches caros. Sin apenas llamar la atención, ordenó poner controles policiales en las principales avenidas de la ciudad y confiscar en el acto los vehículos de lujo conducidos por funcionarios públicos, para después sacarlos a subasta.

Kigali, de por sí espectacular por las colinas en las que se asienta, se está transformando en una moderna ciudad escaparate, con jardines, pasos elevados, centros comerciales: un centro regional de tecnologías de la información y otros servicios. Vuelven a ir turistas, para ver los gorilas de las montañas del norte o el monumento en recuerdo del genocidio, levantado en el lugar donde se enterró a millares de víctimas, y que incluye un museo del genocidio con fotos murales, videoclips y objetos que pertenecieron a las víctimas.

Esfuerzo en la educación

La red de carreteras es buena. La educación ha recuperado el ritmo que perdió y se le está dando alta prioridad. Se está implantando un plan de estudios de orientación más secularizada que antes del genocidio, cuando la Iglesia dirigía la mayoría de los colegios. Las escuelas no conocen las huelgas, a diferencia de los países vecinos, donde la mala alimentación, la corrupción y la gestión deficiente provocan revueltas estudiantiles. Esto se debe al temperamento de los ruandeses, por naturaleza inclinados a respetar la autoridad, al riguroso control por parte del gobierno y a que en muchos colegios se alienta el diálogo entre los dirigentes.

Los responsables de los gobiernos locales tienen que dar cuentas de su gestión. Pueden ser destituidos sin que un “padrino” les proteja, como sucede en otros países. La gente es laboriosa, y en el campo -donde trabaja el 90% de la población- la jornada empieza al amanecer. También se ha puesto empeño en llevar a cabo una enorme campaña de vacunación de niños, y la prevalencia del sida -en torno al 3%- es la más baja de la región.

Un país pobre

Sin embargo, el país tiene muchos problemas pendientes. La renta per cápita es muy baja, de 800 dólares, y el 60% de la población vive por debajo del nivel de pobreza. Fuera del norte, que tiene un suelo volcánico muy fértil y aporta buena parte de los alimentos, el resto del país se distingue por su suelo rocoso de mala calidad y la amenaza del hambre. En los países vecinos muchos campesinos emigran del campo a la capital por disputas de tierras o porque les pagan las cosechas tarde y mal, y se dedican a trabajar en el pequeño comercio, en el transporte o en los servicios. En Kigali la inmigración es menos evidente, al igual que el sector informal de voceadores que venden ropa, zapatos y otros artículos de segunda mano.

Ruanda es el país más densamente poblado de África, con 281 habitantes por kilómetro cuadrado, según datos de 2006. Se está debatiendo una posible política de tres hijos por familia, pero aún no se ha aprobado. No sería coercitiva, a diferencia de la china, pero los padres serían “animados” a limitar el tamaño de la familia, lo que fácilmente podría llevar a que aquellos que no cumplieran fueran privados de ciertos derechos. La actual tasa de fecundidad es de 5,3 hijos por mujer.

Prensa menos libre

La Iglesia católica está en una posición ambigua. La mayoría de la población es católica y las iglesias se llenan. Algunos sacerdotes y religiosos estuvieron implicados en el genocidio, así como algunos soldados del FPR fueron acusados de maltratar a sacerdotes después de la matanza. Aun así, algunos líderes religiosos no se sienten seguros para expresarse con confianza y autoridad, o para tratar con el Estado cuestiones de interés mutuo. La Iglesia ha perdido influencia tras el genocidio. Algunos ruandeses que regresaron del exilio no se criaron como católicos, y grupos de pentecostales y adventistas, entre otros, han establecido pequeñas comunidades que atraen a jóvenes adeptos.

Se dice que los medios informativos son menos libres que en los países cercanos para criticar al gobierno. Pero no parece imprudente un cierto control de los medios, si se tiene en cuenta que fue una emisora de radio incontrolada, la Radio Libre des Milles Collines, la que impulsó el odio contra los tutsis y los hutus moderados.

La recuperación de Ruanda no ha sido sencilla: la gente convive con los asesinos que mataron a su familia. Muchos siguen traumatizados y no pocos han quedado huérfanos. Puede que algunas heridas nunca cicatricen. Se ha “forzado” a los ruandeses a perdonar si quieren vivir en paz y evitar que se repitan las atrocidades. Se trata de un reto que, hasta el momento, están afrontando bien.

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