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El sexo del cerebro, en las aulas

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El reconocimiento de las diferencias de los cerebros masculino y femenino, y su consideración en el proceso educativo podrían suponer una revolución en el rendimiento académico y facilitar una reducción notable de los actuales niveles de fracaso escolar, según las conclusiones de una jornada convocada por la Asociación Europea de Educación Diferenciada (EASSE)1. Una de las estrategias que propone esta entidad -amparándose en la libertad de enseñanza- es la posibilidad de separar las aulas de varones y mujeres en algunos tramos de edad, coincidiendo con los diferentes periodos cognitivos, ya reconocidos por la ciencia.

Según explicó María Calvo, presidenta de la EASSE, “se pretende aunar las aportaciones de científicos de áreas diversas y con distintas orientaciones, que llegan a unas conclusiones parecidas: hay diferencias cognitivas a las que se debería prestar atención; por lo tanto, la defensa de una educación diferenciada no es una cuestión política, cultural o religiosa, como a veces se pretende reducir”.

Aunque neurólogos y psicólogos son cautos a la hora de hacer generalizaciones con las conclusiones de sus estudios, coinciden en afirmar que “las capacidades cognoscitivas son, en líneas generales, diferentes entre el cerebro masculino y el femenino. El primero está mejor dotado para el manejo espacial y el razonamiento matemático. El segundo, para la fluidez verbal y la interpretación de los datos emocionales”, según declaró Hugo Liaño, profesor la Universidad Autónoma de Madrid y jefe del servicio de Neurología del Hospital Puerta de Hierro de Madrid. Sus afirmaciones, que se apoyan en recientes investigaciones neuropsicológicas, tienen origen en el dimorfismo cerebral -diferencias de forma según el sexo-, distinción que comienza en el período embrionario y que se mantiene a lo largo de la vida, por influencia hormonal.

Por ejemplo, la acción de las hormonas da lugar a “un mayor tamaño de ciertos núcleos cerebrales en el hombre con respecto a la mujer, y a una mayor lateralización de las funciones cerebrales en el hombre con respecto a la mujer”, afirma María Gudín, neuróloga y autora del libro Cerebro y afectividad (ver Aceprensa 25/02). Aun reconociendo que muchas de las diferencias no se han establecido totalmente, Gudín considera que “deben ser tomadas en cuenta a la hora de diseñar estrategias psicopedagógicas en la educación”.

Enseñanzas de la psicología

En opinión de Francisco José Rubia, catedrático de Fisiología y autor del libro El sexo del cerebro, una de las conclusiones aplicables al área educativa proviene precisamente de “la maduración posterior del hemisferio izquierdo en los chicos, que hace que les afecten más trastornos de desarrollo, como la dislexia, la hiperactividad o la tartamudez”.

Desde el ámbito de la psicología se añaden nuevos puntos de disimilitud con implicaciones educativas, como “el rendimiento académico, la aparición y el desarrollo del lenguaje, las habilidades numéricas, espaciales, mecánicas, etc. que muestran clara distinción entre varón y mujer”, afirma Serafín Lemos, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo.

Así, “con unas medidas de desarrollo lingüístico temprano se incide en el desarrollo intelectual posterior de las mujeres, pero no tanto en los varones; y una carencia de educación en el período preescolar -en cambio- tiene efectos más negativos en las niñas que en los niños”, declara Lemos, sin perder de vista que no caben generalizaciones del tipo “cualquier mujer es superior a cualquier varón en las capacidades o destrezas verbales o que cualquier varón supera a la mujer en las habilidades viso-espaciales”.

Lemos también apunta algunas tendencias diferentes en la personalidad de varones y mujeres: “Los varones se caracterizan por un mayor nivel de agresividad, dominancia y motivación de logro; mientas que las mujeres por una mayor dependencia, una más intensa orientación social, y les afectan más los fracasos”. Aunque la aparición de esos rasgos de personalidad se encuentre motivada por factores biológicos -la herencia y las funciones neuropsicológicas-, en su configuración también actúan elementos de tipo psicosocial -es decir, de estilos de vida-, entre los que se incluyen las formas de educación y acondicionamiento, sobre los que, en opinión de Lemos, se podría actuar.

Consecuencias en la enseñanza

Para María Calvo, “habría que aprovechar todas las diferencias innatas, para sacar el máximo partido a la educación”. Y en el marco de la libertad de enseñanza, “permitir una educación diferenciada flexible en colegios públicos para algunos tramos de edad, con el fin de intentar rebajar el fracaso escolar masculino o fomentar las habilidades matemáticas entre las chicas, como ya se ha realizado con éxito en Alemania”.

Calvo considera que muchos profesores no son conscientes de las diferencias y “exigen lo mismo, de idéntica forma, a niños y niñas, en el mismo tiempo y pretendiendo obtener una misma respuesta por parte de ambos sexos”. Un claro exponente es el modo de abordar el fracaso escolar -el nivel de abandonos en España alcanza el 33% a los 16 años-, pues “se ignora la existencia de un fuerte componente sexual en el fracaso escolar y, a pesar de que la variable de sexo es relevante en el ámbito educativo, no hay ninguna actuación para darle solución: ni experimental ni administrativa”.

Los resultados de las investigaciones sobre el cerebro también permiten otras lecturas, con consecuencias educativas a diferentes niveles. Para Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y autora del libro Cerebro de mujer y cerebro de varón (Rialp), precisamente el hecho de que en el cerebro del ser humano haya dos hemisferios, abre la posibilidad de dos estilos de pensar, que la unidad vital deberá equilibrar. “Un cerebro humanizado puede pasar a primer plano la mirada analítica o la mirada contemplativa, según la actividad que realice”, asegura, “y aunque la asimetría funcional de los hemisferios derecho e izquierdo esté determinada genéticamente por procesos tempranos de la vida fetal, y se module por los niveles de hormonas… la educación, la cultura y las resoluciones personales maduran o humanizan un cerebro que permanece plástico toda la vida”.

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(1) Jornada “Cerebro y Educación. Diferencias sexuales y aprendizaje”; Madrid, 8 de noviembre de 2007 (www.igualesperodiferentes.org).

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