En sus últimos años de instituto, Wei se hace muy amigo de Shuo, un chico enigmático y sereno que proviene de un entorno problemático. La familia de Wei lo integra en su casa, pero esta amistad acaba generando conflictos.
En su ópera prima, presentada con éxito en los festivales de Berlín y Sundance, Jianjie Lin hace una radiografía metafórica y minuciosa de una familia actual en China. Este joven director y guionista empezó estudiando Biología, para después cambiar radicalmente de rumbo. “Hacer cine no es tan diferente de estudiar biología; ambas son formas de estudiar la vida y a los humanos”. Esta original formación se traduce admirablemente en imágenes, con un enfoque que permite al espectador hacer una observación microscópica de los gestos, silencios y palabras que definen a los personajes.
“En los últimos 30 años –comentaba el director– ha habido un gran cambio social en China debido a la política del hijo único, que ha dejado heridas profundas en millones de familias. Ahora que es posible tener más hijos, ¿cómo alterará esta nueva legislación a la mentalidad de los padres?”.
Con una planificación y edición muy audaz, la película muestra esa soledad gélida, representada en una familia desconectada afectivamente, que acaba viendo en la apertura y creatividad que ofrece una nueva amistad un peligro de intrusión y aniquilación de su estructura vital.
El desarrollo dramático de la historia es exigente, pero la combinación de belleza simbólica y visual con diálogos poliédricos construye un relato muy clarificador sobre los efectos demoledores de un sistema totalitario.