Personaje secundario

Personaje secundario

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2025)

Nº PÁGINAS538 págs.

PRECIO PAPEL29 €

GÉNERO

“En la edición siempre he sido un personaje secundario”, escribe el autor de estas voluminosas memorias dedicadas a contar su trayectoria en la industria editorial. Su subtítulo, “La oscura trastienda de la edición”, resalta una constante de sus páginas: el afán de provocar, denunciando sin componendas algunas malas prácticas empleadas por las editoriales más conocidas y de más prestigio, que al parecer eran habituales, y que Murillo, que conoce como pocos ese mundo, saca a relucir con numerosos ejemplos.

Gracias a su amistad con Félix de Azúa, Murillo comienza a trabajar de lector en la editorial Seix Barral, donde permanece poco tiempo, pero donde empieza a descubrir cómo funciona por dentro el mundo editorial y cuáles son las prioridades de los editores. En este caso, su jefe es Carlos Barral, editor de prestigio, quien modernizó el sector y quien utilizó su editorial como una herramienta política en la lucha contra el franquismo. Pero Murillo ha pasado por otras casas, como Anagrama, Plaza y Janés, Planeta o Alfaguara, antes de embarcarse en la creación de su propia editorial, Libros del Lince

Un asunto al que dedica muchas páginas es el de los cambios que se dieron en la edición española a partir de la muerte de Franco, cuando el interés pasa del libro político de no ficción a la narrativa. Tanto Anagrama como Tusquets fueron protagonistas de este cambio de dirección que posibilitó la aparición de la Nueva Narrativa Española, etiqueta de la que Murillo se arroga de manera orgullosa ser el creador y su más determinante impulsor gracias a su trabajo editorial en Anagrama, donde por primera vez en España dio cabida a traducciones de nuevos y prestigiosos narradores europeos, como Martin Amis, Ian McEwan y Kazuo Ishiguro.

A pesar de las experiencias negativas vividas por el autor, que desmitifican en parte la industria de la edición y arrojan algunas sombras sobre su funcionamiento, Murillo defiende el trabajo del editor. Lo considera decisivo para que aparezcan libros que provoquen interrogantes y que busquen soluciones a las inquietudes y problemas del hombre de hoy (en su caso, siempre en una única dirección ideológica), así como para promocionar autores cuyas obras van más allá del mero entretenimiento. No obstante, Murillo reconoce que los best sellers, aunque no encajan en su idea de lo que debe ser la literatura, permiten muchas veces sanear las cuentas y poder seguir publicando libros de mejor calidad.

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