“Mi tendencia natural es intentar no moverme, procrastinar hasta que todas las posibilidades se han evaporado”. Así se define Marcello Gori, treintañero de la ciudad italiana de Viareggio, que acaba de conseguir una beca para hacer el doctorado en la Universidad de Pisa. Gori se considera todavía un adolescente, aunque sabe que su vida de fiestas y pocos compromisos está llegando a su fin. Su novia, Leticia, estudiante de Medicina, aporta a su vida algo de estabilidad (y mucho aburrimiento).
En la Universidad de Pisa, gracias a la intervención del profesor Raffaele Sacrosanti, se dedica al estudio de la obra de Tito Sella, desconocido escritor también de Viareggio que falleció en la cárcel tras una condena por actividades terroristas. Gori tiene tres años para hacer la tesis, incluida una estancia en París para poder estudiar los archivos personales de Sella.
La novela resulta especialmente ingeniosa y ácida en la descripción de la universidad, “un mundo psicótico afectado por una grave carencia de percepción de la realidad”. Gori, el narrador, describe los intríngulis de la vida académica, el peso de los favores y las recomendaciones, los odios sibilinos entre catedráticos y sus acólitos, la utilización partidista de los autores que se estudian, que “no son más que oportunidades para hacer alarde de las propias, ilimitadas y ególatras habilidades hermenéuticas”.
Pero, de pronto, la novela da un importante giro cuando Gori comienza a estudiar en serio la obra de Sella. En este sentido, su parte más conseguida es la que recrea, utilizando como base los cuadernos y diarios de Sella, la vida de este ficticio autor italiano desde sus años de estudiante frustrado, su incorporación a la vida política de Viareggio y su arriesgada decisión de comprometerse con el terrorismo como la única manera de alterar el orden establecido y llegar a la revolución. La obra reconstruye de manera muy verosímil los años de plomo en Italia, y recuerda a otros libros ambientados en esos años, como Muerte de un hombre feliz, de Giorgio Fontana, o Salir de la noche, de Mario Calabresi.
Analizando las actividades de Sella, Gori sufre una radical transformación y empieza a ver la vida de una manera más activa, a lo que contribuye también su relación en París con la joven Tea, una intelectual muy contracultural aferrada a la extrema izquierda woke. El narrador se toma más en serio su tesis e incluso empieza a dárselas de intelectual de izquierdas con ribetes revolucionarios –algo de lo que él mismo se da cuenta–. No le dura mucho, porque la realidad vuelve a ponerle en su sitio, aunque la investigación que hace de Sella le sirve para juzgar de otra manera su vida y para cuestionarse su devota relación con su director de tesis, Sacrosanti.
Se acabó el recreo ofrece momentos muy buenos gracias a su humor corrosivo e inteligente. Además, el autor realiza una aguda radiografía de la juventud actual, con sus inconsistencias y laxitudes morales.