Cómo el movimiento “woke” entró en declive

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Cartel woke en una protesta en Sídney, Australia, 26-1-2018 (Foto: Selman / Shutterstock)

En la década pasada surgió y se afianzó rápidamente el movimiento woke, que con adláteres como la “teoría crítica de la raza” y la “política identitaria”, creó y colocó en posición dominante un discurso a favor de diversas causas progresistas, y lo blindó con la “cultura de la cancelación”. Hoy se percibe que el wokismo pierde terreno, ha provocado una viva reacción de la derecha y tampoco en la izquierda tiene ya tantos apoyos.

Las victorias electorales de la derecha en distintos países parecen un indicio de este declive, pero no un certificado de defunción. Los vaivenes electorales obedecen también a otras causas particulares del momento y de la nación, y tampoco van perfectamente al paso con las corrientes ideológicas de fondo.

En Estados Unidos, donde ha sido reelegido Donald Trump, un “guerrero contra la izquierda woke, quizá sea más significativo del retroceso de este movimiento el que bastantes líderes demócratas se den de baja de él. Creen que el partido ha ido demasiado lejos en el apoyo de reivindicaciones identitarias. Lo que se está abandonando con mayor presteza es la admisión de transexuales a competiciones deportivas femeninas, cosa que ahora Gavin Newsom, gobernador de California y posible candidato demócrata a la presidencia en 2028, califica de “profundamente injusta”. Así se ha atraído las iras de wokistas del partido como Alexandra Ocasio-Cortez, pero no puede decirse que ha sido muy audaz, porque en realidad no va contra la corriente: comparte esa postura con el 80% del público norteamericano, incluidos dos de cada tres votantes demócratas.

En Gran Bretaña, donde la izquierda está en el poder, el Gobierno laborista de Keir Starmer también está echando marcha atrás en varias causas defendidas por el wokismo. Se ha puesto duro con la inmigración, no favorece los tratamientos hormonales a los menores con disforia de género, aconseja a las personas trans que usen los baños de su sexo biológico. Por su parte, el Tribunal Supremo ha sentenciado que en las prestaciones específicas para mujeres no están incluidas las transexuales.

Una minoría muy activa

En fin, en estos momentos “varias causas progresistas –desde la lucha contra el cambio climático a las iniciativas de diversidad e inclusión– parecen estar a la defensiva”, observa el informe Progressive Activists, publicado en febrero pasado. Lo ha elaborado el think tank More In Common, fundado en memoria de la diputada laborista Jo Cox, asesinada en 2016. Pretende, como indica su nombre, buscar un terreno común en este mundo polarizado. Lo dirige Luke Tryl, que antes estuvo en la organización LGTB Stonewall.

Los que el informe llama “activistas progresistas” son en el Reino Unido los más identificados con el wokismo. Vienen a ser el 8-10% de la población. Son más jóvenes (tienen un promedio de 41 años) y tienen un mayor nivel de instrucción que la media (casi la mitad son graduados universitarios). En el ámbito profesional, están sobrerrepresentados en los organismos públicos y en las entidades del tercer sector. Perciben sueldos altos, pero como no suelen tener vivienda propia y muchos se endeudaron para pagarse los estudios, están un tramo de renta más abajo.

En política, son de izquierda. Están muy motivados para oponerse a las desigualdades y a las injusticias, y son mundialistas. En ellos, la identidad personal está estrechamente ligada a sus firmes convicciones sociales y políticas. Votan mayoritariamente a los laboristas –o también al SNP en Escocia– y, en menor proporción, a los verdes. No obstante, en las elecciones del año pasado, las que ganó Starmer, el 17% se pasó del laborismo a los ecologistas.

Son muy activos: en las redes sociales comparten temas políticos mucho más que el resto; también escriben más a sus representantes electos (diputados, alcaldes…) y con frecuencia dejan comentarios en los medios digitales. Gracias a eso, dice el informe, tienen una influencia desproporcionada en el debate público. Contribuyeron, por ejemplo, a que se aprobara el matrimonio homosexual, pero en los últimos años han perdido eficacia para moldear la opinión.

Maximalismo contraproducente

Una de las causas de su retroceso es que han incurrido en un activismo maximalista, que acaba siendo contraproducente. Según una encuesta, aquello con lo que los británicos identifican más el movimiento woke es el derribo de estatuas. Las protestas de esa clase tienen la aprobación de los activistas progresistas, que en un 63% admiten que en favor de una causa social cabe, a veces, infringir la ley. Pero la mayoría de la población sostiene lo contrario.

Por otra parte, los activistas progresistas, a fuerza de estar convencidos de sus ideas, han descuidado la persuasión. Este es el aspecto al que más atención presta el informe.

El wokismo generaliza el análisis que la “teoría crítica de la raza” aplica a la situación racial en Estados Unidos, y mete en un solo saco las causas de otras minorías. Según esos postulados, en la sociedad hay un sistema de opresiones que se solapan (capitalismo, patriarcado, racismo, sexismo…). No los percibimos porque hemos sido educados para tomarlos como normales, y hace falta que nos despierten (woke) sacando a la luz las dinámicas de poder ocultas en las interacciones cotidianas entre mujeres y hombres, entre heterosexuales y otros…

Ahora bien, señala el informe de More In Common, la mayoría de la gente “no ve el mundo de esa manera conceptual”. Y los activistas del progresismo no están consiguiendo “despertarla”, por varias razones.

Una es el lenguaje que emplean, sustentado en supuestos no evidentes. En eslóganes woke como “El cambio climático es racismo” o “El silencio es violencia” hay un salto del sujeto al predicado que los no iniciados no saben dar.

Menos populares de lo que creen

Si los activistas no se esfuerzan bastante por ganar el apoyo popular a sus causas es, entre otros motivos, porque lo sobrestiman. En varias divergen claramente del resto. Solo ellos creen mayoritariamente que la inmigración debe aumentar o al menos quedarse al mismo nivel, que la protección de ciertas sensibilidades está por encima de la libertad de expresión y que existe el derecho a cambiar el sexo legalmente registrado, postura que entre el público británico ha bajado del 58% en 2016 al 30% en 2022.

Los activistas progresistas tienen tan claras sus ideas que tienden a atribuir desinformación o mala fe a quienes discrepan, advierte también el informe. Para el 75% de ellos, decir que la inmigración hace que el país vaya peor es no simplemente equivocado, sino ofensivo; pero es la opinión con que están muy o bastante de acuerdo dos de cada tres británicos.

Los “wokistas” se centran en mensajes apropiados para movilizar a sus bases, más que en atraer a los no convencidos y a los escépticos

Además, su idea de la “opresión sistémica”, observa el informe, lleva a los activistas a adoptar una postura de todo o nada: sostienen que las causas progresistas no son separables, y piden una “pureza ideológica” poco realista. “Por ejemplo –se lee en el informe–, muchos apoyan combatir el cambio climático y a la vez están contra la inmigración, o son partidarios de despenalizar las drogas y también de restaurar la pena de muerte”.

La periodista Gaby Hinsliff recuerda en The Guardian un caso de ese absolutismo progresista. En 2015, Stonewall añadió la causa transexual a la de los homosexuales, y no admitió discusión. Su posición oficial es que “las mujeres trans son mujeres”, de modo que “no reconocemos ni reconoceremos conflicto alguno entre los derechos trans y los derechos específicos de las mujeres”. Los miembros disidentes se escindieron para formar una nueva organización, la LGB Alliance.

Predicando a los ya convencidos

Esas son las ideas y actitudes que han llevado a los wokistas a descuidar la persuasión. Parece que se han dormido en los laureles de sus pasados éxitos, y “se centran –advierte el informe– en mensajes y tácticas apropiadas para movilizar a sus bases y suscitar la aprobación interna, más que en atraer a los no convencidos y a los escépticos”.

Si el movimiento woke no admite discusión sobre ciertos temas, atribuye prejuicios a los que cuestionan sus posturas y da impresión de superioridad moral, no es extraño que acabe por provocar rechazo. Esto puede explicar en parte la “derechización” de los jóvenes (sobre todo hombres). Un estudio del consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí sobre la generación Z española señala que muchos de sus miembros perciben que la corrección política es omnipresente y que se intenta acallar las voces discordantes. Esto los mueve a desconfiar de los medios dominantes y a acudir a fuentes alternativas, que se presentan como las que les dicen lo que los poderosos no quieren que sepan.

El informe de More In Common sostiene que los activistas progresistas deberían apartarse de “la pureza ideológica ‘multi-causa’”, del uso de un “lenguaje inaccesible” y de “la tendencia al maximalismo”, a fin de “evitar reforzar inconscientemente la dinámica ‘nosotros contra ellos’”. Si no, difícilmente conseguirán apoyo popular suficiente para promover sus metas.

Eso es una moraleja también para otros. Si la derecha ha logrado saltar el obstáculo de la corrección política y difunde más eficazmente sus mensajes por medio de podcasts, canales de YouTube y demás redes sociales, con el paso del tiempo podría pasarle como al movimiento woke, que –a juicio de muchos, dice Hinsliff– “se volvió tan estridente y presuntuoso, y a la vez tan frágil, que era inevitable la reacción contraria”. Ahora la nueva derecha se beneficia del rechazo a los rivales, pero esto tiene un límite. Para ganarse a la mayoría, el radicalismo no suele ser buena receta.

2 Comentarios

  1. Soy Juan Carlos, un miembro de la Asociación ceah. Gracias por el artículo. Está bien visto que lo ponen todo junto (clima, migración, drogas, etc.) y eso de por sí tenderá a disgregarlos. Y bien visto igualmente (aviso a navegantes) que no es un retroceso por convicción intelectual sino por errores tácticos que les están haciendo desconectar de la mayoría. Gracias de nuevo

  2. ESCRIBIR Y HABLAR CON SINCERIDAD Y FUNDAMENTO, SI SE MANTIENE EN EL TIEMPO DA SUS FRUTOS, PORQUE DE QUIEN LO HACE SE PUEDE DECIR:»» NUNCA ME ENGAÑÓ , DICE LO QUE VE CORRECTO Y ESTUDIA LOS TEMAS ANTES DE HABLAR». LÁSTIMA QUE NO HAYA MAS DIVULGADORES DE LA VERDAD QUE SE EXPONGAN AL GRAN PUBLICO: APROVECHO PARA HONRAR A HIGINIO MARÍN PEDREÑO Y ALEJANDRO MACARRÓN. CON 1000 COMO ESTOS SACARÍAMOS A ESPAÑA DE LA ABULIA EN QUE ESTADO/SOCIEDAD LA TIENE SUMERGIDA.

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