Jornada escolar continua o partida: los argumentos del debate

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Jornada escolar continua o partida: los argumentos del debate

Para reducir el riesgo de contagios durante las épocas de mayor incidencia del covid, muchos colegios decidieron cambiar su jornada escolar del modelo partido al continuo o intensivo. Sin embargo, en un buen número de ellos estos cambios coyunturales se han convertido en estables. Así, se ha vuelto a abrir el debate sobre la mejor organización del tiempo en la escuela; una discusión en la que frecuentemente ha faltado rigor y ha sobrado corporativismo.

Las sucesivas leyes de educación españolas han considerado la jornada partida (con una pausa para comer y clases por la tarde) como el modelo por defecto. De ahí que, si un centro quiere cambiar a la continua, se exija el cumplimiento de un protocolo que asegure el apoyo del conjunto de esa comunidad escolar, incluyendo directivos, profesores y padres.

De recurso coyuntural a opción por defecto

Históricamente, los primeros movimientos en favor de la jornada continua –en los años 70 y 80 del siglo pasado– fueron motivados por problemas derivados de circunstancias locales. En las Islas Canarias, pioneras en esta demanda, se adujo la necesidad de dividir a los alumnos en dos turnos, uno de mañana y otro de tarde, porque no había aulas suficientes para atender a todos a la vez. Otras veces se ha argumentado que en algunas ciudades del sur hace demasiado calor durante las horas de la tarde.

A comienzos de los 90, el modelo ya era mayoritario en los institutos de Secundaria de casi todas las comunidades. En cambio, en los centros de Infantil y Primaria ha habido bastante mayor resistencia, aunque la jornada continua no ha dejado de crecer lentamente en las últimas tres décadas. Actualmente se aprecian dos bloques territoriales: hay algunas comunidades donde está instaurada en más del 80% de los centros (sobre todo en el sur y las regiones insulares) y otras en las que no llega al 20% (centro y norte peninsular). Solo en La Rioja, Castilla León y Galicia los porcentajes entre un modelo y otro son más parejos.

Rendimiento académico, vida familiar… y algo más

Más allá de las circunstancias puntuales que originaron los primeros cambios de horario, hoy en día tanto los partidarios de un tipo de jornada como los de la otra defienden que su opción es la que más beneficia al rendimiento académico del alumno, a su bienestar psicológico y social, y a la conciliación familiar. Además, entre los argumentos a favor de la jornada continua se encuentran también algunas reivindicaciones laborales de los profesores; reivindicaciones que, desde el otro lado, se ven como la verdadera causa del movimiento a favor del horario continuo. Se trataría, según esta interpretación, de disfrazar con motivaciones educativas la pretensión de acortar la jornada de trabajo para asimilarla a la de otros funcionarios.

Hay disputa sobre qué horario favorece el rendimiento académico, aunque la investigación apunta más a la jornada partida

Sin embargo, los partidarios de la jornada continua defienden que los estudiantes aprovechan más en el tiempo de clase con este horario, ya que durante las horas de la tarde están cansados, nerviosos, y la capacidad de atención disminuye notablemente. Aunque reconocen que el último bloque de la mañana tampoco es igual de productivo que los anteriores, la pérdida es menor que cuando se hace una pausa para comer. Por otro lado, acabar las clases antes dejaría más tiempo para hacer los deberes, descansar y desarrollar otro tipo de actividades, ya sea en el propio centro o fuera de él.

También saldrían beneficiados los propios padres, puesto que en teoría podrían pasar más tiempo con sus hijos (en los hogares donde al menos uno de los cónyuges no trabaje a jornada completa), y realizar menos viajes al colegio. Igualmente, los profesores dispondrían de más tiempo para formarse profesionalmente, preparar las clases o reunirse con las familias.

En cambio, quienes prefieren la jornada partida señalan que el aprovechamiento de las clases es superior con este modelo. Para ello acuden a distintos estudios que coinciden en señalar un mismo patrón en la capacidad para atender, según el cual esta es baja hasta las 9:30 o 10:00 de la mañana, sube después –con pico entre las 12:00 y las 13:00– para descender de nuevo progresivamente y volver a ascender a partir de las 15:30.

El aprovechamiento de las clases más tempranas sería especialmente bajo en los adolescentes, cuyo peculiar ritmo circadiano provoca que su ciclo del sueño se retrase. Esto contrasta con el hecho de que en los centros de Secundaria la opción por el horario continuo se ha convertido en casi obligada, especialmente en la red pública.

Aunque la evidencia científica sobre la relación entre jornada escolar y desempeño educativo no es concluyente, lo cierto es que la mayoría de estudios muestran que los alumnos con jornada partida obtienen mejores notas que los de continua (ver aquí y aquí).

El argumento de la equidad

Más allá de lo puramente académico, los defensores del modelo partido señalan que con esta organización se puede estructurar de una manera más racional y equilibrada los momentos de descanso (lo que reduciría el nerviosismo en las clases y fomentaría la socialización), y se facilita que los alumnos realicen sus tareas en la propia escuela, de modo que el tiempo en casa quede más libre y se favorezca la vida familiar. Por otro lado, está comprobado que con esta jornada aumenta la participación en las actividades extraescolares y el comedor escolar.

El recurso al comedor y a las actividades complementarias, que aumenta con la jornada partida, beneficia especialmente a las familias desaventajadas

Esto resulta especialmente importante para las familias con menos recursos. Disponer de un comedor subvencionado por el Estado asegura que sus hijos acceden a una buena alimentación –suficiente, pero equilibrada– a un precio asequible. Además, si el alumno se queda en el centro a mediodía, es más probable que se apunte a las actividades extraescolares que si tiene que volver de casa ex profeso después de comer, como demuestran las estadísticas. El asunto es relevante porque participar en ellas puede aportar un plus educativo que tiende a nivelar las desventajas socioculturales entre familias.

Por otro lado, el horario partido facilita la organización de refuerzos educativos durante las horas del mediodía y también las tutorías presenciales con los profesores, que con la jornada continua suelen irse del centro antes, cuando la mayoría de los padres aún está trabajando.

Por todas estas razones, se puede decir que la jornada partida tiene un mayor potencial igualitario que la continua. Así lo señalaba un estudio que analizaba el rendimiento de algunos estudiantes de la Comunidad de Madrid según su horario escolar y nivel de renta.

Una anomalía internacional

Aunque a veces se ha defendido la jornada continua con el argumento de que es lo normal en los países vecinos, y especialmente en los sistemas educativos más exitosos, lo cierto es que se trata de una verdad a medias… o incluso menos.

Además de España, solo en Alemania –y más concretamente, en el oeste del país– este es el horario más común. En el resto del continente, y también en Estados Unidos y la inmensa mayoría de Asia e Hispanoamérica, lo normal es que haya una pausa para comer. La diferencia con España es que esta suele ser antes y de menor duración: entre 40 minutos y una hora, con excepciones como China o Francia, más parecidas al caso español.

En Finlandia, país al que los defensores de la jornada continua han apuntado con frecuencia, el parón suele comenzar entre las 11:30 y las 12:00, y las clases terminan en torno a las 15:00 o 15:30, casi a la hora en que finalizarían en España con un horario intensivo. Algo parecido ocurre en otros países nórdicos. No obstante, antes de hacer comparaciones capciosas, hay que tener en cuenta que algunas circunstancias que afectan directamente a la educación son muy diferentes respecto al caso español. Por un lado, amanece mucho antes, por lo que las primeras clases, aunque comienzan temprano, se desarrollan ya con luz natural. Por otro, el desayuno suele ser más fuerte, de modo que los alumnos llegan más activos. Además, la jornada laboral en la mayoría de trabajos acaba antes, por lo que los padres pueden pasar tiempo con sus hijos por la tarde en casa, evitando el problema de los llamados “niños de la llave”.

En general, se puede decir que la jornada partida es lo habitual en la mayoría de los países europeos. Incluso en Alemania, la excepción a la regla, ha habido un intenso debate sobre el tema durante la última década, y el porcentaje de escuelas a tiempo completo ha aumentado.

En España, los principales partidos políticos, a un lado y otro del espectro ideológico, se han mostrado mayoritariamente a favor de la jornada partida, aunque el rechazo de los principales sindicatos corporativos y asociaciones de profesores ha llevado a algunos partidos de izquierda a no plantear demasiada pelea.

Propuestas asumibles

En cualquier caso, como parece que los posicionamientos de fondo no van a cambiar a corto plazo, sería interesante aprovechar el debate para plantear otras propuestas que puedan encontrar un mayor consenso.

Más allá del tipo de jornada, podría aprovecharse el debate para pensar cómo estructurar mejor las asignaturas dentro del calendario

Por ejemplo, dotar de autonomía a los centros para diseñar los bloques lectivos como crean más conveniente. En Estados Unidos, cada vez más escuelas se han pasado al llamado Block Schedule. Aunque existen distintas formas de aplicarlo, básicamente consiste en que, en vez de seis periodos diarios de 50 minutos –cada uno de una asignatura diferente–, el día se estructura en menos bloques más largos. Algunas escuelas optan por una distribución de días alternativos: un día se imparten cuatro asignaturas, y al siguiente las otras cuatro; en otras, se divide el curso en trimestres o cuatrimestres, con materias diferentes en cada uno.

Los partidarios destacan que esto permite profundizar más en los contenidos y utilizar pedagogías más activas y prácticas, al tiempo que evita la dispersión –y los problemas de disciplina– que supone cambiar tanto de aula, con descansos tan cortos. No obstante, también hay desventajas relacionadas con la discontinuidad en la instrucción, sobre todo en materias como las matemáticas o los idiomas.

Otra posible medida sería incentivar que las horas de clase de las asignaturas más importantes, o las que requieran procesos mentales más exigentes, se dispongan en los momentos álgidos de la curva de atención.

En cualquier caso, sería muy positivo que en el debate sobre la organización del tiempo en la escuela se adoptara una perspectiva más amplia –en vez de focalizarlo en la disyuntiva entre jornada partida o continua–, y sobre todo que se diera preponderancia a los intereses de los estudiantes, aunque también se tengan en cuenta las reivindicaciones razonables de padres y profesores.

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