Ganadería extensiva y ganadería intensiva, dos modelos obligados a coexistir

publicado
DURACIÓN LECTURA: 6min.
Manifestación del Mundo Rural, Madrid 20-03-2022 (CC Aceprensa)

Manifestación del Mundo Rural (Madrid, 20-03-2022)

(Actualizado el 21-03-2022)

En 2021, Greenpeace puso sobre la mesa un bidón de gasolina en forma de campaña contra las “macrogranjas”. El ministro español de Consumo encendió la mecha a primeros de 2022 en una entrevista a un diario británico. Y el fuego se le volvió en contra. A los pocos días, tuvo que matizar sus palabras. Pasado el tiempo, la ganadería intensiva sigue siendo objeto de polémica debido a que los ganaderos y el Gobierno no se ponen de acuerdo.

En sus declaraciones, el ministro Alberto Garzón dijo: “Las veinte grandes empresas multinacionales de ganadería industrial emiten gases invernadero que son tres cuartas partes del CO2 que emite España”.

En las emisiones totales del país, sin embargo, las macrogranjas no tienen tanto peso. Los datos facilitados por Registro estatal de emisiones y fuentes contaminantes señalan que en 2020 se emitieron 93.400 toneladas de CO2. Solo el 0,02% del total procedía de las instalaciones destinadas a la cría intensiva de aves de corral o de cerdos, mientras que la mayor parte, el 52,3%, procedía de instalaciones de combustión y energéticas; el 17,8%, de las industrias minerales, y el 4,68% de la gestión de residuos y aguas residuales, entre otras actividades.

Los ganaderos y los profesionales relacionados con el sector fueron los primeros en reaccionar, con protestas que culminaron en la Manifestación del Mundo Rural a finales de enero, y repetida dos meses después. Luego se sumaron muchos ciudadanos, y, por último, otros miembros del gabinete, que restaron importancia a las palabras de Garzón. El ministro de Agricultura, Luis Planas, tuvo que aclarar que su homólogo en Consumo no tenía competencias sobre los temas tratados en la entrevista.

La proteína animal dejó de ser un lujo

Las llamadas macrogranjas permitieron que, tras la devastación causada por la Segunda Guerra Mundial, en muchos países se pudiera consumir proteína animal. Llegaron a España a mediados de la década del siglo pasado y en 1977 se alcanzaron unos niveles de producción y consumo de pollo similar a los de otros países europeos. La proteína de carne dejaba de ser un artículo de lujo. Ya entonces la Administración velaba por la calidad de los alimentos, incluyendo sus envases, a través del Centro Nacional de Alimentación, creado en 1974.

Esto supuso un cambio en el modelo de producción de carne: la de vacuno seguiría siendo “artesanal”, mientras que la de cerdo y pollo pasarían a un modelo industrializado, utilizando animales seleccionados por su gran capacidad de producción.

Ganadería artesanal

La ganadería extensiva continúa funcionando. Su nota distintiva es su carácter tradicional, ya que se encuentra ligada a la tierra. Los animales son rumiantes, con la excepción del cerdo ibérico, que está adaptado al medio natural. Gracias a esta práctica, se conservan distintas razas autóctonas de ganado vacuno en la península Ibérica y se aprovechan unos recursos naturales que de otra manera se perderían.

“Hay que tener en cuenta – explica, en conversación con Aceprensa, Jesús Ciria, vocal del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Canarias y Centro– que la productividad de este modelo es menor que en el intensivo, porque el índice de conversión, esto es la cantidad de kilos de alimentos que necesita para conseguir un kilo de carne, es mucho mayor en los rumiantes. Por ejemplo, el ganado bovino más que duplica el índice de conversión del porcino y multiplica por cuatro el de los pollos”.

Sin embargo, el clima condiciona la cantidad de alimento (pastos y arbustos) y la productividad de estas explotaciones. Por ello, la mayoría de los animales, especialmente los destinados a la producción de carne, reciben un suplemento de piensos concentrados en cebaderos antes de ser sacrificados. Por ejemplo, un ternero destinado a carne será destetado con 150 o 180 kilos, dependiendo de la explotación. Y pasará por unos cebaderos cerrados, similares a las instalaciones de cría intensiva.

Por el contrario, la ganadería intensiva consiste en aumentar los factores de producción de manera que se ofrezcan productos cárnicos de calidad, y que el industrial obtenga beneficios económicos, para satisfacer la demanda de alimentos. Estas granjas son principalmente de ganado porcino y aviar seleccionado genéticamente, porque el índice de conversión es bajo y generan, por unidad de carne producida, menos estiércol y residuos que la ganadería extensiva de vacuno.

Ponerle puertas al campo

La ganadería en España, al igual que otros muchos sectores, cuenta con su propia normativa, por lo que todo lo referido a la cría y explotación de ganado se encuentra tasado. El Código de Derecho Agrario recoge toda la normativa vigente en el ordenamiento jurídico sobre las materias referidas a agricultura, ganadería y desarrollo rural. Además, existe el Derecho Agroalimentario, en el que se compilan las leyes referidas a la alimentación.

La ganadería intensiva de pollos y cerdos aporta más de dos tercios de la carne fresca que se consume en los hogares

Así, la ganadería extensiva e intensiva en España cuentan con sus propias normas en lo relativo a número de animales por explotación, distancia, alimentación, tipo de edificaciones, requisitos mínimos por tipo de animales, etc. Existe un registro de explotaciones ganaderas, más otro para el ganado bovino, otro para el porcino y otro de establecimientos de gallinas ponedoras. Además, se controla que se mantengan las razas autóctonas con el Programa nacional de conservación, mejora y fomento de las razas ganaderas.

Cuidado del medio ambiente

Garzón también dijo en la entrevista, sobre la ganadería intensiva: “Eligen un pueblo de la España despoblada, meten 4.000 cabezas de ganado, o 5.000 o 10.000, contaminan los suelos, contaminan el agua y después normalmente exportan… Es una carne de peor calidad, es un maltrato animal y es un impacto ecológico descomunal y desproporcionado”.

Los críticos de ministro replican, en primer lugar, que el Código de Derecho Agrario establece dónde se pueden ubicar estas granjas: la distancia a la que deben estar de otras instalaciones similares, así como de los núcleos de población, de las carreteras, vertederos y mataderos, entre otros.

En segundo lugar, según el Registro estatal de emisiones, las instalaciones destinadas a la cría intensiva de aves de corral o de cerdos, en 2020 emitieron 185.800 toneladas de sustancias contaminantes a la atmósfera o al agua. En comparación, la industria dedicada a la gestión de residuos y aguas residuales emitió más de 5,3 millones de toneladas.

Por otro lado, señala Jesús Ciria: “En la producción de ganadería intensiva se cumple con la normativa europea estrictamente en los piensos y en los tratamientos sanitarios y de los subproductos –el estiércol y el purín–”.

¿Modelos incompatibles?

En todo caso, la ganadería intensiva sigue siendo necesaria para poner carne en el plato. El último Informe anual de consumo del Ministerio de Agricultura, relativo a 2020, señala: “Las restricciones derivadas de la pandemia de covid-19 han provocado un incremento de los momentos de consumo en el hogar”. Así, en 2020 los hogares españoles aumentaron el consumo de carne en un 10,5% respecto al año anterior, hasta 2.300 millones de kilos, por un valor de más de 16.000 millones de euros. Lo que equivale a casi 50 kilos de carne y 350 euros por persona.

De ese total, la carne fresca representa el 36%, y vino en su mayor parte —más de dos tercios– de la ganadería intensiva. Pues de la carne fresca consumida en los hogares, el 38% es de pollo, y el 30%, de cerdo. El ganado bovino, criado en explotaciones extensivas, aporta algo menos del 15% de la carne fresca para consumo doméstico (5,35 kilos y 52,7 euros por persona y año).

Hoy por hoy, no se puede prescindir ni de un tipo de ganadería ni del otro. En diversa medida, los dos modelos contribuyen a llenar la despensa.

Un comentario

  1. A mi juicio el artículo merecería un enfoque más completo: no hace alusión por ej. a aspectos tan relevantes como la justa proporción de consumo carne y lácteos para una dieta equilibrada y promotora de la salud humana (hay un exceso de consumo de carnes, lácteos y sus derivados) en detrimento de alimentos de origen vegetal. Tampoco hace mención de la contaminación de las aguas freáticas, de la diferente calidad dietética de las carnes producidas en régimen intensivo y las semi-intensivo y extensivo, de la relevante importancia de promocionar los productos de proximidad, de los costes energéticos de la obtención de materias primas en otros continentes (soja de Brasil, etc.).

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.