La génesis de esta publicación está en un seminario organizado por la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno hace ahora casi dos años. El objetivo era profundizar sobre la vida y forma de pensar de los grandes científicos del siglo XX. En concreto, el volumen, dirigido por Juan Arana, analiza las aportaciones de 39 de ellos. Aunque al tratarse de un libro colectivo, los trabajos son variados, cada capítulo incluye algunas notas biográficas y especifica sus contribuciones, proporcionando al tiempo información sobre el contexto social, político o bélico en que desarrollaron su obra. Hay, además, numerosas referencias cruzadas y se hace referencia a la relación de unos científicos con otros, lo que enriquece el contenido.
Cada uno de los trabajos explica cómo la investigación que llevaron a cabo estos científicos les condujo a elaborar una cosmovisión personal y específica de tipo social, filosófico, político, ético e, incluso, religioso. Desde diferentes perspectivas narrativas, basándose bien en anécdotas biográficas o en citas de sus escritos, se muestra que estos pensadores se abrieron a campos e ideas que trascendían el objetivo de sus investigaciones. Todos fueron grandes científicos, pero también tuvieron miras amplias: huyeron del neopositivismo materialista en el que se habían formado, alejándose de los postulados del determinismo extremo de Laplace y del modelo newtoniano. En este sentido, hizo falta una nueva mecánica (cuántica) para que el cientifismo se replanteara de nuevo el problema de la causalidad.
La obra se abre con dos figuras especialmente significativas: Albert Einstein, último representante del determinismo con su teoría de la relatividad, y Max Planck, el descubridor de la física cuántica, en la que el azar desempeña un papel clave. A continuación, se estudian las aportaciones de físicos, matemáticos, físicos cuánticos, cosmólogos, físicos atómicos, biólogos evolucionistas, químicos, fisiólogos, neurocientíficos y las de un lingüista, Noam Chomsky. Algunos nombres destacados son Gödel, Turing, Von Neumann, Bohr, Pauli, Schrödinger, Eddington, Hawking, Hubble, Lemaître, Feynman, Joliot-Curie, Oppenheimer, Dobzhansky, Teilhard de Chardin, Pauling, Monod, Severo Ochoa, Jérôme Lejeune, Eccles, Levi-Montalcini, Ramón y Cajal o Sherrington.
Esta diversidad de figuras hace suponer que las cosmovisiones de estos científicos no fueron convergentes. Y, en efecto, fueron extraordinariamente variadas. Algunos aterrizaron en el agnosticismo, mientras otros vieron reforzada su fe. Muchos de ellos no alcanzaron a concretar una visión religiosa, pero descubrieron que existía algo que transcendía la materia. Ciertos científicos se inclinaron por determinados modelos antropológicos o epistemológicos. Una gran mayoría tomó parte activa en los vaivenes convulsos de la realidad social que les tocó vivir. Por ejemplo, se explican sus diferentes posicionamientos frente al nazismo o el comunismo, o a favor o en contra de las armas nucleares.
Estamos, pues, ante un libro de cabecera para aquellos lectores interesados en el pensamiento del siglo XX y en descubrir la relevancia de la investigación científica para la cultura. No es necesario que el lector tenga una formación científica especializada, pero la naturaleza filosófica y antropológica de algunas de las cosmovisiones sí requiere una cierta base humanística. Desde luego, es un libro que enriquece cualquier biblioteca.