El pensador holandés Rob Riemen es, ante todo, una rara avis: tiene una marcada vocación por el saber al tiempo que una inclinación innata por el compromiso y la acción. Su principal contribución no han sido únicamente los libros –cargados de símbolos y referencias universales–, sino sus empresas culturales.
En 1991, Riemen fundó la revista Nexus, con la que se propuso, según indicaba el primer número, “combatir la desolación del no saber nada y el fanatismo del saber único”. Tres años después, creó un instituto con el mismo nombre para organizar conferencias y eventos en diversas partes del mundo. Por sus estrados ha pasado lo más granado de la intelectualidad mundial, de George Steiner a Anne Applebaum.
Nobleza universal
Pero a Riemen le ha interesado sobre todo una cosa: exclaustrar la cultura de aquellos lugares que la habían esclerotizado, como la universidad o los medios. Y ha sabido desempolvar los tesoros, algunos olvidados, de la gran tradición europea. A diferencia de otros intelectuales, obsesionados con la erudición, en su caso la apuesta por dirigir nuestra mirada hacia parajes sublimes resulta eminentemente práctica. Así lo explica en su ensayo más conocido, Nobleza de espíritu, una especie de manifiesto –aguerrido y convincente– sobre la vocación moral y espiritual de todo ser humano.
A Riemen le ha interesado sobre todo una cosa: exclaustrar la cultura de aquellos lugares que la habían esclerotizado, como la universidad o los medios
Lo que propone este divulgador de 61 años es una aristocracia de la bondad, esto es, que cada uno se comprometa a cultivar su propia alma y se aleje de los cantos de sirena del consumismo y la ideología. Sus ensayos son como armas certeras que recuerdan aquella máxima socrática de la que pende, en verdad, toda vida realmente humana: es peor cometer la injusticia que padecerla. Es esta divisa –y no la sangre o el dinero– lo quedistingue a los hombres, advierte en El arte de ser humanos.
Y es que, en efecto, el espíritu –que se va aquilatando a medida que uno se cuida de vivir conforme a exigencias morales– no entiende de clases sociales. De ahí que despierte la dignidad moral entre los más vulnerables. De ahí también que fructifique y resplandezca lo humano, como una perla preciosísima, en medio del dolor o las contrariedades: es en el heroísmo inquebrantable donde más claramente se muestra el compromiso con el bien.
Salvar lo humano
Sus enseñanzas las expone Riemen a través de conversaciones con interlocutores extraordinarios: Dante, por ejemplo. O Gracián o Koestler. Pero si entre sus ángeles tutelares sobresale alguno, ese es, indudablemente, Thomas Mann, de quien ha aprendido que una democracia que no respete lo sublime se desliza irremisiblemente por la pendiente de la demagogia. Y hay que reconocer que el autor de Los Buddenbrook sabía todo lo que eso suponía.
En su opinión, no puede existir civilización, ni progreso, sin respeto por la naturaleza humana y sin transformarnos, a base de esfuerzos y esperanzas, en alguien mejor
Con un estilo didáctico y múltiples alusiones a la historia, Riemen desgrana y ahonda en los valores que caracterizan a esta mezcolanza de barro y espíritu que somos. Desde que el posestructuralismo decretara la muerte del hombre, andamos cabizbajos, sin recordar que el sentido de nuestra dignidad exige que elevemos la cabeza. “No sabemos qué es lo humano”, sostiene.
Pero, en su opinión, no puede existir civilización, ni progreso, sin respeto por la naturaleza humana; en resumen, sin atender a eso a lo que todos estamos llamados, que no es cosechar fama o lucir el bolsillo, sino transformarnos, a base de esfuerzos y esperanzas, en alguien mejor. Frente a valores de uso, hay que reivindicar bienes en sí.
“El fundamento de cualquier clase de civilización –explica en Nobleza de espíritu– hay que buscarlo en la idea de que el ser humano no debe su dignidad y su verdadera identidad a lo que es (…) sino a lo que debe ser: portador de cualidades eternas”.
Combatir el nihilismo
El concepto de nobleza de espíritu es la columna vertebral que atraviesa la trayectoria de Riemen. Y aunque a veces se le presente como filósofo, en realidad sería mejor clasificarlo como un librepensador. Así, ofrece en sus libros no tanto un pulido sistema de pensamiento como un rosario de intuiciones cabales y de incontables consideraciones que, como una piedra lanzada en un lago, remueven tanto intelectual como emocionalmente a los lectores.
Al igual que sus libros, las iniciativas culturales que ha puesto en marcha han tenido el claro propósito de batallar contra la falta de sentido. Hay barbarie a nuestro alrededor, constata, y mucha superficialidad. Ahora bien, más que estos fenómenos, es la complacencia frívola lo que suscita mayor inquietud. Quienes tuvieron que reconstruir la sensibilidad moral y estética tras la Segunda Guerra Mundial tenían muy presente que la alternativa a la buena cultura era la brutalidad de Auschwitz. Hoy apenas se tiene constancia de que el tren que lleva a los campos de concentración es el nihilismo.
“El fundamento de un mundo en el que todos puedan vivir con dignidad se encuentra en la piedra angular de los valores morales y espirituales”
Riemen no maquilla la situación y recuerda una y otra vez que hemos llegado hasta el extremo de ahogar la pregunta por el sentido. Pero no es pesimista. Y no lo es porque, si se rebusca bien, de la larga historia de la civilización no nos apremian solo las desgracias, sino aquellos momentos mágicos en los que la verdad, la belleza y el bien repoblaron los desiertos de la desolación.
La cultura europea
La cultura, tal y como expresa Riemen, es el camino que nos humaniza, lo que quiere decir que nos hace mejores. Asimismo, apostar por la nobleza espiritual significa lo mismo que comprometerse con la formación de uno mismo. Pero los beneficios del humanismo no acaban ahí: constituye también el caldo de cultivo para la apertura del ser humano a la trascendencia. Sin esa clave, la religión queda sofocada, y las preguntas sobre el misterio de la existencia no llegan siquiera a plantearse.
Hay síntomas, como la vulgaridad, el radicalismo o la preocupante presencia de actitudes fascistas, a los que debemos enfrentarnos. En Para combatir esta era, el fundador de Nexus sugiere dónde se encuentra la salida de la crisis y afirma que hay que proponer un nuevo clima espiritual. “El fundamento de un mundo en el que todos puedan vivir con dignidad no lo encontramos en una ideología, en el dinero o en la tecnología, sino que se encuentra en la piedra angular de los valores morales y espirituales, que son metafísicos”.
Si el propio Riemen vuelve la vista a la tradición europea, es porque descubre en ella no solo idiosincrasias, sino un vocabulario universal. De acuerdo con otro pensador insustituible de hoy, Rémi Brague, lo que ha ensanchado el espíritu europeo es su condición foránea: el hecho, en fin, de estar hecha de retazos y préstamos. Por esta razón, Europa es esencialmente inclusiva.
Con un estilo directo y llano, bastante entretenido, Riemen está ayudando al gran público a sintonizar con los principales temas de la alta cultura. Sería erróneo en cualquier caso suponer que entiende la cultura de modo libresco: culto es aquel que atesora experiencias y contribuye a enriquecer, como este autor, eso tan maravilloso que supone ser humano.
Libros de Rob Riemen en españolNobleza de espíritu (Taurus, 2016) Para combatir esta era (Taurus, 2018) El arte de ser humanos (Taurus, 2023)
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2 Comentarios
Lenie [tia de Rob Riemen, 93 años]: «lo que aprendimos en el campo de detención japonés». [1942] «Somos todos iguales, somos todos humanos. La única diferencia importante es la que hay entre gente buena y gente mala». (El arte de ser humanos)
Josemaría: qué buena idea la del texto y el audio a la vez. También se agradecen lecturas abiertas a la esperanza y a la comprensión de la realidad desde sus raíces. Un fuerte abrazo.