Este libro, que se había publicado antes en castellano con el título La estrella de los cheroquis —aunque sería mucho más adecuado el título original, La educación de Pequeño Árbol—, ocupó mucho tiempo el primer puesto de los libros más vendidos en las listas del New York Times.
Años 30, durante la Ley Seca. Cuando tiene cinco años y se queda huérfano, Pequeño Árbol se va a vivir con sus abuelos cheroquis a los Montes Apalaches, en Tennessee. Cuando ha pasado ya tiempo pero con la perspectiva ingenua del niño que era entonces, él mismo narra lo que sucedió, sobre todo, hasta que cumplió siete años. Entre otras cosas, su abuelo le enseña a relacionarse con la naturaleza tal como lo hacen los cheroquis, y le habla de la importancia de tener un oficio como el suyo, de fabricante de whisky.
La historia presenta el atractivo de una educación basada en una transmisión de conocimientos directa y continua -como la del artesano que comunica su oficio-, e impartida con una enorme generosidad -el lector puede apreciar la dedicación de los abuelos mucho más de lo que parece hacerlo el narrador-. La trama es una sucesión de distintos episodios donde se alternan escenas o comentarios graciosos y momentos intensos. El tono ingenuo del narrador es muy simpático y sirve para justificar incluso el desaliño de algunos comentarios (pues casi en la misma línea puede hacer afirmaciones tipo “probablemente sin duda”). Sus descripciones de la vida en la naturaleza son normalmente sobrias y claras. Queda expresa la visión de las cosas de los indios cheroquis y el despojo que sufrieron, pero los acentos no son hirientes ni amargos.
