La orquesta del Reich. La Filarmónica de Berlín y el nacionalsocialismo

Edhasa.

Barcelona (2012).

411 págs.

19,90 €.

Traducción: Gabriela Adamo.

TÍTULO ORIGINALDas Reichsorchester

Estamos ante un apasionante ensayo que recoge los años más sombríos de la que ha venido a ser la mejor orquesta del mundo –la Filarmónica de Berlín– y su estrecha vinculación con el partido nacionalsocialista, desde el año 1933 hasta el final de la guerra. Durante ese período, la que se conocía como Orquesta von Benda –por el nombre de su fundador– pasa a ser la Orquesta del Reich.

Es muy curioso y significativo que Goebbels –de cuyo ministerio dependía la orquesta–, consciente de la importancia política y del valor simbólico de esta institución cultural en la Alemania nazi, la dotara de unos privilegios y unas prebendas absolutamente únicos. Por ejemplo, en ninguna otra orquesta en Alemania –ni siquiera en las prestigiosísimas de Leipzig o de Dresde– gozaron los instrumentistas de su estatus de “uk” –unabkömmlich–, lo que garantizaba sus puestos de trabajo e impedía que llegaran a ser movilizados militarmente. Esto explica que continuaran con su actividad musical en los pocos edificios que iban quedando indemnes, hasta pocos días antes de que los rusos entraran en Varsovia.

También resulta sorprendente la política racial que llega a la propia orquesta, a partir de la inserción del llamado “parágrafo ario” en la “ley sobre la reconstrucción del empleo público de carrera”, del año 1933. Esto hace que algunos de los mejores instrumentistas de la formación hayan de abandonar sus puestos de trabajo y su país para poder salvar sus vidas. Incluso los semi-judíos –por ejemplo, casados con una mujer hebrea– son mirados con recelo por algunos músicos que militaban oficialmente en las filas del partido, el NSDAP. La delación estaba a la orden del día entre los atriles de la Filarmónica.

El libro viene a defender una cuestión ampliamente discutida. Para muchos, la figura del director titular de la orquesta durante aquellos años, Wilhelm Furtwängler, está indisociablemente unida a la barbarie nazi, si no como colaboracionista activo, al menos con la connivencia que otorga el silencio y la sumisión. Sin embargo, se pone aquí de manifiesto cómo Furtwängler hizo lo posible por defender los derechos de su secretaria particular –la judía Berta Geissmar– así como de los instrumentistas afectados por aquellas terribles leyes raciales.

Además, tras el llamado “affaire Hindemith”, en el que el director quiso interpretar la Sinfonía “Mathis el pintor” de Paul Hindemith y el partido lo prohibió por considerarla música perniciosa, el propio Furtwängler dimitió de su cargo y se dedicó a dirigir la orquesta esporádicamente, fruto de lo cual surgió la figura de un jovencísimo director cercano al régimen, que llegaría a ser un referente mundial: Herbert von Karajan.

El partido nacionalsocialista, en su locura destructiva, comenzó a configurar las programaciones de la orquesta, con arreglo a sus prejuicios arios: los contratos a personalidades internacionales como los directores Bruno Walter u Otto Klemperer, el compositor Arnold Schönberg o los solistas Artur Schnabel o Fritz Kreisler fueron sistemáticamente rescindidos. Se suprimió la música de Mendelssohn y, en su lugar, Wagner vino a llenarlo todo. La locura se apoderó de las salas de conciertos y festivales, y la música se puso al servicio de Moloch.

Lectura muy atractiva para todos los que estén interesados en la vida social y cultural en los años previos a la segunda guerra mundial. Resultaría estupendo enriquecerlo con la lectura de El mundo de ayer, de Stefan Zweig.

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