La hija del rey del país de los elfos

Alfabia.

Barcelona (2012).

365 págs.

22 €.

Traducción: Marian Womack.

TÍTULO ORIGINALThe King of Elfland's Daughter

GÉNERO

A Lord Dunsany, un escritor irlandés cuyo nombre completo era Edward John Moreton Drax Plunkett (1878-1957), se debe este relato de aventuras fantásticas que puede ser considerado como uno de los pocos antecedentes valiosos de Tolkien.

El parlamento del país de Erl desea que, en su mundo, haya algo de magia. Con ese fin, el heredero Álveric atraviesa la frontera que separa Erl del país de los elfos y allí conoce a Lirazel, la hija del rey. Ambos se enamoran y regresan a Erl. Lirazel tiene un hijo, Orión, a quien cuida y educa la bruja Ziroonderel. Poco a poco, Orión se convierte en un gran cazador. Pero Lirazel siente la llamada de su tierra, debido a una runa mágica enviada por su padre, y regresa sin que lo sepa Álveric. Este reúne una compañía formada por unos personajes singulares y va en su busca.

El autor mezcla bien la fantasía épica o caballeresca –o también high fantasy, relatos que se desarrollan en un mundo autónomo distinto al nuestro; frente a los de low fantasy, que son los que tienen lugar en un mundo al que se accede desde el que conocemos– con la fantasía propia de los cuentos de hadas, con seres y elementos típicos, como encantamientos, hadas, gnomos, trolls, etc.

La historia se desarrolla con lentitud, pues su autor no pretende tanto tensar el argumento aventurero como evocar ambientes. El narrador elude las explicaciones con habilidad; emplea un lenguaje ondulante, que resulta muy apropiado para poner en pie un mundo mágico; logra crear magistrales escenas llenas de buen humor; y también hay momentos en los que recurre a una ironía simpática.

La obra tiene atractivo, por su prosa envolvente y por su poder imaginativo. También porque los lectores de Tolkien reconocerán en ella elementos como la espada mágica, los bosques amenazadores, o el clima propio del País de los Elfos, donde “ninguna cosa mide su felicidad en la transformación o el cambio o lo novedoso, sino que experimentaban su éxtasis en la contemplación de todas las cosas hermosas que habían existido desde el principio de los tiempos, y que aún relucían sobre aquellos prados mágicos con la misma intensidad que cuando fueron creadas por primera vez por algún cántico o hechizo”.

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