Barbara Honigmann, hija de emigrantes judíos alemanes retornados a su país en 1947 tras un periodo de exilio en Gran Bretaña, nació en Berlín Este en 1949 y está considerada una de las escritoras germano-judías más importantes de la generación de posguerra. Su madre, Litzy Friedman, fue la primera esposa de Kim Philby, el famoso espía de origen británico al servicio del KGB, si bien ese fue un periodo de su vida del que poco quiso hablar. Su padre, Georg Honigmann, tercer marido de Litzy, del que se divorciaría posteriormente, fue editor jefe del periódico Berliner Zeitung.
Un capítulo de mi vida es un libro de memorias cuyo título hace referencia a la expresión que utilizaba su madre cuando le hacía algún comentario sobre el periodo en el que estuvo casada con Kim Philby, durante los primeros años de la década de los treinta del pasado siglo. Un tiempo en el que su implicación con la causa comunista la situó al límite de la legalidad y la llevó a exiliarse a Inglaterra. Posteriormente, la fama de Philby como espía llevaría a periodistas y escritores a interesarse por su vida, pero Litzy nunca consintió dar información al respecto, y fue precisamente ese silencio lo que les llevó a hacer sus propias interpretaciones, falseando la realidad.
Un año antes de morir, cuando ya hacía un tiempo que vivía en Viena, desencantada del comunismo, decidió mostrar a su hija Barbara algunas pinceladas de aquel periodo que pudieran corregir algunos errores difundidos sobre ella. Sin embargo, volvió a poner en práctica un consejo que ella misma dio muchas veces a Barbara: “Si mientes, miente lo más cerca posible de la verdad”, evitando así despejar la duda sobre su implicación en el espionaje como agente soviética.
Barbara Honigmann cuenta de manera desapasionada pero personal la historia de su madre, al intentar dar luz sobre la vida de una mujer judía, comunista, generosa, genial y con una existencia caótica y cargada de contradicciones. De convicciones comunistas firmes, deseosa de construir una nueva Alemania surgida del desastre bélico, tuvo que sufrir el desencanto de un comunismo fracasado, de ilusiones frustradas y esperanzas malogradas.
Sin más documentación que la memoria de lo vivido en su familia y lo poco que su propia madre le trasmitió, Honigmann hace un retrato diferente de una época compleja, con la sutileza y la discreción de quien se adentra en la intimidad de otro con el respeto que le es debido.