El trabalenguas de la nueva agencia de la ONU para la mujer

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La ONU es un todo un mundo de siglas. Por eso facilita mucho la vida que sean reconocibles y sencillas (OMC), y mejor aún pronunciables (FAO). Pero abundan los nombres largos, y acrónimos felices como Unesco, Unicef u Onusida (UNAIDS en inglés) son los menos. Junto a siglas simplemente vulgares (OMM, PMA), hay otras feas o complicadas: FNUP, OACNUDH, UNFCCC.

A veces una agencia tiene más suerte en un idioma que en otro; por ejemplo, la dedicada a los refugiados no sale mal parada en español (ACNUR), pero resulta difícil de decir en inglés (UNHCR). Se lleva la palma la Oficina del Alto Representante del Secretario General para los Países menos Adelantados, los Países en Desarrollo sin Litoral y los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo; afortunadamente, las siglas no incluyen todas las iniciales del nombre inglés, y así quedan en unas meras OHRLLS.

Desde hace varios años, la secretaría general de la ONU quería fundir en uno solo cuatro organismos para la mujer cuyas competencias se solapaban: UNIFEM, INSTRAW, DAW y CEDAW. Por fin, el pasado 2 de julio, la Asamblea General aprobó la propuesta. Esperemos que la fusión reporte ahorro, más orden administrativo y mayor eficacia en favor de las mujeres; pero desde el punto de vista fonético hemos ido de mal en peor. La nueva cosa se llama United Nations Entity for Gender Equality and the Empowerment of Women (Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer). Si el nombre es buena muestra de la jerga burocrática onusiana, las siglas oficiales caen en el ridículo.

Unegeew tiene dos inconvenientes principales. Primero, es engorroso de pronunciar en los seis idiomas oficiales de la ONU y en casi todos los demás. Segundo, la sílaba final, “eew”, es una expresión de asco en inglés. (En español no quedaría mucho mejor: Enuigem parece un carraspeo.)

No todos los delegados presentes en la Asamblea General cayeron en la cuenta a tiempo. El problema es que, tras cuatro años de discutir si el nuevo organismo era conveniente o no, y qué cometidos debería tener, se dejó el asunto del nombre para el final, cuando urgía votar. En los sucesivos borradores se propusieron nombres más sencillos, pero se desecharon, explica Neil MacFarquhar en International Herald Tribune (5-07-2010). “U.N. Women” no gustaba a nadie: sonaba a club social, y las siglas parecían una negación de las mujeres (unwomen). También se descartó “Nations United for Women”, por considerarlo falto de chispa. Sin tiempo ya para buscar un nombre atractivo, se optó por otro que enunciara la finalidad del organismo en términos políticamente correctos. Como suele suceder, el resultado de atenerse a los actuales cánones culteranos ha sido una expresión farragosa e inelegante.

Solo los franceses, tan celosos de su lengua, se librarán de la cacofonía. Consiguieron meter en el documento constitutivo de la nueva entidad el nombre oficial francés elegido por ellos, que se desembaraza del género y del empoderamiento para quedar en un llano y directo ONU Femmes.

Los demás, si en caso de fuerza mayor hemos de mentar la entidad, la llamaremos organismo de la ONU para la mujer. Seremos así más claros y también más concisos. En la ONU, el nombre es el circunloquio.

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