Costa de Marfil: el tiempo y Gbagbo contra la presión exterior

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Resulta difícil discernir desde lejos cuál puede ser la salida del impasse del país marfileño, que fue una república modélica desde la descolonización en 1960, bajo el mandato de Félix Houphouet-Boigny. Da la impresión de que no coinciden en modo alguno las valoraciones de las instancias internacionales (ONU, UE, UA, CEDEAO), con la postura del que debería ser presidente saliente, Laurent Gbagbo.

Se han sucedido los intentos de mediación, que han chocado siempre, según parece, con la tozudez de Gbagbo, que cuenta con dos elementos esenciales -el tiempo y la televisión-, para asegurarse en el poder. De hecho, el compromiso de convocar elecciones, asumido en Marcoussis, cerca de París, en 2003, y Uagadugú en 2007, tardó demasiados años en hacerse realidad, con una concatenación de conflictos y excusas.

Presión internacional

Tras las elecciones de noviembre, Gbagbo se mantiene en el poder al haber rechazado los resultados favorables a Alassane Ouattara, proclamados por la comisión electoral independiente, certificados por la ONU y reconocidos por la comunidad internacional. Sólo rectificados por el consejo constitucional, sospechoso de no ser parcial.

Entretanto, Alassane Ouattara, el vencedor de las elecciones según la comisión de control independiente -antes de la “revisión” del consejo constitucional-, permanece recluido en el Hotel du Golf de Abiyán desde el 28 de noviembre, protegido por los cascos azules. El tiempo juega en contra de él: cuanto más crece la presión internacional, más los partidarios de Laurent Gbagbo acentúan los resortes oficiales para consolidar la “identidad nacional” frente a injerencias extranjeras. Prosiguen esporádicamente los actos de violencia, pero no acaba de estallar, por fortuna, una guerra civil, entre otras cosas, porque no se sabe qué dos bandos podrían formarse.

No fue masivamente seguida, como deseaba Ouattara, la “operación país muerto” el martes 18 de enero. Porque, en el fondo, gracias a la televisión, Gbagbo tiene más capacidad de dominar la calle. Tiene también más experiencia como agitador socialista, forjado en la oposición a Félix Houphouet-Boigny, mientras Ouattara se ha formado más bien en Occidente y con mentalidad occidental (ha trabajado en el Fondo Monetario Internacional). En su esquema no entra la fuerza como medio de acceder al poder.

El toque de queda intermitente, los desórdenes de orden público, la disminución de la actividad económica, son razones que operan contra el candidato electo, pero no reconocido internamente. Patrick Achi, el portavoz de Ouattara, sigue confiando en el peso de la comunidad internacional. Más aún, cuando Gbagbo no tiene el aval del Banco Central marfileño.

Un manifiesto universitario internacional en “Le Monde”

Entretanto un importante colectivo internacional, formado sobre todo por profesores universitarios del mundo entero, publicó en el diario Le Monde un duro comunicado con el título “Laurent Gbagbo, jefe etnocentrista”. Comienza afirmando que no existe ningún supuesto odio entre grupos étnicos enemigos, aunque existe de hecho un riesgo de guerra civil. En barrios de Abiyán, tras la intervención de las fuerzas de seguridad leales a Laurent Gbagbo, las familias siguen sin tener noticia de personas desaparecidas, los reportajes muestran cadáveres tirados en las calles, los funcionarios de la morgue se niegan a devolver a su familia los cadáveres de personas asesinadas. Fuera de Abiyán, principalmente en el oeste del país, ONG hablan de graves violencias contra civiles.

Pero en Costa de Marfil no hay odios atávicos entre grupos étnicos, ni entre autóctonos y extranjeros, ni entre norteños y sudistas, ni menos aún entre cristianos y musulmanes. Al contrario, allí existe un mestizaje antiguo. Se puede hablar de un “melting-pot transétnico, cosmopolita y pluriconfesional”. No es fácil imaginar quién iría contra quien en una hipotética guerra civil.

La única posible diferencia entre los dos campos se encuentra en su concepción de la ciudadanía. El régimen de Gbagbo sería etnocéntrico: sólo los miembros de los grupos étnicos originarios del sur de Costa de Marfil tienen el derecho de elegir a su líder. Así se explica la idea de anular el voto a favor de Ouattara de los departamentos del norte y del centro. Pues esos votos corresponderían a ciudadanos de segunda clase. En el otro campo, prevalece una concepción republicana de la ciudadanía basada en el ius soli y en la igualdad de todos los marfileños.

El papel de obispos y líderes religiosos en la crisis

A los problemas reales se han venido a añadir recientemente intentos de mezclar religión y política en la actual contienda. Así, en una entrevista con “jeuneafrique.com”, el antropólogo de Costa de Marfil Bony Guibléhon analiza el papel de los líderes cristianos y musulmanes en el espacio público de su país. No ha sido bien interpretada la referencia de los obispos católicos -en su llamamiento al apaciguamiento y al diálogo publicado el 3 de enero-, en la que se oponían a la intervención de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO). Para Guibléhon, esta postura es consecuencia solo de la concepción cristiana de que la violencia no es camino para la resolución de las crisis.

De hecho, Agustín Obrou, portavoz de la Conferencia Episcopal marfileña, ha tenido que salir al paso de la que considera propaganda hábilmente manejada por los partidarios de Alassane Ouattara contra los obispos de Costa de Marfil, con acusaciones injustas ligadas a actividades económicas y obras públicas. Habrá que esperar al final de su asamblea plenaria, del 17-23 de enero, en Bingerville, Abiyán, para conocer un nuevo comunicado, que complete el emitido el 3 de enero.

A juicio de Bony Guibléhon, los esfuerzos de los líderes de esas confesiones han impedido que se dé en Costa de Marfil una guerra abiertamente religiosa. Reunidos en el Foro de Confesiones Religiosas de Costa de Marfil establecido en 1995, en vísperas de las tensiones socio-políticas, han jugado un papel importante en el fortalecimiento de las relaciones entre musulmanes y cristianos, y también en la mediación de la crisis marfileña. Los líderes religiosos son suficientemente maduros y conscientes de su responsabilidad.
Algunos aluden a los evangélicos como “ejército religioso” de Laurent Gbagbo. Parece una exageración, aunque existe una relación compleja de los movimientos pentecostales evangélicos con el presidente. Y no falta en momento de crisis tentaciones de apoyarse también en elementos religiosos para consolidar el poder.

Optimismo a pesar del fracaso de la mediación

Desde luego, “el tiempo se está agotando», ha advertido el Primer Ministro keniano, Raila Odinga, mediador de la Unión Africana en la crisis de la Costa de Marfil, al anunciar el 19 de enero el fracaso del intento de llegar a un acuerdo entre Laurent Gbagbo y Alassane Ouattara. Ningún avance se ha materializado a pesar de las prolongadas conversaciones con ambos. Ni siquiera Gbagbo cumplió su promesa de levantar el asedio al hotel donde vive Ouattara. Esto hace que la opción militar por parte de la CEDEAO se haga más cercana. De hecho, los jefes militares acaban de reunirse en Bamako, capital de Malí, y han deliberado sobre los detalles de la posible intervención militar en Costa de Marfil para deponer a Gbagbo e instaurar en el poder a Ouattara.

No obstante, al dar cuenta Raila Odinga del fracaso de su segundo intento de mediación al presidente de Ghana, afirma que no pierde la esperanza: “A pesar del revés de ayer, mantengo el optimismo de que una solución pacífica está a la vista”, informa “abidjan.net”.

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