Pese a que las diatribas de Donald Trump contra la inmigración mexicana trampean con una eventual “invasión azteca” al país del norte, las estadísticas dicen una cosa muy distinta: a día de hoy, el flujo de mexicanos que llega a EE.UU. es bastante menor que el de los que toman el camino inverso.
Los números los trae un reciente reporte del Pew Research Center, que cruza datos del censo de EE.UU. y de la Encuesta Nacional Demográfica mexicana. Entre 2007 y 2014, la población mexicana o de origen mexicano en EE.UU. bajó de 12,8 a 11,7 millones. En el mismo periodo se registró, por primera vez, un saldo migratorio negativo de mexicanos: un millón largo regresaron a casa, mientras unos 870.000 entraron en EE.UU.

El endurecimiento de los controles fronterizos por parte de EE.UU. está teniendo efecto disuasorio. Es la primera vez desde 1965 que baja la población inmigrante mexicana en Estados Unidos. En cincuenta años han entrado desde México 16 millones largos de personas, más que de cualquier otro país.
Las causas de que la corriente haya cambiado de curso son diversas. Una de las más mencionadas es la lenta recuperación económica de EE.UU. desde la irrupción de la crisis a finales de la pasada década. La mayoría de los inmigrantes mexicanos son trabajadores no cualificados, muy vulnerables a los vaivenes de sectores económicos como la construcción, uno de los que cayó con más fuerza en este tiempo.
Precisamente un estudio del Instituto de Política Migratoria, con sede en Washington, apunta que la diáspora mexicana en EE.UU. registra menores niveles educativos y socioeconómicos que la población estadounidense y otros colectivos inmigrantes. La renta media anual de una familia de mexicanos en EE.UU. es de 36.000 dólares, 14.000 menos que la media de otros hogares de inmigrantes y 16.000 menos que la de los nacionales.
Por otro lado, dice el Pew, según una encuesta a mexicanos residentes en su país, un tercio creen que los emigrados a EE.UU. no han mejorado su situación.
Menos indocumentados
Otro factor de importancia en el actual “déficit” migratorio mexicano hacia EE.UU. ha sido el endurecimiento de los controles fronterizos por parte de Washington, que parece estar teniendo efecto disuasorio. Un indicio es el descenso de mexicanos sorprendidos cuando trataban de entrar ilegalmente en EE.UU.: de 1,6 millones anuales a mediados de los años ochenta y a principios de este sigo, a 230.000 el año pasado, el nivel más bajo desde 1971. A día de hoy, los centroamericanos apresados por la Border Patrol superan, con 257.000, a los mexicanos.
En consecuencia, el número de inmigrantes ilegales mexicanos en EE.UU. ha bajado de 6,9 millones en 2007 a 5,6 millones en 2014, según la estimación del Pew. Pero apenas un 14% de los retornos han sido por deportación, si bien la cifra no puede ser muy exacta, pues muchos de los expulsados a México vuelven a cruzar la frontera para reunirse con sus familiares en el norte.
Los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos bajaron de 12,8 millones en 2007 a 11,7 millones en 2014
Son muchos más los que vuelven a México para reunirse con sus familias o por haber encontrado trabajo en su país. Son el 60% del total, y lo curioso es que con ellos también “regresa” un grupo significativo de personas de origen mexicano, pero nacidas en EE.UU. Se trata de unos 100.000 ciudadanos estadounidenses de pleno derecho que van a establecerse en la patria de sus padres, en algunos casos por la imposibilidad de estos de obtener permiso de residencia en el norte.
Los que menos se nacionalizan
El decrecimiento del número de mexicanos en EE.UU. es palpable también en la disminución del número de personas en México que dicen tener algún conocido o pariente en el país vecino. Eran el 42% en 2007 y ahora son el 35%.
Por otra parte, otro factor, no mencionado, del descenso de la migración pudiera ser que desde 1998 México no priva de la nacionalidad a los emigrados que adquieren la ciudadanía estadounidense. El cambio anima a naturalizarse en EE.UU. y facilita el retorno de quienes lo hayan hecho. Sin embargo, cambiar los hábitos cuesta, y todavía, según el consulado mexicano en Los Ángeles, solamente el 35% de los mexicanos residentes en EE.UU. y con posibilidad de solicitar a la nacionalidad estadounidense da el paso, en comparación con el 70% de los inmigrantes de otros países, que sí se acogen a ella en cuanto les es posible.
Remesas: futuro incierto
Pero aunque México esté muy dispuestos a recibirlos, el regreso de los emigrantes puede causar un problema: la previsible caída de las remesas, una importante fuente de ingresos desde el exterior, o más exactamente, la segunda tras la exportación de crudo y sus derivados.
Según una información de BBVA Research, las remesas enviadas a México por sus emigrados desde enero hasta septiembre de 2015 sumaron 18.624 millones de dólares, un 5,9% más que en igual período de 2014. Detrás de ello estaría la fuerte revalorización del dólar, y son números que se agradecen ahora que el petróleo mexicano, que representa el 30% de los ingresos del país, no levanta cabeza en los mercados internacionales desde que EE.UU. descubrió el fracking.
Solo que el dólar, como toda mercancía, fluctúa, y cuando los vientos económicos hagan girar la veleta, ya en EE.UU. habrá menos mexicanos, menos familiares dispuestos a echar una mano. Y muchos, previsiblemente, volverán a poner sus ojos en la frontera.