“Por favor, juegue”

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La clásica escena de una taberna del Lejano Oeste en que cuatro cowboys se lían a tiros por el resultado de una partida de póquer, hoy no tendría sentido: se puede jugar a las cartas y apostar desde casa, tumbado en el sofá. El teléfono móvil hace las veces de saloon, y el jugador también puede pegar un brinco de euforia o hundirse en la miseria emocional. Lo que está garantizado, en cualquiera de los dos casos, es que querrá seguir intentándolo…

A día de hoy, los planetas están alineados para “facilitarle la vida” al jugador online: tiene un fácil acceso a Internet, la posibilidad de apostar hasta última hora en el caso de los eventos deportivos, la comodidad de poder hacerlo desde cualquier sitio, y la inmediatez de la recompensa –o de la decepción–, a los que pone la guinda un bombardeo publicitario a tope. Nunca fue tan sencillo. Quizás por ello el fenómeno va tomando cada vez más fuerza.

Las casas de apuestas “online” en España no fueron conscientes de que su escalada publicitaria provocaría una reacción del gobierno

La web de la Dirección General de Ordenación del Juego trae algunos datos de interés en España. Si en 2013 había unos 640.000 jugadores activos, en 2017 pasaron a ser casi 1.4 millones, que se gastaron 560 millones de euros, 331 millones más que en el primer año citado. Por supuesto, ha habido dónde escoger para poner el dinero: a las apuestas –principalmente las deportivas– se destinaron casi 311 millones de euros (31% más que en 2016), y les siguieron el casino (171 millones), el póquer (59,7 millones) y el bingo (11,6 millones), entre otras.

¿Quiénes apuestan? Generalmente hombres (83%) menores de 46 años (87%). Si se acota más este universo, el perfil de edad más representativo es el de los 26 a los 35 años (un 32% del total). Tenemos así a chicos que, en varios casos, ya habían probado suerte una o dos veces en las máquinas tragaperras y que, al tanto de las bondades de la tecnología, terminaron pasándose al juego online, con la esperanza de que, tras una primera ganancia, vendrían otras más jugosas, o de que, tras una pérdida, no podían sino comenzar a ganar. Es lo que prometían los rostros sonrientes de Cristiano o Neymar mientras echaban una partida de póquer y arrasaban a sus rivales. ¿Por qué la fortuna de los demás iba a ser menos?

Alegría para unos, miseria para otros

La publicidad está haciendo su parte –una gran parte, podría decirse–: solo en concepto de marketing, las empresas de juego y apuestas virtuales han ido subiendo la inversión en publicidad: de 67 millones de euros en 2013, la curva siguió hasta los 113 millones de euros en 2014, para bajar apenas 10 millones en 2017.

En 2018, sin embargo, ha habido un repunte, a tenor del entusiasmo desplegado en torno al Mundial de Fútbol. Así, durante el segundo trimestre, los gastos de marketing han escalado hasta los 81 millones de euros (un 50% más que en igual período de 2017), y en la misma dirección han ido los volúmenes de dinero depositado en apuestas, con 609 millones (un 65% más que entonces).

Por supuesto, la marea publicitaria subió unos cuantos metros en varios países durante los días del Mundial. En el Reino Unido, el periodista Kevin McKenna se quejaba en The Guardian con un titular punzante: “La Copa trae alegría a los fans y miseria a los jugadores online”. Según explicaba, la “irritante” oleada de anuncios de apuestas online ponía en peligro a unos cuantos miles de familias pobres, a las que más negativamente impacta la adicción a este pasatiempo.

Un renombrado diario español ha enumerado las “ventajas” de las apuestas deportivas “online” frente a las de toda la vida

“Hay docenas de casas de juego online que gastan fortunas en una obscena y frenética carrera para alcanzar a su presa predilecta: los hombres de clase trabajadora, de bajos salarios, y amantes del fútbol”, dice el columnista, que aprecia aún más insidia en el mensaje “Por favor, juegue responsablemente”, que aparece al final de los anuncios. “No es más que una broma cruel, que de modo subliminal te dice: Por favor, juegue”.

Ahora bien, si un futbolista de élite, adorado por las multitudes, tiene en su camiseta el logo de una casa de apuestas, la invitación queda hecha “como al descuido”. McKenna observa cierta complicidad de los clubes en todo esto. “[Las autoridades del fútbol] deberían estar avergonzadas, pues con plena conciencia les están dando licencia a esas compañías para que continúen destruyendo las vidas de generaciones de sus más leales seguidores”.

El analista apunta que los dos principales clubes de su ciudad, la escocesa Glasgow –que ya es la más afectada en el Reino Unido por la adicción a las tragaperras–, son patrocinados por grandes casas de apuestas. Pero dondequiera cuecen habas: el Real Madrid cuenta con el auspicio de BetCart y Codere; el Barcelona y la Juventus, con el de Betfair; el Paris-Saint Germain, con el de Unibet, y así por el estilo.

Con la tarjeta de papá

Así como el hombre Marlboro dejó de aparecer un buen día en las teles y en las vallas publicitarias, gracias a la abrumadora evidencia de que el tabaquismo era puerta de entrada del cáncer de pulmón (de hecho, cinco de los que encarnaron al personaje murieron por esa enfermedad o por otras relacionadas con el hábito de fumar), no pocos creen que es hora de dejar de promocionar el juego y las apuestas online, no porque maten per se, sino por ser fuentes de conflicto y de degradación personal.

A mediados de la pasada década, la exsenadora demócrata norteamericana Blanche Lincoln advirtió el peligro de la publicidad de este “entretenimiento” y en 2006 apoyó una ley que prohibía “toda forma de juego que involucre las telecomunicaciones estatales”. En 2011, sin embargo, el Departamento de Justicia de la administración Obama interpretó que esa regulación no incluía a todos los juegos online –solo a las apuestas deportivas–, por lo que les dio vía libre, una decisión que no solo eludió su examen por parte del Congreso, sino que “dejó a muchos menores de edad y adictos desprotegidos ante las prácticas predatorias de la industria”.

Lincoln, que junto a otros políticos republicanos y demócratas encabeza los esfuerzos para lograr que se vuelva a la ley de 2006, hace una relación de los perjuicios que ya ocasionan el juego y las apuestas online en EE.UU. y en otros países. En Irlanda, por ejemplo, un sondeo publicado a principios de año reflejaba que el 64% de los encuestados reconocía tener “quizás” un problema de adicción, y tres cuartas partes habían tomado dinero prestado o habían vendido algo para poder apostar. No lejos, en el Reino Unido, un informe del regulador estatal del sector señalaba que 370.000 niños y jóvenes juegan online cada semana, y que muchos de los ya “enganchados”, sin importar su extracción social, roban dinero a sus padres y abuelos –o a sus tutores, en el caso de los que están en centros de acogida– para apostar. En junio, por ejemplo, The Sun refirió el caso de un niño de 13 años que había tomado la tarjeta de crédito del padre y había gastado 80.000 libras en apps de apuestas deportivas.

Los jóvenes, más vulnerables

Los menores de edad, como puede suponerse, están en la primera línea de riesgo. Su falta de experiencia y un insuficiente dominio de sí mismos son los filones que aprovechan las empresas de apuestas y juegos online para intentar que su publicidad cale.

No es por azar que, en la sección junior de las webs de dos equipos de fútbol británicos, aparecieran los logos de dos compañías de apuestas, según informó la BBC en septiembre. En este momento todavía puede verse, en el apartado infantil de los Wolverhampton Wanderers, el logo del casino online W88, si bien cuando se cliquea ya no nos dirige al referido sitio.

“Hay docenas de firmas de juego online que gastan fortunas para alcanzar a su presa predilecta: los hombres de clase trabajadora, de bajos salarios, y amantes del fútbol”

La psicóloga Consuelo Tomás, del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones No Tóxicas, dice a Aceprensa que el efecto de esta publicidad es completamente negativo, “fundamentalmente en los jóvenes”. “Un adolescente que está conformando su personalidad, es más vulnerable: ve a sus ídolos deportivos y cree lo que estos le están diciendo. Entiende que el éxito está en jugar, porque quien se lo dice es joven, tiene fama y dinero, y él quiere emular esa conducta”.

Pero no solo invitan las estrellas del deporte. Hay incluso medios “serios” que se permiten enseñar a los inexpertos qué hacer para “triunfar”. Un renombrado diario nacional nos cuenta “qué debemos tener en cuenta cuando hacemos apuestas online”, y desmiga las ventajas de las apuestas deportivas en la web frente a las de toda la vida.

Las de Internet, dice, “son rápidas y económicas. Te ahorras colas, tiempos de espera y trámites. Esto hace de las apuestas online un juego muy atractivo e ideal para los que vamos ocupados todo el día y no tenemos tiempo para mucho más. Eso sí, siempre que lo disfrutes como cualquier otra actividad de ocio: con moderación y responsabilidad”.

Como se ve, la coletilla final –demostradamente inútil– es ya bastante familiar.

¿Publicidad cero, o limitada…?

En España, el bombardeo publicitario en la televisión y en otros medios sobre las apuestas online –particularmente ese anuncio en que un conocido presentador de concursos aparece exultante y con el puño en alto de tanto triunfar–, ha llamado la atención de políticos, periodistas e intelectuales. Justo a finales de septiembre, la escritora Rosa Montero se dirigía en Twitter al presentador que se había prestado para la promoción –que en ocasiones se cuela hasta dos veces en un mismo bloque de publicidad– y le afeaba: “No vale anunciar todo, por muy bien que te paguen”.

Los políticos, por su parte, parecen estar reaccionando al fenómeno. El gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y Podemos, su aliado de ultraizquierda, han fraguado una propuesta de regulación en el proyecto de Presupuestos Generales de 2019. Según el texto, vista la proliferación de una publicidad que tildan de “agresiva” y que contribuye a generar “graves problemas de adicción y ludopatía”, sería imperioso “reconducir esta situación”, por lo cual, se adelanta que habrá una nueva normativa sobre los anuncios de juego y apuestas en la red que será similar a la del tabaco –a día de hoy, hay cero publicidad del producto, con lo cual…–.

Desde la Moncloa proponen que la nueva regulación incluya limitaciones al consumo de juegos, además de mecanismos de identificación de patrones problemáticos; también, que las casas de apuestas y juegos online se impliquen en reparar los efectos indeseados de esta práctica, y que un porcentaje de la tasa que pagan por operar se destine a prevenir y paliar sus consecuencias negativas.

El perfil más representativo del jugador “online” en España es de un varón de 26 a 35 años

Probablemente las empresas aludidas no esperaban que la normativa fuera tan tajante, según explica a El País el sociólogo José Antonio Gómez Yáñez, de la Universidad Carlos III. En su opinión, la escalada publicitaria de las casas de apuestas virtuales –que de 800.000 anuncios en 2016 pasaron a más de dos millones y medio el año siguiente– ha contribuido a ponerlas en el foco de atención: “No han sido conscientes de que han pasado de ser un sector que pasaba desapercibido a colarse en la cena de los españoles, y de que iban a provocar una reacción del gobierno”, dice.

Si de alguna manera, sin acotar innecesariamente la libertad de empresa, la regulación de su actividad ayuda a reducir el número de “enganchados” en las consultas de psicología, así como los episodios de depresión y delitos relacionados con la adicción, toda la sociedad –y no solo quienes creen falsamente “controlar” en apuestas– podrá decir “¡bingo!” con toda propiedad.

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