Instituciones que se premian a sí mismas

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Contrapunto

La Fundación Príncipe de Asturias ha concedido su premio de Cooperación Internacional 2003 al presidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva. El acta del jurado destaca la trayectoria de Lula «en defensa de los trabajadores, y en la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la corrupción». Lula tiene la ventaja de ser una figura aún no desgastada por la gestión del poder, con el aura de un político salido del pueblo, ambicioso en sus objetivos y moderado en sus métodos. Quizá si el jurado hubiera esperado unos años más habría podido comprobar si, además de encarnar una esperanza, Lula había aportado soluciones. Pero quizá dentro de unos años Lula no resulte ya tan atractivo como galardonado.

Cada vez más los premios institucionales se parecen a los premios literarios creados por las editoriales. En teoría, están pensados para destacar a un autor; en realidad, sirven para impulsar las ventas de las editoriales o el prestigio de las fundaciones. Si se observa el palmarés de la Fundación Príncipe de Asturias de este año (Lula, Susan Sontag, Jürgen Habermas, Ryszard Kapuscinski, Barceló…), hay que preguntarse si se trata de impulsar una trayectoria o de premiar a la propia institución con el prestigio de personalidades famosas.

Juan Domínguez

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