La fiscalía del Reino Unido acaba de renunciar a presentar cargos contra dos médicos que acordaron practicar abortos en función del sexo del feto, lo que es ilegal. Ambos fueron filmados con cámara oculta por unos periodistas del Telegraph, que pretendían mostrar que este tipo de abortos se está haciendo “cada vez más común por razones culturales y sociales” en el Reino Unido (cfr. Aceprensa, 7-03-2012).
Aunque la acusación no ha prosperado, el reportaje del Telegraph puso ante la opinión pública una práctica común en la India y en China –donde la preferencia por los hijos varones y otros factores conducen a la eliminación de millones de niñas–, pero que se da también en Canadá y EE.UU. en proporciones que distorsionan la ratio hombres-mujeres en algunos grupos étnicos. Lo que se planteó entonces es si esa modalidad del aborto selectivo estaba extendida también en la sociedad británica, y no solo entre comunidades de inmigrantes indios venidos al Reino Unido.
La polémica abierta en el Reino Unido en torno al aborto en función del sexo ha puesto a los pro-choice ante una pregunta incómoda: ¿qué diferencia hay entre eliminar a un feto y eliminarlo porque sea niña? Muchos eluden la pregunta y algunos alegan reservas morales, sobre todo por los prejuicios culturales que parecen motivar estos abortos. Pero otros prefieren llevar hasta sus últimas consecuencias el derecho a elegir para oponerse a cualquier intento de restringir el derecho al aborto.
La libre decisión de la mujer para abortar sin explicar sus motivos a nadie es para el movimiento “pro-choice” un derecho irrenunciable
Un silencio incómodo
El periodista del Telegraph Tom Chievers, que se declara pro-choice, reconoce que esta polémica le incomoda bastante y desea que pase cuanto antes. Más allá de los casos concretos denunciados por su periódico, admite que los partidarios de la liberalización del aborto “han guardado silencio durante demasiado tiempo sobre el fenómeno de los abortos selectivos en función del sexo”.
Él mismo ha tenido que hacerse violencia para afrontar este debate y acaba concluyendo que los abortos de este tipo son “inmorales”, “sobre todo porque supone admitir que una niña es menos valiosa”. Chievers no gasta ni una línea en tratar de justificar cuál es la diferencia –si es que hay alguna– entre eliminar a un feto y eliminarlo porque sea niña. Simplemente añade que “si alguien defiende que la autonomía de la mujer sobre su cuerpo está por encima de estas preocupaciones, debe hacerlo a la luz de este debate y no ignorarlo”.
Otra pro-choice que considera “inmorales” los abortos en función del sexo es Heather Widdows, profesora de la Universidad de Birmingham que se ha especializado en bioética y teoría feminista. Pero ella, a diferencia de Chievers, sí intenta salvar los muebles de la lógica pro-choice: “Aunque existe un derecho a no tener un hijo –a no quedarse embarazada, a no dar a luz y a no ser madre–, este derecho no se extiende a la capacidad de elegir el tipo de hijo que tienes”.
Por mucho que uno los lea y relea, no se entiende por qué sus argumentos en contra del aborto en función del sexo no se pueden aplicar también al aborto a secas. Es una práctica, dice, que “convierte a las personas en cosas” y favorece que los hijos “sean vistos como accesorios y extensiones de una misma”. No es verdad que se trate solamente de una decisión privada, ya que “lo que se legaliza y se ve como algo socialmente aceptable afecta a todo el mundo”. Dado que vivimos en un mundo global, “si la selección de sexo se admite en el Reino Unido, la gente viajará hasta aquí para usar este servicio”…
Frente a quienes distinguen entre motivos “buenos” y “malos” para abortar, una destacada partidaria del aborto recuerda que para el movimiento “pro-choice” el derecho a decidir no admite excepciones
No puedes ser un poco pro-choice
También hay auténticos pro-choice a los que les incomoda la práctica del aborto selectivo en función del sexo, pero que al final optan por defender el derecho a elegir de la madre por cualquier motivo. Este planteamiento es el que sostiene la organización abortista más grande de Canadá. A quienes todavía se plantean reparos morales ante este tipo de abortos, la Abortion Rights Coalition of Canada (ARCC) les recuerda que “no podemos restringir los derechos de la mujer al aborto simplemente porque haya mujeres que vayan a tomar decisiones con las que no estemos de acuerdo”.
Pero, sin duda, la posición más consecuente con la lógica pro-choice –que las mujeres puedan decidir si continúan o no con el embarazo en cualquier momento y por cualquier motivo– es la que no distingue entre motivos “buenos” y “malos” para abortar. Así lo explica en Spiked Ann Furedi, directora ejecutiva del Servicio Asesor de Embarazo (British Pregnancy Advisory Service, BPAS), una organización que lleva a cabo una cuarta parte de los abortos de Gran Bretaña.
“La mayoría de las personas que se consideran progresistas y abiertos de mente creen que la violación, el incesto, la juventud, la pobreza o incluso el genérico ‘no deseado’ son ‘buenas razones’ para que los médicos aprueben el aborto; y, en cambio, la ‘selección del sexo’ es una mala razón que hay que impedir”.
“Hoy día, en Gran Bretaña parece más aceptable decir que quieres abortar porque no quieres llevar a término el embarazo que decir que quieres abortar porque no deseas estar embarazada de una niña. No querer un bebé porque es niña –y lo que tú prefieres es un niño– parece discriminatorio, inmoral, e incluso ‘consumista’.
Furedi explica a los pro-choice a medias que su postura puede perjudicar tanto a la causa del aborto libre como la oposición de los provida: “Los políticos que desean presentarse con credenciales pro-choice han de combatir cualquier restricción al aborto, y no buscar cómo incrementarlas. (…) O apoyamos el derecho a decidir de la mujer o no lo apoyamos. No puedes ser pro-choice excepto cuando no te gusta la elección, porque eso no es ser pro-choice en absoluto”.
El planteamiento de Furedi es tan radical como consecuente: para que una mujer tenga derecho al aborto hay que proteger en todos los casos su derecho a decidir sin que sus motivos tengan que ser aprobados por nadie.