Contra el mal, espíritu positivo

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El filósofo Julián Marías propone el espíritu positivo como forma de afrontar el mal (ABC, 4-II-99).

Se contrapone a lo que podríamos llamar el espíritu negativo o «negativismo», que busca, casi siempre con afán, el lado peor de las cosas, lo que les falta, lo que disminuye su realidad, las manchas que las afean. (…)

Se llama muchas veces «espíritu crítico» al negativismo, lo cual es un error: el espíritu crítico consiste en mirar atentamente lo real, distinguir lo bueno de lo malo, lo existente de lo carente, «le vrai d’avec le faux», lo verdadero de lo falso, como decía Descartes. (…)

El espíritu positivo, precisamente por su sensibilidad para lo real, por su necesidad de vivir de ello, percibe lo que falta, lo que es desviación, acaso extravío, caída. Todo eso le duele, lo lamenta, lo señala si es menester, con el deseo o la voluntad de remediarlo. Pero la imperfección no le impide ver lo que es la mayor parte. (…)

Los males existen, ciertamente, y nadie en su sano juicio podría negarlo. La maldad existe también, y es mucho más grave. Me repugna indeciblemente que se traten como «calamidades» las maldades humanas. Se habla de las matanzas, de las crueldades, de las opresiones, de las vejaciones a las personas, como si fueran equiparables a los terremotos, las inundaciones, los volcanes en erupción, las olas de calor o de frío, los temporales.

Los males proceden del engranaje de las causas naturales, del azar, de las limitaciones del mundo, que las técnicas intentan superar hasta donde es posible. La maldad tiene su raíz en la libertad del hombre -lo más precioso de él, pero también lo más peligroso-; por eso la maldad es gravísima, sobre todo porque es «evitable», porque está en nuestra mano no dejarla brotar o remediarla y corregirla. (…)

Lo que pasa es que la atención se concentra sobre todo en lo negativo, lamentable, perverso. He recordado muchas veces la definición que Goethe da del demonio: «der Geist, der stets verneint», «el espíritu que siempre niega». La palabra decisiva es «siempre» -por eso lo peor del diablo es su monotonía-. Hay que negar algunas veces, pero ¿siempre? Goethe emplea certeramente la fórmula del negativismo.

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