Siguiendo los pasos de los adultos, cada vez más adolescentes quieren someterse a la cirugía estética. En su caso, la solicitud es más problemática, porque su cuerpo está aún en desarrollo y su decisión es muy influenciable por modas y presiones externas. ¿Cómo atender a sus peticiones? Resumimos un artículo publicado en inglés en la revista “Cuadernos de Bioética” (1), donde investigadores de la Universidad de La Sapienza de Roma ofrecen algunos criterios.
Los autores advierten que hay relativamente pocas investigaciones sobre los rasgos psicológicos de los adolescentes que quieren someterse a la cirugía estética y sobre hasta qué punto es apropiado realizar estas operaciones en pacientes cuyos cuerpos están todavía desarrollándose.
Se debe evitar la cirugía cuando hay alternativas menos invasivas
Actualmente hay una presión psicológica intensa: tener un cuerpo atractivo se ha convertido para muchos en una prioridad absoluta, con la extendida idea de que tener éxito en la vida es algo que está muy relacionado con los atributos físicos.
Insatisfechos con su cuerpo
Los datos estadísticos reflejan la tendencia creciente entre los adolescentes de recurrir a la cirugía, alegando imperfecciones estéticas que a menudo no existen. Ante esta preocupante tendencia, muchos países europeos han aprobado normas más exigentes para salvaguardar a los jóvenes que deciden someterse a estos tratamientos.
En Austria se prohibió a los menores de 16 años someterse a la cirugía estética, y lo mismo hizo el gobierno alemán en 2014. Los jóvenes de 16 a 18 años no necesitan el consentimiento de sus padres, pero deben pasar un examen psicológico y esperar dos semanas antes de firmar el consentimiento informado. En 2012 el gobierno italiano también dictó una normativa sobre este asunto.
En 2015, la Sociedad Italiana de Medicina Estética realizó una investigación junto con la Universidad “Magna Grecia” de Catanzaro, en la que participaron 880 chicos y 1.385 chicas, de 13 a 18 años. Por lo general, las chicas tendían a mostrar más insatisfacción que los chicos con su cuerpo y atributos físicos. Los que estaban dispuestos a someterse a la cirugía estética para mejorar su apariencia suponían el 31,3%, en su gran mayoría chicas. El 15,8% de las chicas y el 3,3% de los chicos se habían sometido ya a procedimientos de medicina estética (como tratamientos de acné, quitar marcas o vello indeseado…), o incluso cirugía para corregir la nariz, las orejas o los pechos, aunque curiosamente más chicos (el 5,3%) que chicas (1,9%) habían recurrido a la cirugía.
¿Capricho o necesidad?
Los autores diferencian entre la cirugía de reconstrucción plástica (por traumas importantes, accidentes y enfermedades) y la cirugía para reparar malformaciones congénitas, y las operaciones que no están relacionadas con ninguna patología, sino que se realizan solo por motivos estéticos. Los médicos deben preguntar qué razones llevan a un adolescente a querer someterse a la cirugía estética, para determinar si algunos factores externos, como la noción de belleza ideal transmitida por los medios, pueden influir en su decisión.
Hay pacientes que no necesitan cirugía, sino psicoterapia
“De hecho, en la adolescencia, falta un equilibrio psicofísico suficientemente sólido para tomar decisiones tan relevantes. Así, la insatisfacción con la apariencia física es algo propio de la edad, que puede superarse a medida que una persona crece, haciéndose así innecesaria la cirugía estética. Por el contrario, con el tiempo los menores pueden lamentar haberse sometido a procedimientos de este tipo”.
Por otra parte, los autores advierten que si la petición de cirugía estética proviene de un trastorno psiquiátrico, como la dismorfia corporal, recurrir a la cirugía no soluciona nada. “De hecho, la dismorfia corporal está originada en la imagen corporal del propio cuerpo a nivel mental, no en la realidad: por eso la cirugía no puede cambiar o mitigar tal percepción errónea o curar el malestar del paciente adolescente. En algunos casos los que experimentan este trastorno presentan pequeños defectos corporales, que ellos tienden a magnificar. En otros casos, sus rasgos físicos son perfectamente normales, pero ellos se sienten como si los demás les miraran constantemente, y experimentan un fuerte sentimiento de incomodidad cuando conocen a gente nueva”.
Ninguna forma de cirugía puede ser satisfactoria para ellos, ya que su problema es emocional y psicológico más que físico. Estos pacientes no necesitan cirugía, sino psicoterapia.
Cuándo intervenir
Para medir y evaluar trastornos psicosociales, las expectativas y los motivos que mueven a los adolescentes que piden cirugía estética, es conveniente aplicar escalas psicométricas científicamente validadas, como el DASS9, para evaluar el malestar psicológico.
Los autores piensan que tiene sentido intervenir cuando existe una imperfección física que puede ser un obstáculo en la vida social por las comparaciones con sus pares. Por ejemplo, cabe recurrir a la otoplastia para corregir las orejas demasiado despegadas, una técnica que puede realizarse a partir de los 8 años, cuando las orejas han alcanzado el 90-95% del tamaño final.
Del mismo modo, también puede corregirse el labio leporino y el paladar hendido, para evitar posibles repercusiones psicológicas y las dificultades sociales que tales peculiaridades pueden causar.
También es aconsejable el tratamiento del acné, que en casos graves puede dejar cicatrices permanentes en la cara.
Procedimientos rechazables
En cambio, los autores piensan que hay que rechazar algunas peticiones insustanciales de los adolescentes. Es el caso del uso de botox y de rellenos para prevenir arrugas faciales. Estos tratamientos les parecen “inapropiados, ya que los adolescentes no tienen arrugas que corregir. Y pueden crear una adicción que llevará a recurrir durante toda la vida a inyecciones de este tipo”.
También deberían ser desaconsejadas las intervenciones para corregir los rasgos étnicos. En Italia, adolescentes de origen asiático piden someterse a operaciones de párpados, con el fin de “ensanchar” los ojos y tener una apariencia más “occidental”. “Tales prácticas son desaconsejables, ya que pueden dar lugar a ‘crisis de identidad’ tras la alteración física. El joven paciente puede mirarse al espejo y no reconocer su propia cara, sintiéndose extraño a su imagen y rechazándola”.
Tiene sentido intervenir cuando existe una imperfección física que puede ser un obstáculo en la vida social
Otro procedimiento quirúrgico cuya demanda crece es la reconstrucción del himen para atestiguar la virginidad. Realizar tal intervención plantea cuestiones éticas, por las consecuencias que puede implicar en ambientes culturales donde la virginidad es un valor, e incluso puede ser un requerimiento absoluto para casarse. Por otra parte, no hay datos epidemiológicos sobre posibles complicaciones, efectos secundarios, etc.
También hay padres con hijos con síndrome de Down que piden para sus hijos la cirugía correctiva para cambiar los rasgos faciales típicamente asociados con la trisomía 21. Los autores piensan que “tales operaciones son inaceptables, porque se basan solo en el deseo de los padres, son físicamente penosas y no hay garantía de que tengan éxito”.
En cuanto a las operaciones quirúrgicas en chicas para aumentar o disminuir el tamaño de los pechos, los autores piensan que mientras sean adolescentes habría que limitarlas a los casos en que haya razones médicas o malformaciones congénitas que lo aconsejen. “La prioridad es evitar la cirugía en chicas cuyo desarrollo es aún incompleto. De hecho, en esta coyuntura, los pechos pueden cambiar naturalmente, haciendo que la chica perciba su imagen corporal de otro modo y cambie su actitud psicológica de recurrir a la cirugía”.
Informar y dialogar
En la mayoría de los casos, los adolescentes que piden un tratamiento de cirugía estética son individuos sanos, que sin ninguna urgencia reclaman la cirugía para corregir un defecto físico.
Por eso es tan importante que reciban una información completa sobre la naturaleza de la intervención, las dificultades, las complicaciones que pueden presentarse por el uso de materiales y prótesis… Como la cirugía estética no se dirige a preservar la salud del paciente en sí misma, no es suficiente informarle de los riesgos posibles y ordinarios, sino que es esencial discutir con él todos los posibles riesgos extraordinarios, para que el paciente pueda comprender los pros y los contras. Como los pacientes buscan una mejora de su aspecto físico, los doctores deben darle toda la información relevante sobre la probabilidad de conseguirlo.
La personalidad del adolescente no tiene la firmeza de la de una persona adulta. Es probable que su elección no esté enteramente libre de presiones externas, que condicionan su decisión. Además, las prioridades, las convicciones, y los gustos, también los estéticos, de los adolescentes es probable que cambien con el tiempo. Pero revertir los efectos de la cirugía estética es a menudo imposible y siempre arriesgado. Esto hace aún más necesario valorar los beneficios que pueden conseguirse no solo en el momento, sino también a largo plazo. El diálogo entre el médico y el paciente es imprescindible.
El hecho de que el tratamiento sea requerido no por razones funcionales sino meramente estéticas, hace aún más necesario que haya suficiente tiempo entre la primera visita, el procedimiento informativo y el consentimiento final. De este modo, los pacientes pueden tener más tiempo para decidir si quieren exponer su salud a los posibles riesgos de una intervención por motivos estéticos.
Relación con los padres
La ley italiana no permite que el adolescente decida por sí mismo, sino que el consentimiento informado debe ser proporcionado por sus padres. Pero a medida que el adolescente crece hay que tener en cuenta su opinión en todo lo que le afecta. En Italia, el Comité Nacional de Bioética establece que a partir de los 12 años un adolescente puede ser capaz de consentir o de rechazar una intervención.
Los padres tienen un papel fundamental para proteger la libertad de autodeterminación y la salud de sus hijos. Por su mayor madurez, pueden estar más cercanos a la postura del médico. También son los que mejor conocen al paciente, su hijo. Por eso tienen un papel fundamental de mediación entre el doctor y el adolescente. Además, pueden proporcionar elementos útiles para entender el grado de madurez del joven; pero también para ayudar al hijo a comprender que no debe someterse a cirugía porque sus motivos se basan en expectativas de belleza irreales.
Con prudencia y proporcionalidad
Los autores concluyen que la cirugía estética en adolescentes debe ser administrada con gran prudencia y proporcionalidad, porque a menudo tal elección está apoyada en razones psicológicas. Es necesario consultar con un psicoterapeuta, que puede ayudar al paciente a enfrentarse con su apariencia física y aumentar su autoestima.
El médico, al tratar con adolescentes, debe ser capaz de proporcionar consejo o disuadir, dado el insuficiente desarrollo de la personalidad del paciente. Debe negarse a realizar intervenciones que considera inadecuadas para la edad del paciente. De hecho, es incorrecto recurrir a la intervención quirúrgica en un paciente que está desarrollándose, porque puede suponer una alteración en un cuerpo que la naturaleza está aún moldeando.
Si un adolescente necesita reducir la grasa corporal, los médicos deberían desaconsejar la liposucción y recomendarle en cambio un estilo de vida más sano. Ciertamente, no hay que dejar solo al paciente con su malestar físico o estético, pero es mejor llevarle por un camino preventivo que puede conducir a un desarrollo armónico.
Por eso los autores desaconsejan firmemente el recurso a la cirugía, cuando hay alternativas menos invasivas.