Blancos disfrazados de indígenas

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Contrapunto

En otras épocas, los prejuicios sociales obligaban a algunos artistas a ocultar su condición si querían triunfar. Más de una escritora tuvo que adoptar un seudónimo masculino para que los editores no rechazaran sus manuscritos. Y si un indígena quería destacar como artista, más valía que disimulara su origen para ser tomado en serio. Pero en estos tiempos de «discriminación positiva», en los que las minorías reafirman con orgullo su condición, lo que era un obstáculo puede convertirse en palanca hacia el triunfo.

Así lo creía Leon Carmen, de 47 años, de Sydney, que para impulsar su carrera literaria decidió ocultar su condición de hombre blanco y adoptar su máscara de minoría: sería mujer indígena. Y bajo el nombre de Wanda Koolmatrie escribió My Own Sweet Time, supuesta autobiografía de una niña indígena arrebatada de su tierra de origen y educada por padres adoptivos en Adelaida. Era una representante de la «generación robada» de niños aborígenes, desarraigados de su cultura y educados en el ambiente urbano de los años 60. El libro ganó en 1995 el premio Doobie a la mejor primera novela escrita por una mujer y fue utilizado para el comentario de textos en los exámenes de final de enseñanza secundaria en 1996.

El representante literario de Wanda Koolmatrie pudo ocultar su verdadera identidad, diciendo que estaba en el extranjero. Pero la semana pasada salió ya a la luz pública con su auténtico nombre, lo que ha provocado indignación. La directora de la principal organización aborigen ha calificado la obra de Leon Carmen como «un fraude». En su defensa, el escritor alega que si la hubiera presentado con su auténtico nombre nunca se la habrían publicado. La obra se publicó en una pequeña editorial especializada en literatura indígena, cuya principal financiación viene del Australian Council. Desde los años setenta el gobierno ha dado generosos subsidios a la cultura indígena, para compensar el olvido anterior. Hasta el punto de que otros escritores se consideran ahora discriminados, porque tienen menos posibilidades de publicar. En cualquier caso, Leon Carmen afirma que, aunque su libro no sea una autobiografía, puede ser una buena obra de ficción.

No es el único que ha recurrido a este truco. También en estos días, Elizabeth Durack, una artista blanca de 81 años, ha declarado que se inventó la figura de Eddie Burrup, un campesino aborigen australiano cuyas pinturas, fotografías y escritos han tenido mucho éxito. Con ese seudónimo las pinturas de estilo aborigen realizadas por la artista se vendían mejor.

Los aborígenes dicen que el expolio de la cultura indígena es el nuevo robo del hombre blanco. Pero éste puede alegar que es el nuevo grupo discriminado en una época en que pertenecer a una minoría es un buen reclamo para ser escuchado por la mayoría.

Juan Domínguez

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