Nairobi. Para muchos extranjeros, África es simplemente un gran país, como la India. “Se ha ido de viaje de negocios a África”, se oye decir a la gente en Europa o América. A los africanos les gusta bromear sobre los comentarios ignorantes que escuchan, tales como “¿está Malawi en Kenia?”. África es un complejo entramado de 53 Estados independientes –incluyendo las lejanas islas del Océano Índico–, cada uno con su propia constitución, leyes y gobierno.
¿De qué África hablamos?
Ahora bien, por mucho que se hable de África como un extenso territorio, poblado por habitantes de piel oscura y grandes sonrisas, todos idénticos a los ojos de los extranjeros, este continente posee una diversidad inmensamente rica. No sólo de pueblos –la República Democrática del Congo, por ejemplo, acoge a varios cientos de tribus–, sino también de paisajes. Playas tropicales y montañas cubiertas de nieve, tales como el Kilimanjaro, el monte Kenia o las Montañas de la Luna (Rwenzori) a caballo del Ecuador.
También existe una gran variedad de flora y fauna –los poderosos ríos Nilo y Congo, exóticos animales salvajes e innumerables especies de pájaros–; de lenguajes, canciones y danzas; de trajes regionales, así como de vestimentas y sombreros étnicos, que sin duda podrían aportar un toque de estilo –y de pudor–, a pasarelas como las de París o Milán.
Pero, ¿acaso África no es un lugar demasiado caluroso para vivir? ¿No es el sol ecuatorial peligroso para la piel y la cabeza? Todo esto es mayormente falso. El desierto de Danakil, junto al mar Rojo, es el lugar más caluroso de la tierra. Allí, la gente de piel clara es advertida sobre los riesgos de exponerse inconscientemente a largos periodos de sol. En cambio, la gente de piel negra –aquellos para los que África fue creada–, puede permanecer todo el día expuesta al sol sin contraer cáncer de piel o un dolor de cabeza. De hecho, gran parte del África subsahariana mantiene una temperatura agradable a lo largo del año. Solamente en el sur de África bajan las temperaturas considerablemente durante el invierno del hemisferio sur.
África progresa
“África está todavía en la Edad de Piedra”. Dejando a un lado algunas remotas comunidades de nómadas que luchan por tierras de pastoreo y por tener acceso a agua potable –y entre quienes la lucha ha sido el modo de subsistir a lo largo de los siglos–, África intenta ponerse al día con el resto del mundo. Los chinos especialmente, aunque no sólo ellos, están construyendo carreteras, puentes, vías de tren y oleoductos tan rápido como pueden. Los pequeños negocios se han multiplicado al tiempo que las transferencias por teléfono móvil; y las redes de comunicación se expanden de tal modo que cada pueblo tiene conexión a Internet y acceso a la telefonía móvil. Nunca antes había sido el ritmo de vida tan efervescente como ahora.
El aumento del número de universidades es otro indicador de prosperidad y progreso material. En Kenia, el número de estudiantes matriculados en 2014 fue de 443.783 –más del doble de la cifra de matriculados dos años antes–, repartidos por 68 universidades, la mayoría de las cuales son privadas. La actual población de Kenia es de 48 millones de habitantes. Uganda, cuya población ronda los 42 millones, tiene nueve universidades públicas y treinta privadas, según datos de ICEF monitor.
De acuerdo con Index Mundi, en el año 2000 un 50% de los Keniatas vivía por debajo del umbral de la pobreza (estimado en 1,25 dólares al día). En el año 2012, este porcentaje había descendido hasta un 43,4%. La mayoría son personas que migran del campo a la ciudad o pertenecientes a pueblos pastores con familias de muchos miembros. En la vecina Uganda, cuya tierra es más fértil en comparación con la de Kenia, un 24,5% vivía por debajo del umbral de la pobreza en 2009, último año del que hay cifras.
“África está superpoblada”. Falso. Los asentamientos improvisados dentro y en los alrededores de las grandes ciudades –más conocidos como “bidonvilles”– están congestionados, pero las condiciones de limpieza y salubridad son mejores de lo que se piensa. Sin embargo, hay millones de hectáreas de tierra fértil sin utilizar y donde el acceso resulta difícil por la ausencia de una red de carreteras o ferrocarriles que permita transportar el producto al mercado. Según las estimaciones del Banco Mundial, un 47% de la superficie de Kenia es tierra de cultivo, aunque solamente una pequeña parte –un 8,6%– es cultivada actualmente. Por otra parte, la tasa de natalidad es alta en la mayoría de los países, y más de la mitad de la población está por debajo de los 18 años.
“La brujería y la superstición florecen en África”. No florecen, pero sí existen en zonas remotas. Aunque estas prácticas están desapareciendo gracias a la evangelización y a la educación moderna occidental, creencias hondamente arraigadas como estas –que, irónicamente, invitan a creer en lo “sobrenatural”– tardan tiempo en ser erradicadas del todo. No obstante, los africanos educados miran estos comportamientos con amable curiosidad, algo de vergüenza o incluso desagrado.
“África es homófoba”. Cuando Barack Obama visitó Kenia recientemente, la tierra natal de su padre le dio la bienvenida al modo genuinamente africano. Sin embargo, los keniatas sentimos que abusó de nuestra hospitalidad cuando nos pidió que estuviéramos abiertos a los derechos de los homosexuales. Tal y como le dijo el Presidente Keniatta: la gente de Kenia no está interesada en esto; nuestras prioridades son muy diferentes. Así pues, ¿acaso África es homófoba? No, precisamente. África tiene un gran corazón, abierto a todos los foráneos que quieran venir. Pero África también está sustentada sobre una ancestral cultura; y aceptar algo que contradice la visión africana de la realidad y la enseñanza bíblica sobre la diferencia de sexos amenaza el modo de pensar y el modo de ser –la identidad, por consiguiente– del pueblo africano.
Guerra y paz en África
“Los africanos están siempre luchando entre ellos”. Esto no es del todo cierto. Sin embargo, en un continente donde cientos de millones de personas de diferentes culturas y creencias han sido separadas o agrupadas de modo arbitrario por las potencias coloniales –a menudo mediante una línea recta trazada sobre el mapa y sin consideración sobre si tal decisión era o no apropiada– esto no sorprende. La mayoría de los conflictos actuales se concentran en la frontera que separa a los extremistas islámicos de los pueblos cristianos o de creencias tradicionales en extinción. Lo que resulta sorprendente es que no haya más guerras, y que las personas hayan aprendido a convivir en paz.
“No es seguro viajar a África debido a la violencia”. Muchos extranjeros temen viajar a África. No obstante, se deduce de la experiencia de muchos viajeros que uno está tan seguro en África como en otro continente. Los atracadores y estafadores no están esperando a la vuelta de la esquina, listos para saltar; tampoco lo están los terroristas para lanzar una granada. Como en cualquier otro lugar del mundo, el sentido común aconsejará a los turistas no ir a ciertos lugares después de la puesta del sol.
África es un continente religioso. Esto es cierto. Habitualmente, los africanos que lo niegan han vuelto de una estancia en el extranjero y piensan que el agnosticismo está de moda, pero no logran convencer a sus parientes o amigos.
Hay un nuevo espíritu entusiasta, ejemplificado por países como Kenia y Nigeria. En el Mundial de Atletismo 2015, celebrado a finales de agosto en Pekín, el lanzamiento de jabalina fue ganado, en contra de lo esperado, por Julius Yego, un keniata desconocido hasta entonces. Con1,75 metrosde estatura, Yego es más bajo que el lanzador de jabalina medio. Curiosamente, aprendió esta disciplina atlética a través de YouTube, y así es como ha colocado a Kenia en el mapa de este deporte. Una nueva generación de jóvenes keniatas se inspirará en este ejemplo, convencidos de que lo que otros pueden hacer, ellos también lo pueden, incluso mejor.
“Cuando se trata de África, siempre hay algo nuevo”. África siempre es un continente de sorpresas.