África empieza a levantar cabeza

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A pesar de la imagen casi siempre catastrofista que recibimos de África, en los últimos cuatro años el conjunto del continente viene progresando en el ámbito económico y en el político. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), en 1996 la economía africana creció del orden del 5%, superando el aumento de población.

Los datos que maneja el FMI señalan que en 1993 el continente africano empezó a resurgir; en 1994, el crecimiento económico fue del 2,9% y en 1995 un 3%. El año pasado, en algunos países (Costa de Marfil, Marruecos, Uganda y Túnez) el crecimiento del PIB ha sido del 6% al 9%. Y las perspectivas para los próximos años son prometedoras, pues la inflación media en 1996 no ha sobrepasado el 20%, diez puntos menos que el año anterior (cfr. Le Monde, 7-I-97).

En el plano político, de 42 países del África subsahariana, sólo quedan cuatro dirigidos por militares. Ha habido elecciones en 30 de ellos. No es que las elecciones vacunen siempre contra los regímenes autoritarios. Pero, al menos, los términos se han invertido, pues a finales de los años 80 en el continente había tres democracias y treinta regímenes militares o de partido único.

En opinión de los especialistas, el problema de la malnutrición en África no es tan grave como indican las deficientes estadísticas oficiales. Y siempre se puede avanzar, si se da la estabilidad política. El éxito más espectacular es el de Etiopía, que si antaño se identificaba con la hambruna, hoy está a las puertas de lograr la independencia alimentaria. Su déficit actual es de 1 millón de toneladas de cereales, sobre todo por fallos de transporte. No obstante, cabe esperar que no tarde en recuperarse del todo, pues desde el abandono del régimen marxista en 1992, su PIB ha aumentado un 30%.

En el África austral, once Estados, encabezados por Sudáfrica, están sentando las bases de un mercado común de 130 millones de personas. En esta región, como en el resto de África, la mejora de las economías es todavía frágil. A medida que los países ricos reducen las ayudas al Tercer Mundo, son más necesarias las inversiones privadas, pero esto es lo que más escasea. En 1995, el flujo de inversiones directas extranjeras al África subsahariana (exceptuada Sudáfrica) supuso sólo el 2,4% del total de inversiones en los países en vías de desarrollo, por un importe de 2.200 millones de dólares. El sector más atractivo es el minero.

A juicio del FMI, las políticas económicas de los años 70 y 80 fueron desastrosas en todos los ámbitos (producción, salarios, desorganización de los sistemas sanitarios, educativos y de protección social). Y el factor común de los países que están superando su crisis es que equilibran sus presupuestos, luchan contra la inflación, liberalizan los mercados interiores y se abren al comercio internacional.

Una de las reformas que el FMI considera indispensable es reducir el gasto público que no esté ligado a las exigencias del desarrollo. Para estimular el comercio, también juzga vital la reforma de puertos y aduanas: el tiempo empleado en pasar por la aduana un contenedor es, como media, veinte veces más en África que en Asia.

Cada vez más las ayudas exteriores de los países donantes se condicionan a su empleo en un sector social (sanidad, educación…).

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