35135484._SY475_

Yo no soy mi cerebro. Filosofía de la mente para el siglo XXI

TÍTULO ORIGINALIch ist nicht Gehirn. Philosophie des Geistes für das 21 Jahrhundert

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2016)

Nº PÁGINAS320 págs.

PRECIO PAPEL23 €

TRADUCCIÓN

¿Soy yo mi cerebro? ¿Es la neuroquímica la que controla en definitiva toda mi vida y mi comportamiento espiritual y consciente? ¿Es mi yo consciente tan solo la interfaz de usuario de mi cerebro, que en realidad no contribuye en nada a mi comportamiento, sino que solo lo contempla como un espectador? Según Markus Gabriel, profesor titular en la Universidad de Bonn y autor del exitoso Por qué el mundo no existe, a estas preguntas responden afirmativamente las nuevas neurociencias, convertidas en ciencias de la mente o del espíritu humano, a las que, por otro lado, estamos pidiendo más de lo que pueden dar.

Para poder responder a preguntas que traspasan el horizonte científico, como: qué es la conciencia, el espíritu, la mente, el yo, el pensamiento o la libertad, la neurociencia ha tenido que saltar al plano filosófico, ha tenido que convertirse en “neurocentrismo”, una forma de naturalismo que intenta explicarlo todo a partir del estudio científico del cerebro, disipando la impresión de que hay realidades inmateriales.

El “neurocentrismo” pretende, según Gabriel, la idea absurda de que se pueda ver un acto del pensamiento, pero los hechos de pensamiento no son observables, como mucho lo son las áreas cerebrales que se activan cuando pensamos. La idea básica de la nueva ideología, considerada como tal pues formula aserciones genuinamente filosóficas, es decir, que no se pueden delegar a ninguna otra ciencia y, por lo tanto, quedan inmunizadas en cierto modo frente a las críticas, es que ser una criatura espiritual consiste en disponer de un cerebro adecuado. El autor se pregunta si la pretensión del “neurocentrismo” de poder observar cómo piensa el cerebro –y por lo tanto los ciudadanos– no será una nueva opción para la sociedad de la hipervigilancia de control de los consumidores.

El “neurocentrismo” resulta de la combinación de lo que Raymond Tallis llamaba “neuromanía” y “darwinitis”. La primera es la creencia de que nos conocemos mejor si conocemos el funcionamiento del cerebro y la segunda la fe en que el comportamiento actual se puede entender mejor si reconstruimos su ventaja adaptativa para la supervivencia. En fin, la nueva ideología participa de la convicción de que solo nos podemos entender como criaturas espirituales si se explora el cerebro (“neuromanía”) teniendo en cuenta su historia evolutiva (“darwinitis”).

El objetivo del libro no es otro que desmontar el “neurocentrismo”, inducido por una fantasía de omnipotencia, y salvar la libertad humana. Sin cerebro ciertamente, piensa Gabriel, no habría mente, pero, en todo caso, una condición necesaria está lejos de ser una condición suficiente. Que no podamos pensar sin cerebro no significa que sea el cerebro el que piensa, como que yo no pueda escribir estas letras si no uso el ordenador no significa que sea el ordenador “quien” las escribe.

El filósofo alemán rechaza basar nuestra imagen humana en el modelo de las ciencias naturales, porque tenemos conciencia de la conciencia, conciencia de sí. El “nuevo realismo” que inauguró en Por qué el mundo no existe le lleva a quedarse entre la física y la metafísica, y, en el tema de la libertad espiritual, a desarrollar un “neoexistencialismo” originado a partir de la filosofía de Jean-Paul Sartre, es decir, a concluir que el hombre es libre en la medida en que tiene que hacerse una imagen de sí mismo para ser alguien. La mente humana no tiene una realidad independiente de esas autoimágenes (conciencia, autoconciencia, yo, pensamiento…): existe solo en cuanto que se hace autoimágenes, y se convierte siempre en aquello para lo que se hace. Lógicamente, afirma Gabriel, ha de huir de las autoimágenes erróneas y distorsionadas. Pero, nos tenemos que preguntar, ¿cuál es el referente para determinar si una autoimagen es errónea o no? El autor no responde, no puede responder porque eso supondría pisar terreno metafísico.

La tibia crítica neorrealista de Markus Gabriel comenzó con el mundo, ahora le ha tocado al yo. Previsiblemente, el próximo asalto tenga como contendiente a Dios.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.