Repensar la Universidad. La Universidad ante lo nuevo

Alejandro Llano

GÉNERO

EIUNSA. Madrid (2003). 131 págs. 7,68 €.

Alejandro Llano fue rector de la Universidad de Navarra y es catedrático de Metafísica. En los últimos años es cada vez más conocido por sus obras de pensamiento y divulgación filosófica (Humanismo cívico, El diablo es conservador, La vida lograda…). En sus libros adopta un tono directo, polémico, provocador. Sin pedanterías ni rigores de escuela, asume la tarea del intelectual comprometido. Y como buen intelectual, molesta.

Quien lea el libro como una guía para enjuiciar las reformas universitarias españolas, no lo encontrará satisfactorio. Llano pone el acento en que los problemas de la Universidad son más profundos que los defectos de organización o financiación a los que se refiere compulsivamente el debate público. Habla de la Universidad como sismógrafo de la capacidad de adaptación de la sociedad ante lo nuevo. El ejemplo de mayo del 68 es claro: la última revolución moderna -y la única que ha triunfado- comenzó en la Universidad, y ha revelado la incapacidad de la ideología moderna para producir verdaderas novedades (los jóvenes revolucionarios metidos a hombres de sistema son un ejemplo).

La Universidad, «comunidad de investigación y aprendizaje», no se deja comprender fácilmente por los reduccionismos conservadores o progresistas. Hoy día lo decisivo ha dejado de ser la habilidad para repetir procedimientos, o para acumular datos: ahora prima el conocimiento (la formación, la sabiduría) sobre la información. Y una formación meramente técnica o repetitiva -como la que se ve a menudo en las aulas, fruto de la inercia de profesores y alumnos- no puede alumbrar mentes creativas. Mucho menos puede lograrse en comunidades investigadoras esterilizadas por el localismo y el conservadurismo del propio puesto, incapaces de desplegar un esfuerzo investigador que integre la aportación de las jóvenes generaciones, o de colaborar con la comunidad universitaria universal. Llano secunda la sugerencia de MacIntyre de crear universidades con una clara identidad intelectual y moral, para no falsear el diálogo entre las distintas tradiciones.

El conocimiento -explica Llano- es siempre novedoso, imprevisible; y no puede improvisarse. Por eso, una de sus propuestas fundamentales para el universitario es la adecuada simbiosis entre la utilización de las nuevas tecnologías -que liberan la atención de muchas tareas hoy automatizadas- y la sólida formación humanística. Porque la fuente de toda novedad es la persona, su libertad.

Asumido el grave diagnóstico cultural que traza Llano, se agradece la esperanza («no el optimismo bobalicón») que destila este universitario, que deja traslucir que ha tenido momentos de profundo desánimo. El libro está escrito como con prisa, y es por eso muy denso de juicios sobre el momento cultural y filosófico. Pero no por eso pierde Llano el pulso de la redacción, que nunca es enrevesada.

Ricardo Calleja Rovira

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