¿Tiene algo que decir un catedrático de metafísica sobre la crisis económica? Aunque en este campo impere la especialización, no hay por qué descartar enfoques que amplían la perspectiva economicista desde la que se analiza hoy la crisis.
Melendo ha escrito un ensayo muy didáctico y accesible, que se estructura en torno a tres ideas: en primer lugar, que la crisis no es solo económica, sino un fenómeno más amplio con raíces filosóficas; en segundo término, explica la naturaleza del dinero y su versatilidad y, por último, ofrece una propuesta humanizadora para el ámbito económico, una solución de mayor calado que aquellas que se limitan a ajustar presupuestos o apoyar medidas de crecimiento.
Para Melendo, la crisis económica es la expresión de una ruptura más profunda y generalizada, de mayor amplitud temporal, emparentada con la crisis de los tiempos modernos o de la modernidad. Sin detectar las causas, es imposible atajar la situación; a lo sumo puede llegarse a soluciones parciales, a parchear, por emplear la expresión del autor, nuestra penuria económica.
Resulta también interesante la reflexión sobre el dinero. Se trata de un medio de cambio y, por tanto, su naturaleza es instrumental. Sin embargo, ¿por qué se ha convertido en un bien absoluto? El dinero posee una enorme versatilidad y puede, por ello mismo, extenderse y aplicarse a realidades no mercantiles. Además la divinización del dinero ha ido acompañada por la transformación de la técnica en tecnología. En el ensayo se llega a hablar incluso de “dinero tecnológico”.
Al final, la modificación de ciertos patrones, el cambio en las mentalidades, ha ido consagrándose. Podría decirse, pues, que las prácticas financieras desquiciadas aprovecharon con rentabilidad un contexto filosófico deshumanizador. Y este es, finalmente, el diagnóstico de Melendo: lo que se ha perdido dramáticamente ha sido el valor de la persona y su dignidad con tanta prosa favorable al individuo y consumidor.
La receta de Melendo es general, obviamente. Reivindica una economía que en lugar de ciencia o de tecnología al albur de intereses individuales alcance la categoría de arte, en el sentido clásico de la expresión. Esa transformación colocará a la persona como un bien indiscutible y no instrumentalizable.