Francisco Rico ha sido uno de los historiadores de la literatura española más conocidos del último medio siglo. Catedrático en la Universidad Autónoma de Barcelona y Académico de la Lengua, ha dirigido numerosas empresas editoriales; la más fecunda, su edición del Quijote con motivo del cuarto centenario de la novela cervantina en 2005. Poco antes del fallecimiento del estudioso, sucedido el pasado abril, la editorial Arpa había dado a las prensas un volumen que recoge diversos trabajos escritos por Rico sobre el padre del humanismo. En ellos ofrece una biografía detalla del poeta, analizando el personaje que Petrarca forjó de sí mismo, su método de trabajo, su visión del mundo y su fama posterior.
Petrarca fue uno de los padres del Renacimiento, tanto por su amor por los clásicos grecolatinos como porque su lírica en toscano marcó la poesía europea durante varios siglos. El humanismo se enfrenta a la escolástica y critica de esta última su academicismo, su latín rutinario y su fervor por Aristóteles, buscando enlazar con la antigüedad grecolatina y la patrística.
Admirador de san Agustín, Petrarca dialoga de continuo con la tradición y es un gran escritor. Los humanistas no soportaban el latín medieval y se derretían ante la lengua de Cicerón y demás escritores romanos de relumbre, sea Virgilio, Tito Livio, Horacio u otros. El humanismo es síntesis lograda -no sistema- entre el judeocristianismo y la grecolatinidad, algo que, en cierto modo, ya había sido la patrística, pero que ahora se puede hacer con una renovada fuerza gracias a los manuscritos encontrados, el conocimiento de la lengua griega y el renacer de una filología fervorosa.
Para el mundo de hoy, el humanismo tiene interés, pues siendo el último gran movimiento antiguo –ya hemos dicho que tras la patrística y la escolástica–, ha sido el primer movimiento moderno. No en vano la Edad Moderna coincide con su auge. Y antecede a la filosofía moderna –nueva escolástica, esta vez al servicio de las ciencias exactas y experimentales– y a la Ilustración: la madre del deísmo y el ateísmo contemporáneos, el precedente de nuestro mundo antropocéntrico y autosuficiente.
El diálogo humanista frente al tratado filosófico o el panfleto periodístico; la búsqueda de un progreso desde la tradición, y nunca contra ella; y la confianza en una razón no mediatizada por calculadoras y tubos de ensayo, ni fragmentada por la caverna mediática, es una buena propedéutica para evitar ser esclavos, en lugar de señores, de la tecnología.
Los libros de Rico se leen con gusto porque poseen un estilo claro y elegante. El profesor era sagaz e irónico y sabía sintetizar, extrayendo las claves de lo estudiado. El humanismo fue muy variado, profuso y complejo (como la propia vida de Petrarca). Algo que se echa en falta en nuestra época tan abundante en maniqueísmos y tan dominada por la inmediatez y el efectismo. La cultura del humanismo es cultura del libro, y no de un solo libro. Buenos libros que pueden sacarnos a flote de esta cueva de apariencias.