La habitación

Alfaguara. Madrid (2010). 381 págs. 21 €. 381 págs. Traducción: Eugenia Vázquez Nacarino.

TÍTULO ORIGINALRoom

GÉNERO

Novela inspirada por los casos criminales en los que un tipo secuestra y encierra a una chica en un cubículo construido en el jardín de su casa durante años y, en esas condiciones inhumanas, tiene hijos con ella. Como no he tenido nunca interés en leer ese tipo de noticias más allá de los titulares, no estoy en condiciones de comparar hasta qué punto tanto la primera parte de la novela -el encierro, el mundo singular que crea la madre para proteger a su hijo-, como la segunda -el remolino en el que entran la madre y al niño cuando, después de su liberación, médicos, familiares y periodistas se abalanzan sobre ellos-, responden o no a hechos reales.

El rasgo que caracteriza el relato es que todo lo narra el pequeño Jack, que cuando comienza la novela cumple cinco años. El lector aprecia pronto la extrañeza de la situación y que todo le llega filtrado por su particular percepción de la realidad. Se intenta mantener esa visión de las cosas propia de un niño, por más que sea un niño con unas experiencias tan especiales y que también traslade al papel con exactitud todo lo que dice la gente de alrededor. De hecho, normalmente la narración avanza por medio de diálogos. Aunque todo sea completamente inverosímil, hay momentos emotivos y logros notables a la hora de transmitir sentimientos y actitudes infantiles. Son muchas las referencias literarias a cuentos populares y a relatos infantiles conocidos, que permiten paralelismos y sugerencias que funcionan bien.

El núcleo de la historia es la especial relación entre la madre y su hijo, que pasa de una situación tan especial a otra que, para ellos, es más especial todavía, pues supone una ruptura total con su marco de referencia previo. Un aspecto secundario, pero poderoso, es la crítica indirecta de la forma en que son acogidos la madre y el niño cuando van recuperando sus vidas; es particularmente incisiva la escena en la que se cuenta una entrevista para un programa de televisión.

Como hemos visto en más novelas recientes, la elección de un punto de vista ingenuo, y por momentos humorístico, para contar situaciones tan sórdidas, es una buena manera -tal vez la única- de conseguir que un público amplio de lectores y espectadores se traguen cosas que, por sí mismas, son insoportables. Algo así como si te dieran excrementos caramelizados. En definitiva, estamos ante una novela morbosa que denuncia la morbosidad cómplice de nuestra sociedad (y por tanto también de sus mismos lectores). Pero supongo que los más bondadosos podrán hacer lecturas más positivas.

Dejar comentario

Conectado como Aceprensa. Edita tu perfil. ¿Salir? Los campos obligatorios están marcados con *

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.