J.R.R. Tolkien: autor del siglo

TÍTULO ORIGINALJ.R.R. Tolkien, Author of the Century

GÉNERO

Minotauro. Barcelona (2003). 372 págs. 19 €. Traducción: Estela Gutiérrez.

Tom Shippey fue profesor en Oxford a la vez que Tolkien e impartió las mismas materias a lo largo de su vida. Entre otros puestos, ocupó su misma cátedra de Lengua Inglesa y Literatura medieval en la Universidad de Leed. En su libro anterior, El camino de la Tierra Media, se planteó situar la obra de Tolkien en un contexto filológico. Ahora intenta un acercamiento diferente: señalar cómo la obra de Tolkien responde a las preocupaciones básicas del siglo XX y explicar con detalle su calidad literaria.

Shippey dedica un capítulo al análisis de El hobbit, tres al de El señor de los anillos, uno a El Silmarillion, otro a los relatos cortos de Tolkien, y uno final a comentar reacciones de seguidores y de críticos. Entre las muchas líneas que se pueden seguir para comentar su libro, una particularmente interesante es la de sus respuestas a las críticas que han recibido Tolkien y su obra.

En contraste con El camino de la Tierra Media, libro en el que Shippey decía que las críticas a Tolkien se debían a la batalla entre profesionales de la lengua y de la literatura, aquí entra con sólidos argumentos en la pelea contra los que menosprecian a Tolkien, incluido su mismo biógrafo Humphrey Carpenter. A sabiendas de que así encenderá más la polémica, realiza curiosos e interesantes paralelismos entre las obras de Joyce y Tolkien. Entre otras cosas, señala cómo uno se convierte en autor de referencia con el apoyo de todas las autoridades académicas y cómo los seguidores de Tolkien lo llegan a ser por decisión personal y no por directrices educativas; en cómo uno cuenta con dinero en abundancia para escribir y el otro no cuenta con nada…

Shippey acepta que «es razonable imaginar que alguien rechace la visión de Tolkien» («aunque ha demostrado tener gran impacto en mucha gente que, como yo, a diferencia de él, no somos cristianos declarados»). Pero deja también claro que hay algo «deliberado y fastidioso» en que algunos expertos no comprendan esa visión y en que no reconozcan su coherencia. La cuestión es, señala Shippey, que «demasiados críticos han definido la ‘calidad’ de tal manera que excluyen cualquier cosa que no sea lo que a ellos les han enseñado a apreciar». Una persona como Tolkien, que tenía «una visión idiosincrática pero muy bien informada de la literatura», que «conocía las implicaciones del estilo, y de la lengua, mejor y de un modo más profesional que casi cualquier otra persona del mundo», que mostraba «una ambición impropia, como si tuviera ideas por encima de la condición propia de la basura popular», fue visto como una amenaza por «los árbitros del gusto literario».

Luis Daniel González

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