Historia intelectual del siglo XX

TÍTULO ORIGINALA Terrible Beauty. A History of the People and Ideas that Shaped the Modern Mind

GÉNERO

Crítica. Barcelona (2002). 965 págs. 40 €. Traducción: David León Gómez.

Peter Watson, autor de otros libros sobre Freud, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir y Wittgenstein, explica que ha querido recoger en este ensayo todo lo que supone aportación cultural en el siglo XX. Ha intentado darle forma narrativa y se inspira claramente en Tiempos modernos, de Paul Johnson. Pero mientras Johnson se centraba en la historia política, Watson quiere abarcar -sin poder apretar- todo lo demás: las ciencias, el pensamiento, la literatura, las artes y las manifestaciones culturales.

Peter Watson se sitúa culturalmente al otro lado del Atlántico y con un ligero sesgo de izquierda literaria (Woolf, Updike, Bellow), con atención a las ideologías científicas (Freud, Russell, Skinner, Chomsky, E.O. Wilson, Dawkins, etc.) y a las modas francesas (Sartre, Beauvoir, Lévi-Strauss, Derrida). No parece conocer de primera mano la filosofía continental ni el pensamiento cristiano (apenas reflejado). Y así, de entrada, resultan poco felices las páginas dedicadas a Brentano, Husserl, Bergson, la encíclica Pascendi, la universidad alemana de Von Humboldt y a Conrad (convertido en ecologista), que están en los primeros capítulos y desaniman al lector. Entre cientos de personajes citados, no aparecen Scheler, M. Buber, C.S. Lewis, V. Havel o Juan Pablo II. Y no dedica una línea a Maritain, Chesterton, Mortimer Adler o Tolkien. A pesar de estos desequilibrios, no se le ve un tono especialmente ideológico, porque sigue un método descriptivo.

Sin duda ha necesitado un trabajo de consulta descomunal, acumulando una masa enorme de datos, con un discreto orden cronológico. Con esfuerzo a la hora de contarlo, pero sin líneas y criterios de síntesis, y con un dominio relativo sobre el significado de lo que cuenta. Por lo que el conjunto adquiere el aire de inmenso collage, con datos entrecortados (y no siempre fiables) y con cierto predominio de materiales de divulgación científica. Por ejemplo, el capítulo 32, bajo el título Cielo y tierra, trata del alunizaje, la radiación de fondo, el Big Bang, la Biblia y la arqueología, algunos teólogos protestantes (Bultmann, Tillich y Niebuhr), Teilhard de Chardin y el Concilio Vaticano II (la ocasión perdida de la Iglesia católica), para terminar con la conciencia verde en los Estados Unidos y Lo pequeño es hermoso, de Schumacher, con la problemática del desarrollo.

Si se tienen presentes sus límites, tiene alguna utilidad por ofrecer panorámicas parciales. Y como recoge tanto material, acudiendo a los índices, puede proporcionar información dentro de sus fronteras culturales. Aunque, desde luego, sin los logros narrativos de la obra de Paul Johnson.

Juan Luis Lorda

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