La llegada de Nikola y Oleg a la ciudad de N., perdida y olvidada en los Balcanes, cerca de la frontera entre Croacia y Bosnia, causa un gran revuelo en la población. En primer lugar, porque su intención es reabrir una vieja fábrica de turbinas obsoletas. También porque, tras contratar a los obreros, les permiten la autogestión, más propia de los tiempos anteriores a las guerras yugoslavas, cuando el socialismo imperaba en la zona. Los trabajadores se aplican con interés e ilusión, pero, naturalmente, las cosas no tardan en complicarse.
A medida que avanza la trama conocemos la historia previa de los personajes, seres traumatizados por la guerra, confusos y doloridos, pero también arrojados, vitales. En este sentido, la obra constituye un retrato de la sociedad croata posbélica. Aunque los personajes llevan vidas poco virtuosas y en ocasiones se dejan arrastrar por el alcohol, las drogas o el sexo, el tono general de la novela no es angustioso ni deprimente. Perišić hace gala de una capacidad poco común para la ironía y el humor, que aportan ligereza a una historia a ratos disparatada, a ratos terrible.
El estilo es ágil, a menudo elíptico. Exige atención, pero no resulta oscuro. Abunda el monólogo interior, por el que se dota a los personajes de una contundente solidez. En todos los casos, el tono está admirablemente conseguido. Encontramos además pinceladas líricas: “Pasearon por las callejuelas adoquinadas y su amor se arrastraba tras ellos como un perro extraviado”.
Estamos ante una novela muy bien construida, con un estilo rico y bien modulado y unos giros argumentales sorprendentes e ingeniosos, que reflexiona además, con gran inteligencia, sobre cuestiones humanas atemporales y sobre problemas contemporáneos, como la colisión entre el socialismo y el capitalismo.
El último artefacto socialista es la segunda novela de Robert Perišić, y la primera traducida al español. El autor ha escrito también cuentos, libros de poesía y guiones para teatro y televisión.