Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional durante la presidencia de Carter, está considerado como uno de los más importantes analistas norteamericanos de relaciones internacionales y su nombre está vinculado asimismo a un influyente think tank, el Center for Strategic and International Studies. Este experto en geoestrategia siempre ha manifestado un gran interés por el análisis del espacio euroasiático, donde inciden actores como Estados Unidos, Europa, Rusia, China y Japón.
En este nuevo libro analiza esta cuestión y propugna una vez más la asociación estratégica entre americanos y europeos, en la que habría que buscar un entendimiento con Rusia, y todo ello paralelo a nuevas ampliaciones de la OTAN y la UE hacia el Este. Esta dinámica de expansión euroatlántica no busca, sin embargo, una confrontación con China ni con ninguna potencia asiática. Más bien pretende construir una seguridad en Eurasia basada en la cooperación, habida cuenta de que las amenazas a la seguridad se localizan sobre todo en el interior de los Estados. Estos planteamientos se insertan en la situación de la más inmediata postguerra fría, y los encontramos también expuestos en la obra anterior de Brzezinski, El gran tablero mundial (1997).
El problema es que el 11-S ha trastocado todos los parámetros, y la seguridad por la cooperación está siendo sustituida por la “guerra contra el terrorismo”. En esta especie de cruzada, el enemigo y los objetivos se hacen difusos, y el afán por buscar enemigos identificables lleva a señalar representantes de un “eje del mal” sobre los que obtener victorias que tranquilicen al pueblo norteamericano. Esta obsesión por la seguridad conlleva el peligro de deteriorar alianzas como la OTAN, en la que hay unos valores democráticos compartidos, y sustituirlas por coaliciones coyunturales en la que esos valores pasen a un segundo término.
Ésta es, por tanto, la principal crítica de Brzezinski a la Administración Bush: Estados Unidos puede pasar de ser una superpotencia valedora de una seguridad global en cooperación con otros Estados, a ser una superpotencia clásica que sólo dispone de la fuerza para tratar de imponer sus intereses. Si Washington opta por esta segunda vía, aumentará el resentimiento a escala mundial hacia los americanos y provocará terribles amenazas a la seguridad mundial, dada la difusión de tecnologías cada vez más destructivas.
Por tanto, el dilema de Washington es elegir entre una dominación global, difícilmente sostenible pues todas las potencias hegemónicas tienen un tiempo limitado, y un liderazgo global que tenga en cuenta los intereses de otras potencias y áreas geográficas. El libro es, por tanto, un rechazo del unilateralismo, un alegato en favor de unos Estados Unidos primus inter pares, aunque no se otorga un papel destacado a las organizaciones internacionales, lo que está muy en la línea de los estrategas realistas como Brzezinski.