Del amanecer a la decadencia

TÍTULO ORIGINALFrom Dawn to Decadence

GÉNERO

Taurus. Madrid (2001). 1.303 págs. 29,75 €. Traducción: Eva Rodríguez Halffter y Jesús Cuéllar.

Este poderoso volumen es una amplia meditación o divagación histórica sobre la historia de Occidente desde la Reforma protestante. Y se ha vendido por millones en estos dos últimos años en los Estados Unidos. Se puede entender como el amable relato de un historiador humanista, culto y ya muy entrado en años, que ha vivido y leído mucho y mira hacia atrás con mezcla de benevolencia y aprensión. Jacques Barzun (n. 1907) es de origen francés, afincado desde los trece años en Estados Unidos. Estudiante y profesor en la Universidad de Columbia, donde ocupó cargos de gobierno e impulsó un importante programa de formación humanística. En su investigación histórica, ha prestado una particular atención al romanticismo.

El libro se divide en cuatro partes. En la primera (1500-1600), relata la revolución de pensamiento que supone la Reforma luterana. En la segunda (1600-1789), el afianzamiento de las monarquías y las mentalidades nacionales. La tercera (1789-1920) está dedicada a las consecuencias culturales y políticas de la Revolución Francesa. Y la última (1920-) a la crisis de conciencia de las posguerras mundiales, al desarrollo y fracaso del experimento soviético, y especialmente, a la preocupante deriva cultural norteamericana. El libro está concebido como un flujo donde se incorporan consideraciones de todo tipo, con predominio de las cuestiones históricas y artísticas, pero con atención al impacto cultural de la ciencia o de los avances técnicos. Se nota un ligero tono reformado de fondo, un sentido humanitario al juzgar las personas y los hechos y una elegante y liberal independencia de criterio con respecto a los clichés culturales.

De fondo se puede decir que Barzun reacciona ante el ataque a la tradición humanística occidental, que está en curso desde posiciones supuestamente alternativas: especialmente ante el eslogan del multiculturalismo «todas las culturas valen lo mismo». Un representante tan cualificado como él de las humanidades, considera un deber conjurar y detener este proceso. Unas curiosas páginas finales, donde se imagina mirando el mundo de hoy retrospectivamente, ponen de manifiesto que no cree mucho en el futuro, pero que, en todo caso, pone su esperanza en las humanidades.

Juan Luis Lorda

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