Han pasado más de veinte años desde que el West End, el llamado Broadway londinense, estrenara por primera vez We Will Rock You, un musical creado a partir de las canciones más conocidas de Queen, con un libreto adaptado y coproducido por los mismos Brian May y Roger Taylor, guitarrista y batería del histórico grupo de rock. Desde entonces, este musical se ha representado en 19 países, ante más de 16 millones de espectadores. En España, la obra pasó por Madrid, Barcelona y Sevilla en el año 2004, y desde 2021 se representa en Madrid de manera continuada.
El éxito de We Will Rock You se debe mayoritariamente a que escuchar las canciones de Queen en directo es una experiencia inapelable, aunque no sean entonadas por “su majestad” Freddie Mercury. Sólo la música es ya un disfrute para cualquier espectador con un mínimo de aprecio por el rock, sin necesidad de ser un experto.
A diferencia de la reciente Bohemiam Rhapsody, la película que contaba los orígenes de Queen, el musical narra una historia de ficción totalmente ajena a la banda. We Will Rock You recrea una entretenida distopía orwelliana, como hacen una buena parte de la literatura y el cine de los últimos años. Esta vez, el motivo que ha hecho caer a la humanidad, sumiendo al mundo en la monotonía y la tristeza, es la prohibición de escuchar o tocar música en directo. No hay rastro de instrumentos o melodías y el monopolio de la música está en manos del gigante y malvado Globalsoft.
Como en toda distopía que se precie, hay un líder infame (Killer Queen), unos ciudadanos que viven alienados (los chicos Ga Ga), unos disidentes rebeldes (los bohemios) y un elegido que, poco a poco, va descubriendo su papel en el mundo (Galileo, “el soñador”), magistralmente interpretado por Ferrán Fabra. Pero, aunque el argumento es de sobra conocido, el peso de la historia está bien llevado y resulta entretenido.
En We Will Rock You prácticamente todas las canciones son en inglés; sin embargo, el guion está bien adaptado al mercado español y se apoya en un montón de variadas referencias musicales que dan juego a la historia, en un montaje escénico minimalista pero suficiente.
El musical tiene sólo un par de “peros”, entre comillas, porque son los propios de la época en la que Queen brilló sobre los escenarios. Por un lado, un vestuario imposible, lleno de licras y cueros, en donde sólo se salva la chupa del protagonista. Por otro, un exceso de referencias sexuales, en la mayoría de los casos traídas sin venir a cuento, que ensombrecen un conjunto que, en muchos momentos, es brillante.