En el año 2010, el documentalista Andrew Jarecki (nominado al Oscar por Capturing the Friedmans), realizaba su primera y única película de ficción. Todas las cosas buenas tuvo mejores críticas que respuesta del público en taquilla, a pesar de estar protagonizada por Ryan Gosling, Kirsten Dust y Frank Langella. Sin embargo, esta película cambiaría la vida del director cuando el protagonista real de la historia contactó directamente con él, porque consideraba que nadie había contado su vida con tanta fidelidad. Ese hombre se llamaba Robert Durst, un multimillonario sobre el que pesaba la sombra de la desaparición de dos mujeres muy cercanas a él, y que estaba dispuesto a aclarar la verdad en una larga entrevista con el director. Así nació la primera temporada de The Jinx en 2015, que generó una auténtica conmoción nacional, y que ahora concluye con las últimas revelaciones en la investigación y el juicio definitivo.
En un momento de debate público en España sobre la moralidad del true crime, esta docuserie de Max (antes HBO Max) tiene el privilegio de ser ejemplar como periodismo de investigación. El director y guionista hace una exposición muy meritoria por su claridad y profundidad, en un caso complejísimo que se ha alargado durante 40 años, y en el que han aparecen decenas de testimonios directos, algunos de ellos marcados por sospechosas contradicciones.
El guion es meticuloso en el tratamiento de la información, pero siempre da prioridad al análisis y desarrollo del retrato psicológico de los personajes, por encima del detallismo de los crímenes, que se muestran de manera sintética y elíptica. Este enfoque dinamiza el ritmo de la trama, centrándose en los giros impactantes motivados por declaraciones inéditas, y reduciendo así la pesadumbre de otras producciones similares, que acaban siendo un recuento innumerable de análisis de ADN y de las malditas microfibras.
Andrew Jarecki consigue de esta manera hacer un retrato incisivo pero matizado y verosímil de las élites neoyorquinas, con todos sus pliegues de influencia social, manipulación individual y poder mediático, acompañados con tanta frecuencia del veneno de la amargura y la soledad más corrosiva. En definitiva, un acercamiento al mal que no mitifica al criminal, sino que muestra su rostro más oculto, verdadero y tenebroso.