Las gemelas Pleynet ingresaron en la Escuela Superior de Música de Karlsruhe a los 18 años, después de una larga y exigente dedicación al estudio impulsada por su padre. Pero lo que parecía ser el comienzo de una trayectoria brillante se convierte en una competición permanente que amenaza con enfrentar a las dos hermanas.
Esta ópera prima de Valentin y Frédéric Potier, padre e hijo, es una de esas películas que demuestran la universalidad del cine francés. El guion desarrolla la historia con claridad y sutileza, dando a la trama y los personajes un recorrido dramático muy completo en el que hay éxitos y humillaciones, culpa y redención, en un metraje perfectamente diseñado y equilibrado. Camille Razat (El acusado) y Mélanie Robert sorprenden con su personalidad y estilo en su primer personaje principal en cine y televisión, creando una química entre las dos hermanas que hace que la película mantenga una tensión impredecible combinada con el afecto y respeto entre ellas.
El tratamiento de la historia favorece la reflexión y debate del espectador sobre los límites de los padres para influir en el proyecto vital de sus hijos, la competencia profesional, la liberación o esclavitud que puede ofrecer la música…
Tanto la fotografía como la planificación y la banda sonora acompañan con precisión a la trama, modulando su emoción y ayudando a explicar los matices que los personajes prefieren callar. Un ejercicio cinematográfico muy meritorio y valioso, teniendo en cuenta que se trata de dos cineastas noveles.