Las expectativas puestas en esta serie eran enormes: independientemente de que los millones de fans de Tolkien la comparen con la versión cinematográfica de El Señor de los Anillos por Peter Jackson, Amazon había hecho una inversión de casi 500 millones de dólares en Los Anillos de Poder y, por tanto, la campaña publicitaria ha estado omnipresente durante meses.
Que la serie ha contado con un presupuesto muy generoso se puede apreciar en todo su diseño de producción, en los paisajes y escenarios, y en el sonido, incluyendo la música. Se aprecia un esfuerzo por inspirarse –por ejemplo, en algunos detalles del reino de Númenor– en la trilogía de Jackson. A ello contribuye que algunas personas del departamento de arte ya trabajaron en dicha trilogía.
Ahora bien, los aspectos técnicos son únicamente el “envoltorio” para el argumento; y aquí comienzan los problemas para una serie ambientada en la Segunda Edad de la Tierra Media, miles de años antes de la historia contada en El Señor de los Anillos, sobre la que –a diferencia de esta– no hay una obra propia. J.R.R. Tolkien dedicó una parte del Silmarillion a dicha Edad… pero Amazon no disponía de los derechos de esa obra, por lo que –como explicaron los showrunners Patrick McKay y John D. Payne en una entrevista con Vanity Fair– se apoyaron en breves referencias esparcidas por otras obras de Tolkien. Dicho de otro modo: en esta serie poco hay, más allá de algunos personajes, del escritor católico inglés.
Aunque esto suponga un lastre para una serie basada en el mundo de Tolkien, por sí misma esa circunstancia no afirma nada sobre la calidad de la serie. Ahora bien, cargar un proyecto de esta envergadura sobre la espalda de dos guionistas primerizos y de directores –con excepción de Juan Antonio Bayona– poco experimentados conllevaba un alto riesgo. Los creadores de la serie han optado por ser fieles al original en lo superficial; pero, en lo narrativo, el guion no capta la profundidad del mundo de Tolkien, sino que salta de un lugar a otro, de una trama a otra, de unos personajes a otros, que –con alguna excepción– resultan fríamente distantes y planos; a esto se añade un lenguaje grandilocuente y artificial.
Tolkien creó, a mediados del siglo pasado en un contexto sociocultural muy diferente al actual, un universo predominantemente masculino, pero en el que tres personajes femeninos desempeñan un papel muy especial: Galadriel, Arwen y Éowyn. El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder pretende “actualizar” dicho mundo, de acuerdo con los cánones del momento, sobre todo con su cuota multirracial y una perspectiva feminista.
En 2012, Christopher Tolkien se quejaba, en una entrevista con Le Monde, de que la comercialización reducía a la nada el alcance estético y filosófico de la obra de su padre J.R.R. Tolkien. En la serie El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder, la profundidad filosófico-teológica de Tolkien queda diluida en los cánones del mainstream.