5/10Valoración

El cautivo

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Ritmo : ⚪⚪⚫
Sexo: ⚪⚫⚫
Violencia: ⚪⚪⚫

ESTRENO12/09/2025

Después de recrear un episodio de la vida de Miguel de Unamuno en Mientras dure la guerra, Alejandro Amenábar se fija ahora en otro ilustre Miguel, el autor del Quijote, para ficcionar los cinco años que pasó prisionero en Argel, entre 1570 y 1580, después de haber sido apresado por corsarios árabes.

En la versión del director, durante ese tiempo un joven Cervantes tratará de huir en cuatro ocasiones, escribirá piezas teatrales para levantar la moral del resto de cautivos y mantendrá una ambigua relación homoerótica con el gobernador otomano, Hasán Bajá, apodado “el Veneciano”.

La película puede presumir de una magnífica producción y de un notable reparto donde sobresalen las interpretaciones del jovencísimo Julio de la Peña y del veterano Miguel Rellán. A Amenábar hay que agradecerle, además, que nos empuje a leer a uno de los grandes autores del siglo de Oro y a descubrir a personajes como el semi-inédito Antonio de Sosa.

Terminados los aplausos, este biopic de Cervantes deja un poso de desencanto. Dice Amenábar que, al principio, se planteó la película a partir de los intentos de huida de Cervantes, como una cinta de aventuras, pero la realidad es que las tentativas están narradas sin ritmo y sin apenas suspense. Después convierte a Cervantes en Sherezade y construye algunos de los momentos más emocionantes de la película –esos cautivos hechizados por un fantasmagórico pañuelo blanco–, pero el recurso pierde fuerza por la reiteración. Finalmente, Amenábar pone el acento en la relación de Cervantes con su captor y construye su propia Brokeback Mountain.

Aunque casi todos los historiadores coinciden en señalar que no hay ninguna evidencia de que Cervantes fuera homosexual, la narrativa y la ficción han alimentado este rumor, y dice Amenábar que “renunciar a la trama homosexual de Cervantes sería como renunciar a mí mismo, porque soy homosexual”. En estas palabras creo que se resume el gran hándicap de la película. Y no precisamente por el tema de la homosexualidad, que me parece secundario; el gran inconveniente de la cinta es que Amenábar se ha creído Cervantes. O mejor dicho, ha creado un Cervantes a su imagen y semejanza. Y le ha salido un Cervantes descolorido. 

Es muy difícil entender a Cervantes –como a cualquier persona, por otra parte– aislándolo de su contexto histórico y cultural. Y es peligroso tratar de arrimar demasiado el ascua a la sardina ideológica de uno. Me explico. Desde la ficción yo puedo convertir a Cervantes en gay, en mujer o en una sirena. Lo que resultaría más inverosímil es que convirtiera al escritor del Siglo de Oro en un hincha del Atlético partidario del Cholo Simeone o en una Greta Thunberg luchando contra el cambio climático. 

Lo inverosímil de El cautivo no es que Cervantes fuera homosexual, es que afrontara la muerte como si fuera un influencer posmoderno recitando una frase de Mister Wonderfull (no quiero hacer spoiler, pero cuando vean la escena en la película, lo reconocerán). Con lo en serio que se tomaban en aquella época la muerte, el juicio, el cielo y el infierno.

Basta leer algunas páginas de la obra de Cervantes para echar de menos en la película las señas identitarias del escritor. Que son señas identitarias, por otra parte, de todo un periodo histórico. El de Amenábar es un Cervantes de pensamiento débil. No hay apenas alusión a aspectos claves de sus obras. Apenas se habla de la dignidad humana (y eso que la película es explícita en mostrar la barbarie), ni de la honra, ni de la verdad, ni del destino eterno, ni del perdón, ni de la caridad hacia los enemigos. Incluso cuando se habla de libertad o de amistad, dos de los grandes temas del autor, se hace de forma algo mutilada: es una libertad sobre todo física y una superficial camaradería.

Y lo mismo ocurre con la religión, un tema omnipresente en la película… y no digamos en la obra del autor de Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Amenábar aprovecha para convocar a sus demonios personales. Para el cineasta, la religión es sinónimo de fanatismo, los dogmas, irracionales, y la Iglesia, cuna de oscurantistas. Y, claro, en este tema, como en el de la sexualidad, tampoco Cervantes se va a levantar de la tumba para llevarle la contraria a Amenábar. 

En la vida real y en la ficción, poner a un muerto ilustre a defender los colores de tu equipo no es un recurso novedoso (que se lo digan a los albaceas que gestionan herencias). Ni entraña ningún riesgo (por lo de salir de la tumba). Otra cosa es que en la vida real sea poco ético y que en la ficción pueda herir de muerte la emoción y la conexión con el espectador.

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