Un programa de evangelización para África

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En su viaje a Benín, Benedicto XVI entregó a los obispos africanos la Exhortación apostólica Africae munus, que sintetiza las propuestas del Sínodo de Obispos sobre África celebrado en 2009.

Este documento, ha dicho Benedicto XVI, debe leerse en continuidad con la anterior Exhortación Ecclesia in Africa, publicada por Juan Pablo II, de 1995, tras el primer Sínodo de Obispos dedicado a África.

La Exhortación de Benedicto XVI gira en torno a tres palabras claves: reconciliación, justicia y paz.

La reconciliación responde a la necesidad de superar los efectos de la corrupción, de los crímenes de índole tribal, de las guerras civiles, de las violaciones de los derechos humanos que a menudo ha padecido el continente africano. Pero no hay que confundir la reconciliación con el mero olvido: “Para llegar a ser efectiva, esta reconciliación deberá ir acompañada de un gesto valiente y honrado: buscar a los responsables de esos conflictos, de los que han ordenado los crímenes y se han entregado a toda clase de componendas, determinando su responsabilidad. Las víctimas tienen derecho a la verdad y a la justicia”.

Para los católicos, “la conversión se vive de manera especial en el Sacramento de la Reconciliación”. El Papa advierte que el sacramento no puede ser sustituido por ceremonias tradicionales de reconciliación que se viven en África, sobre las que se pide a los obispos que evalúen “sus aspectos positivos y sus limitaciones”. Y sugiere a los obispos africanos que declaren un Año de la Reconciliación, para relanzar este sacramento.

En cuanto a la justicia, el documento reconoce que “la construcción de un orden social justo es en primera instancia una tarea de la política”, y que la misión de la Iglesia y de los sacerdotes no es de orden político. “Sin embargo, una de las tareas de la Iglesia en África consiste en formar conciencias rectas y receptivas a las exigencias de la justicia”, según la doctrina social de la Iglesia.

Vuelve a subrayarse la importancia de la inculturación de la fe en las costumbres y tradiciones africanas. Pero no todo es aprovechable. Los obispos han advertido “una dicotomía entre ciertas prácticas tradicionales de las culturas africanas y las exigencias específicas del mensaje de Cristo”. Por eso, “discernir los elementos culturales y las tradiciones contrarias al Evangelio ayudará a separar el trigo de la cizaña”.

La visión africana de la vida

El Papa hace un llamamiento a mantener la verdad sobre la familia, amenazada por “la distorsión de la noción misma de matrimonio y familia, la infravaloración de la maternidad y la banalización del aborto, la facilitación del divorcio y el relativismo”.

Benedicto XVI pide que se reconozca en la práctica la igual dignidad del hombre y de la mujer. Es cierto que “se ha progresado en favorecer la promoción y la educación de la mujer en algunos países de África; sin embargo, en su conjunto, aún no se ha llegado a valorar y reconocer plenamente su dignidad, sus derechos, así como su aportación esencial a la familia y a la sociedad”. Su promoción es insuficiente y “todavía son demasiadas las prácticas humillantes para las mujeres, las vejaciones en nombre de tradiciones ancestrales”. Por eso, “la Iglesia tiene la obligación de contribuir a este reconocimiento y liberación de la mujer”.

Pero este apoyo a la promoción de la mujer no le impide criticar “los aspectos cuestionables de ciertos documentos de entes internacionales, en especial los que se refieren a la salud reproductiva de la mujer”. “La postura de la Iglesia no admite ambigüedad alguna por lo que se refiere al aborto”, que consiste en “eliminar a un inocente no nacido”.

Al hablar de las amenazas sobre la vida humana en África, menciona los estragos del abuso de drogas y el alcohol, el paludismo, la tuberculosis y el sida. En particular, “el problema del sida exige sin duda una respuesta médica y farmacéutica. Pero ésta no es suficiente, pues el problema es más profundo. Es sobre todo ético”. De ahí la necesidad de un cambio de conducta, centrado en la abstinencia sexual, el rechazo de la promiscuidad sexual, la fidelidad en el matrimonio.

Hay una decidida invitación a luchar contra el analfabetismo, que el Papa califica como “una forma de muerte social”, que margina a la persona y le impide acceder al conocimiento. Benedicto XVI recuerda el gran esfuerzo que ha hecho y hace la Iglesia en África en el mundo de la educación, poniendo a disposición de la población “los medios para acceder al conocimiento, sin distinción de origen, medios económicos o religión”.

Y al mismo tiempo que “la Iglesia reconoce y respeta el papel del Estado en la educación”, afirma también su legítimo derecho a participar en ella, y a aportar su contribución específica “según sus propias normas y en sus instalaciones”.

Un instrumento de primaria importancia al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz es el buen gobierno de los Estados. Esto se expresa en el respeto de la Constitución, de las elecciones libres, de sistemas judiciales independientes, de administración transparente y carente de corrupción.

Diálogo interreligioso

La Iglesia en África debe afrontar el crecimiento en el continente de comunidades no católicas autóctonas (Independent African Churches), que con frecuencia se derivan de iglesias y comunidades eclesiales cristianas tradicionales que adoptan aspectos de las culturas tradicionales africanas. Y también de movimientos sincretistas y sectas, que “explotan la credulidad y ofrecen un respaldo religioso a creencias religiosas multiformes y heterodoxas no cristianas. Destruyen la paz de los cónyuges y sus familias a causa de falsas profecías y visiones”. La respuesta deberá ser “evangelizar en profundidad el alma africana”.

La Iglesia convive también con las religiones tradicionales africanas, de las que provienen la mayoría de los cristianos conversos. Estas religiones hacen referencia a los antepasados y a una forma de mediación entre el hombre y la Inmanencia. El documento propugna que se llegue a “la necesaria distinción entre lo cultural y lo cultual, descartando los elementos mágicos”. Reconoce que “el problema de la ‘doble pertenencia’ al cristianismo y a estas religiones sigue siendo un desafío”.

También advierte contra la hechicería, a la que a veces se recurre ante las preocupaciones sobre la salud, el bienestar, los niños, el clima, la protección contra los malos espíritus.

En cuanto al diálogo con el Islam, la Exhortación constata situaciones muy diversas en el continente: “En algunos países, hay un buen entendimiento entre cristianos y musulmanes; en otros, los cristianos no son más que ciudadanos de segunda clase, y los católicos extranjeros, religiosos o laicos, tienen dificultades para obtener visados y permisos de residencia; hay países donde no se distingue suficientemente entre los elementos religiosos y políticos; y otros, en fin, en los que se produce agresividad”.

El Papa anima a mantener la estima hacia los musulmanes y a “trabajar juntos para impedir toda forma de discriminación, intolerancia y fundamentalismo confesional”. “Animo a toda la Iglesia a buscar, mediante un diálogo paciente con los musulmanes, el reconocimiento jurídico y práctico de la libertad religiosa, de modo que todo ciudadano disfrute en África, no sólo del derecho a elegir libremente su religión y a practicar su culto, sino también del derecho a la libertad de conciencia”.

En la segunda parte de la Exhortación, el Papa hace recomendaciones especiales para los distintos miembros de la Iglesia (obispos, sacerdotes, laicos, seminaristas, catequistas, etc.), y da directrices para los principales campos de apostolado: la educación, la sanidad y el mundo de la información y la cultura.

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