Un programa para la Iglesia en África

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En su reciente viaje, Juan Pablo II clausuró el Sínodo africano
En su reciente viaje a Camerún, Sudáfrica y Kenia, Juan Pablo II se ha hecho una vez más portavoz de los problemas y esperanzas de África. En este continente se comprueba de modo especial que entre evangelización y promoción humana hay lazos muy estrechos. Para satisfacer el afán de cambio de millones de africanos, el Papa pidió la solidaridad de las naciones más favorecidas, a la vez que subrayaba la responsabilidad de sus dirigentes para erradicar la corrupción, superar los contrastes étnicos y afrontar los problemas reales de la población.

Durante su undécima visita apostólica al continente, que tuvo lugar del 14 al 20 de septiembre, el Papa ha dicho que la Iglesia no ofrecía soluciones políticas y económicas a esos problemas, pero reafirma «el compromiso en su propia misión espiritual y humanitaria en este continente».

Ese empeño está reflejado en la exhortación apostólica Ecclesia in Africa, que publicó al inicio del viaje y que guiará la acción de la Iglesia con vista al 2000, año en que los católicos africanos rondarán los cien millones de fieles, el doble que al inicio del actual pontificado.

El objetivo principal del viaje fue precisamente dar a conocer la exhortación apostólica, que recoge los resultados de la asamblea especial para África del sínodo de los obispos celebrado en el Vaticano en 1994. Fueron los mismos padres sinodales quienes pidieron al Papa que proclamara in situ el documento, de modo que la asamblea concluyera simbólicamente en África.

En el Norte, el Islam

Estaba previsto que esta fase de anuncio en tierra africana se desarrollara en cada uno de los cuatro puntos cardinales del continente. Sin embargo, las dificultades surgidas en los últimos meses, incluidas las presiones del radicalismo islámico, hicieron imposible la etapa en Túnez (norte), de modo que el programa se concentró en Camerún (oeste), Sudáfrica (sur) y Kenia (este).

El Papa se refirió al diálogo con los musulmanes en distintos momento del viaje, y agradeció la presencia de representantes islámicos en los diversos encuentros. Tan sólo en Kenia, el jefe de la mezquita de Nairobi rechazó a última hora la invitación, pero quedó claro que la mayoría de los musulmanes del país no compartían sus prejuicios.

El programa de la visita preveía dos momentos centrales en cada uno de los tres países: una misa multitudinaria al aire libre, con abundantes manifestaciones litúrgicas tomadas de las tradiciones locales, y una sesión sinodal, en la que tomaron la palabra también representantes de otras confesiones cristianas y de otras tradiciones religiosas.

En esos encuentros, el Papa abordó algunos temas incluidos en la exhortación apostólica. En Yaundé (Camerún) habló concretamente de la evangelización de la cultura, de la inculturación y del diálogo interreligioso; en Johannesburgo (Sudáfrica), del valor inestimable de la paz y de la justicia en la sociedad y en la Iglesia, y en Nairobi (Kenia) se refirió a la evangelización, a la familia y al papel de los padres como primeros evangelizadores.

Superar las rivalidades étnicas

Como tema de fondo, dirigido a todo el continente, hizo un llamamiento al perdón y a la reconciliación: términos, dijo, que para algunos pueden sonar inaccesibles, pero «representan el único camino posible para superar el completo fracaso moral de los prejuicios raciales y de las rivalidades étnicas». Son «el único modo de disipar las amenazas de etnocentrismo que pesan sobre África, etnocentrismo que en los últimos tiempos ha golpeado brutalmente Ruanda y Burundi», donde el peligro todavía está latente.

Y junto a los problemas étnicos, una comprobación: «Veo un continente ansioso por alcanzar un nuevo nivel de vida y de dignidad (…). África se está transformando. No sabemos todavía donde llevará este cambio. Sabemos, sin embargo, que no pueden ser ignoradas las esperanzas y expectativas de millones de seres humanos».

«Vengo -dijo en otro momento- como quien está profundamente preocupado por el destino de los pueblos de África. África se encuentra en una encrucijada. Sus pueblos y sus gobernantes deben recurrir a toda su sabiduría en la tarea difícil y urgente de promover un desarrollo que no sea sólo económico y material», sino el impulso de una civilización que privilegie a las personas sobre las cosas y promueva la comprensión, la armonía y la cooperación.

El Papa dijo que África debe rechazar el espejismo del modo de vivir occidental, que tantas veces no se corresponde con la fe cristiana y está en contraste con las auténticas tradiciones africanas. «Os recomiendo que miréis a vosotros mismos, a las riquezas de vuestras tradiciones, a vuestra fe».

La reconciliación en Sudáfrica

Como era de esperar, la atención informativa se fijó sobre todo en la etapa de Sudáfrica, país que el Papa visitaba por primera vez (en septiembre de 1988 estuvo unas horas, pero fue por el aterrizaje de emergencia del avión que le llevaba de Botswana a Lesotho).

Era grande el interés por escuchar cuáles serían sus consejos para impulsar la renovación del país, una vez superado el régimen de apartheid. No faltaba tampoco cierta curiosidad por comprobar la acogida que ofrecería al Papa esta nación arco iris, donde los católicos representan sólo el 7,5 % de la población (frente al 29% en Camerún y el 25% en Kenia, países donde ya estuvo en 1985, y 1980 y 1985, respectivamente).

La expectación no fue defraudada. El propio presidente Nelson Mandela, de 77 años, se hizo portavoz «con gran alegría» del deseo con que los sudafricanos esperaban ese momento. «Decir que la visita fue largamente esperada es rendir homenaje a su propio rechazo del sistema del apartheid. Usted retrasó la visita a este país porque veía con desdén un sistema que trataba a los hijos de Dios como seres humanos inferiores». Mandela elogió también a la Iglesia católica, que se opuso al régimen injusto: «Muchos de sus miembros sufrieron las peores privaciones posibles, pero permanecieron firmes en el seguimiento de Cristo por el camino de la verdad y de la justicia».

El Papa alabó a Mandela por «haber sido testigo silencioso y partícipe del anhelo de su pueblo por la verdadera liberación», y haber asumido la responsabilidad de inspirar «la reconciliación y reconstrucción nacionales». Tuvo también palabras de elogio para el ex presidente, y actual vicepresidente, F. W. de Klerk, y recordó que ambos habían recibido el premio Nobel de la paz en 1993 «por la sabiduría y valentía con que habéis actuado».

Precisamente los cambios que se han producido en Sudáfrica en los últimos años son una llamada a la esperanza, pues «viendo cuanto sucede aquí, los hombres y mujeres de buena voluntad esperan que también en otras partes de este continente, y en todo el mundo, la violencia dejará paso al diálogo y a la concordia, y la vida de hombres, mujeres y niños no estará más en peligro por motivos que, con mucha frecuencia, no comparten y no comprenden».

Un papel insustituible de la mujer

Juan Pablo II dedicó una atención especial al papel de la mujer en África como educadora de paz y educadora en la fe. «Se me pregunta con frecuencia: ¿por qué el Papa visita tanto África? Hay una respuesta: África es el continente de la familia, y el futuro de la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la familia. (…) Vosotras, mujeres de África, tenéis un papel insustituible en la humanización de la sociedad (…). La historia demuestra que las guerras son realizadas sobre todo por los hombres. Siempre ha sido así, y también hoy es así».

El Papa hizo hincapié asimismo en que «la maduración de la comunidad católica en África consistirá en gran medida en hacer que los laicos estén en grado de ejercitar responsablemente su plena vocación y dignidad cristiana»: padres que sean personas profundamente creyentes, educadores conscientes de sus propias responsabilidades, líderes políticos que tengan un profundo sentido de la moralidad».

Las conclusiones del Sínodo de Obispos africanosLa exhortación apostólica Ecclesia in Africa, de 150 páginas, se presenta como el programa de la Iglesia en África con vistas al tercer milenio. El Papa explicó durante el viaje que el documento «es un instrumento, un inicio, pues lo que importa es la efectiva renovación de los miembros de la Iglesia».

El documento ofrece también una breve historia de la evangelización del continente, precedida de algunas notas sugestivas, como la presencia de África en la pasión del Señor en la figura de Simón de Cirene.

Se sintetizan a continuación algunas ideas clave de los puntos principales que aborda la Ecclesia in Africa, que fueron también el núcleo de los argumentos tratados durante el sínodo:

Evangelización. Es la actividad central de la Iglesia, «testimoniar el Evangelio con la palabra y con las obras» (n. 56). Los fieles, sacerdotes y laicos, deben contar para ello con una sólida formación doctrinal.

«El anuncio de la Palabra de Dios tiende a la conversión cristiana, es decir, a la adhesión plena y sincera a Cristo y a su Evangelio mediante la fe. La conversión a Cristo, además, está relacionada con el bautismo». Si bien hay salvación para «los hombres de buena voluntad que, sin ninguna culpa por su parte, no reciben el bautismo», también es cierto que «un itinerario de conversión que no llegase al bautismo se quedaría a mitad de camino» (n. 73).

La Iglesia en África debe ser evangelizadora de los africanos y también estar abierta a las necesidades misioneras de la Iglesia universal.

La evangelización, que está centrada en el «encuentro con la persona viva de Cristo» (n. 57), abarca al hombre y a la sociedad. Los cuatro puntos que siguen son consecuencia de la evangelización.

Inculturación. Es el proceso mediante el cual el Evangelio se encarna en las diferentes culturas. «Así como en la Encarnación Cristo asumió la naturaleza humana, excepto en el pecado», de manera análoga «el mensaje cristiano asimila los valores de la sociedad a la que se anuncia, descartando lo que está marcado por el pecado» (n. 87).

La inculturación «comprende una doble dimensión: por una parte, una íntima transformación de los auténticos valores culturales mediante su integración en el cristianismo y, por otra, la radicación del cristianismo en las diversas culturas» (n. 59).

La inculturación «implica también rupturas con las costumbres y la cultura de cualquier pueblo de la tierra, porque el Evangelio nunca es un producto interno de un determinado país, sino que siempre «viene de fuera», «viene de lo Alto» (n. 74).

«El desafío de la inculturación en África es hacer que los discípulos de Cristo puedan asimilar cada vez mejor el mensaje evangélico, permaneciendo fieles a todos los valores africanos auténticos» (n. 78).

La inculturación debe respetar siempre dos criterios, afirma el Papa citando una de las propuestas del sínodo: «La compatibilidad con el mensaje cristiano y la comunión con la Iglesia universal» (n. 62).

Un campo concreto de aplicación de estas ideas es la liturgia: «Se debe tender a la inculturación de la liturgia, teniendo cuidado de no cambiar nada de los elementos esenciales, de modo que el pueblo fiel pueda comprender y vivir mejor las celebraciones litúrgicas» (n. 64).

También se pide a los teólogos que desarrollen toda la riqueza contenida en conceptos tales como la Iglesia entendida como Familia de Dios. Esta idea resulta particularmente eficaz para la evangelización en África: «La imagen pone el acento en la solicitud por el otro, la solidaridad, el calor de las relaciones, la acogida, el diálogo y la confianza. La nueva evangelización tenderá, pues, a edificar la Iglesia como Familia, excluyendo todo etnocentrismo y todo particularismo excesivo» (n. 63).

Diálogo. La actitud de diálogo «es el modo de ser» del cristiano y se debe aplicar en primer lugar dentro de la misma Iglesia, a todos los niveles. Los católicos están invitados, además, a desarrollar un diálogo ecuménico con los fieles de las demás confesiones cristianas (n. 65).

«El compromiso de diálogo debe abarcar también a los musulmanes de buena voluntad. Los cristianos no pueden olvidar que muchos musulmanes tratan de imitar la fe de Abraham y vivir las exigencias del Decálogo». Se pondrá «particular atención en que el diálogo mahometano-cristiano respete por ambas partes el ejercicio de la libertad religiosa, con todo lo que eso comporta, incluidas también las manifestaciones exteriores y públicas de la fe» (n. 66).

Por lo que se refiere a la religión tradicional africana, el diálogo podrá, por una parte, proteger de «influjos negativos que condicionan la forma de vida de muchos católicos» y por otra, «asegurar la asimilación de los valores positivos, como la creencia en el Ser Supremo, Eterno, Creador, Providente y justo Juez, que se armonizan bien con el contenido de la fe» (n. 67).

Justicia y paz. Entre evangelización y promoción humana existen lazos muy estrechos: «El hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a problemas sociales y económicos». Al mismo tiempo, «la liberación que la evangelización anuncia no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios» (n. 68).

La Iglesia, si realmente quiere hablar a los hombres de justicia, debe esforzarse por ser justa a sus ojos. Por esta razón, es «preciso examinar atentamente los actos, los bienes y el estilo de vida de la Iglesia» (n. 106). La difusión de la doctrina social tiene que ocupar un lugar importante en los programas pastorales de cada comunidad cristiana.

«Los Padres del Sínodo fueron unánimes al reconocer que el mayor desafío para realizar la justicia y la paz en África consiste en administrar bien los asuntos públicos en los campos de la política y la economía» (n. 110).

«Los problemas económicos de África se han agudizado por el comportamiento deshonesto de algunos gobernantes corruptos que, en complicidad con intereses privados locales o extranjeros, derrochan en su provecho los recursos nacionales, transfiriendo dinero público a cuentas privadas en bancos extranjeros. Se trata de verdaderos y auténticos robos, sea cual fuere la cobertura legal. Deseo vivamente que los organismos internacionales y las personas íntegras de los países africanos o de otros países del mundo sepan disponer de los medios jurídicos adecuados para hacer volver los capitales indebidamente sustraídos. En la concesión de créditos es importante también asegurarse sobre la responsabilidad y la trasparencia de los destinatarios» (n. 113).

En el plano político, «con gran tristeza debo señalar que no pocas naciones africanas están sufriendo todavía bajo regímenes autoritarios y opresivos, que niegan a sus súbditos la libertad personal y los derechos humanos fundamentales» (n. 112). Hay que construir un Estado de Derecho y saber «conciliar profundas diferencias» y «superar antiguas enemistades de naturaleza étnica» (n. 111).

«Es preciso que los países ricos tomen clara conciencia de su deber de apoyar los esfuerzos de los países que luchan por salir de la pobreza y miseria (…). Interesa a las naciones ricas elegir la vía de la solidaridad, porque sólo así se puede asegurar a la humanidad una paz y una armonía verdaderas». Algunos campos que necesitan intervenciones inmediatas son la alimentación, sanidad, educación, el «peso gravoso y a veces insoportable» de la deuda internacional, el tráfico de armas, los prófugos y refugiados (n. 114).

Medios de comunicación. «La formación para el uso de los medios de comunicación social es una necesidad, no sólo para quien anuncia el Evangelio, que debe entre otras cosas poseer el estilo de la comunicación, sino también para el lector, el receptor y el telespectador que, formados para comprender este tipo de comunicación, deben saber asumir sus aportaciones con discernimiento y espíritu crítico» (n. 71).

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