Un obispo de Ruanda juzgado por complicidad en el genocidio

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Monseñor Augustin Misago, de cincuenta y seis años y obispo de Gikongoro (Ruanda), puede ser condenado a muerte en el juicio al que ha sido sometido en Kigali acusado de complicidad en las masacres de tutsis en 1994. Los cargos que se le imputan, desde que fuera arrestado el pasado 14 de abril, son «genocidio y crímenes contra la humanidad, no asistencia a personas en peligro, incitación al asesinato y complicidad en el genocidio». El año pasado dos sacerdotes fueron condenados a la pena capital en Ruanda por este motivo.

El gobierno ruandés, formado por tutsis, refuerza con esta causa judicial su enconada postura contra la Iglesia católica. Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede, condenó en su día la detención de Misago de modo contundente: «es un acto de extrema gravedad que hiere no sólo a la Iglesia de Ruanda, sino a toda la Iglesia católica». Los obispos de Ruanda intercedieron en favor de Mons. Misago. El episcopado de Tanzania denunció que las autoridades intentan «descargar toda la vergüenza sobre la Iglesia católica, local y universal». En términos similares se manifestó el Episcopado de Burundi, bajo la firma de monseñor Ntamwana, que perdió a quince familiares en las masacres de tutsis y hutus. Al mismo tiempo, el gobierno pretende, desde hace dos años, convertir un cierto número de templos en mausoleos del genocidio donde se conservasen los restos mortales de las víctimas, a lo que la Iglesia se ha negado.

En una línea cercana a la del gobierno ruandés, se encuentran órganos de información que desean la retirada de los misioneros y aspiran a la creación de una Iglesia nacional. Esta postura de ribetes ultranacionalistas intenta reducir la influencia de la Iglesia en uno de los países con mayor porcentaje de población católica. En este clima de hostilidad, se han producido ocho asesinatos de religiosos desde 1998. La diócesis de monseñor Misago, Gikongoro, ha experimentado un descenso en el número de fieles (del 46% al 28% de la población), debido a las masacres de la guerra, la emigración, la pobreza y la campaña hostil hacia la Iglesia.

Las acusaciones a las que se enfrenta monseñor Augustin Misago han tenido siempre réplica documentada por parte del mismo obispo, que rebate punto por punto todos los cargos que le imputan. En su memorial de defensa (cfr. agencia Fides, 23-IV-99), explica que en abril de 1994, en medio de una violencia incontenible y el caos de la guerra, el obispo, con la ayuda de Cáritas, intentó dar refugio a la población civil amenazada. Rebate especialmente la acusación de complicidad en el asesinato de treinta chicas tutsis en la escuela de Kibeho, donde el alumnado era de ambas etnias y las amenazas e infiltraciones de milicias se sucedían día tras día. Mons. Misago detalla las precauciones que se tomaron para salvar sus vidas, hasta que un cambio de las fuerzas de seguridad, dependientes de las autoridades, permitió la matanza de las estudiantes tutsis.

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