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Un comentario judío al documento vaticano sobre el Holocausto

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Hace un año la Santa Sede publicó la declaración Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah (ver servicio 46/98). Según David Novak, judío, profesor de Estudios sobre el Judaísmo en la Universidad de Toronto, el documento merecía una acogida, por parte judía, más favorable que la que tuvo. Así se expresa en un artículo aparecido en First Things (Nueva York, enero 1999).

Con pocas excepciones, las reacciones [al documento vaticano sobre el Holocausto] por parte de los líderes judíos han sido negativas en los medios de comunicación. (…) ¿Cuál es el motivo de esas críticas? Después de todo, la declaración condena el Holocausto y el antisemitismo, e incluso habla de «comportamiento escandaloso» por parte de ciertos miembros de la Iglesia. ¿No deberían alegrarse los judíos al oír estas palabras del Vaticano? (…) Según mi punto de vista, la respuesta judía está muy equivocada y refleja una mala comprensión no sólo de la teología católica, sino además de la teología judía. Las reacciones de esos líderes judíos faltan no sólo a la caridad, sino también a la justicia.

La parte del documento vaticano que ha provocado la respuesta judía más negativa es una cita sacada de un discurso que hizo Juan Pablo II en Roma el 31 de octubre de 1997. «Durante demasiado tiempo, han circulado en el mundo cristiano -no hablo de la Iglesia en cuanto tal- algunas interpretaciones erróneas e injustas del Nuevo Testamento con respecto a los judíos y a su presunta culpabilidad, engendrando sentimientos de hostilidad hacia este pueblo». Resulta paradójico que sea el Papa el centro de las críticas, teniendo en cuenta que no ha habido otro pontífice contemporáneo -quizá en toda la historia- que haya impulsado tanto las relaciones con el pueblo judío y el judaísmo. Como filósofo y teólogo, Karol Wojtyla ha estado toda su vida muy interesado en las relaciones entre el judaísmo y las enseñanzas de la Iglesia católica. Además, desde su infancia en Polonia, siempre ha mantenido estrechas relaciones personales con judíos. De hecho, el Papa habla yiddish. (…) Y, contra la oposición de muchos, durante su papado se han establecido relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el Estado de Israel. Así pues, parece que los judíos no deben sino gratitud a este Papa. ¿Por qué, entonces, han levantado tal consternación esas palabras de Juan Pablo II?

Al parecer, las críticas se deben a que el Papa no ha pedido perdón en nombre de «la Iglesia en cuanto tal». (…) Hemos de comprender qué quiere decir el Papa con «Iglesia en cuanto tal». Si lo hacemos, podemos adoptar una perspectiva distinta en relación con este documento; una perspectiva propiamente judía, informada por la tradición judía. Las declaraciones judías que no están informadas por esta tradición no son «judías» más que accidentalmente, pues sólo expresan la opinión de un grupo de personas que resultan ser judías.

(…) Cuando el Papa habla de «la Iglesia en cuanto tal», no se refiere a un conjunto de seres humanos falibles: habla de lo que la Iglesia entiende por su magisterio, su autoridad doctrinal, que para los católicos es expresión de la voluntad de Dios (…) «Magisterio» quiere decir predicación que llama a una persona a creer en algo o practicar algo que resulta esencial para su existencia misma dentro de la comunidad sobre la que esta predicación tiene autoridad. Entendida «en cuanto tal», la Iglesia no puede pedir disculpas basándose en sus propios supuestos teológicos. Para que la Iglesia, así entendida, pudiera pedir perdón, debería existir un criterio de verdad y justicia por encima de la Revelación en que la Iglesia basa su autoridad (…) En esto el judaísmo no es distinto. Pese a las grandes diferencias doctrinales entre judaísmo y catolicismo, la lógica con que se proclama la tradición judía y el magisterio de la Iglesia es prácticamente la misma. (…)

Esto no quiere decir que las tradiciones religiosas, como la judaica o la católica, sean incapaces de crítica interna o que no puedan cambiar. Las tradiciones religiosas se hallan en un constante desarrollo y renovación de su autocomprensión. Pero los criterios de este proceso, las bases del cambio, son internos. Si descubrimos que hemos enseñado algo que no era la voluntad de Dios, o incluso contrario a ella, entonces debemos volver a los principios fundamentales de nuestra tradición y revelación, y reinterpretar nuestra enseñanza, de modo que no llevemos a nuestro pueblo por mal camino. Así, el principio rabínico «los doctores tendrán cuidado con sus palabras» quiere decir que incluso una predicación correcta, si no se formula de modo adecuado, puede llevar a la gente a conclusiones en realidad alejadas de la tradición. Puede llevar a «interpretaciones erróneas e injustas»: esas son las palabras que el Papa usó al hablar, en tono de autocrítica, sobre la predicación católica.

(…) Si la Iglesia (…) no puede ni debe pedir «disculpas», entonces ¿qué debería hacer? La declaración dice «un acto de arrepentimiento». Y entonces, mirabile dictu, encontramos entre paréntesis la palabra que se usa en hebreo para decir «arrepentimiento»: teshuvah. Aquí la Iglesia ha escogido de modo consciente y deliberado un término central sacado de la tradición teológica judía. ¿Por qué un acto de teshuvah? Porque, prosigue el documento, «como miembros de la Iglesia, compartimos verdaderamente tanto los pecados como los méritos de sus hijos». Esto significa una cierta responsabilidad colectiva. Desde luego, en sentido moral literal, yo no soy responsable de los pecados de otro, y tampoco un católico que hoy se horroriza del nazismo es responsable de lo que hiciera Hitler por el simple hecho de que Hitler fuera bautizado católico. (…) Sin embargo, tanto el judaísmo como el catolicismo son religiones de «Alianza»; en ambas la relación con Dios es, de entrada, un asunto de la comunidad, no sólo una relación entre el individuo y Dios (…).

En relación con el Holocausto, la Iglesia siente pena y vergüenza por aquellos de sus fieles que no reaccionaron como debían frente al nazismo, o que no hicieron más que compadecer a las víctimas de la persecución nazi. (…) Quizá la Iglesia no supo enseñar bien los principios cristianos a muchos de sus hijos e hijas. Este fallo ha llevado a la Iglesia a reiterar su condena del racismo y del antisemitismo.

La Iglesia aprende de sus errores, y parece estar llevando a cabo un proceso de introspección más largo y doloroso que una mera disculpa. (…) Esperar una disculpa en vez de una teshuvah es como pedir algo muy barato, pudiendo esperar otra cosa mucho mejor. Una disculpa es un hecho puntual; la teshuvah es un proceso. (…) Ser miembro de una comunidad de la Alianza supone reconocer los pecados de todos los demás miembros. Es una responsabilidad tremenda, que supera las exigencias de la moralidad ordinaria. De hecho, uno sólo puede cargar con ella si cree que la comunidad ha sido elegida por Dios y es objeto de una atención especial, sobrenatural, por parte de Dios. Todo esto muestra, espero, que sólo los judíos con sensibilidad teológica pueden apreciar lo que la Iglesia pretende con este documento.

(…) Finalmente, la declaración afirma que «el régimen nazi había decidido exterminar al pueblo judío, un pueblo llamado a dar testimonio del Dios único y de la Ley de su Alianza». Ningún documento judío podría haber definido con más precisión por qué existe el pueblo judío en el mundo. (…) La declaración vaticana es un documento que los judíos podemos y debemos acoger, porque sus argumentos y sus conclusiones teológicas tienen resonancia en nuestra propia teología y en nuestra propia Ley.

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