Temores exagerados al antisemitismo

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Las organizaciones judías norteamericanas exageran la amenaza del antisemitismo, dice J.J. Goldberg, corresponsal en Nueva York de The Jerusalem Report, en The Globe & Mail (Toronto, 24-V-93).

Mientras que un número creciente de judíos cree que el antisemitismo en los Estados Unidos está alcanzando proporciones críticas, prácticamente todos los baremos disponibles señalan una disminución del mismo.

La discriminación en la vivienda, en el trabajo y en las escuelas, que en otros tiempos fue endémica, casi ha desaparecido. El antisemitismo favorecido por el Estado, durante largo tiempo un hecho definitorio de la vida europea, es virtualmente desconocido en los Estados Unidos. La hostilidad hacia los judíos, medida en sondeos de opinión pública, ha ido declinando progresivamente durante dos generaciones. Sucesos que parecía provocarían un extenso antisemitismo -desde el boicot petrolero árabe, a la detención del espía israelí Jonathan Pollard y del estafador de Wall Street Ivan Boesky-, pasaron sin que ocurriera nada.

Solamente un indicador ha crecido últimamente: los incidentes antisemitas. Este concepto incluye no sólo pintadas sino también los crecientes incendios y asaltos. Sin embargo, esto no es una prueba concluyente para la mayoría de los expertos. El total de 1.879 incidentes en el año 1989 señalados por la Liga Anti Difamación -el número mayor de toda la historia de la institución- implica sólo cinco incidentes al día, la mayoría insultos y esvásticas pintadas, en una nación de 250 millones de personas. (…)

Sean cuales sean los hechos, la preocupación de los judíos se está desbordando. El porcentaje de judíos que afirman en las encuestas que el antisemitismo es un «problema serio en la América actual» se ha disparado, de un 45% en 1983 a casi el 85% en 1990. «Parece que la ansiedad judía es excesiva en comparación con lo que ocurre en realidad», dice David Singer, director de investigación del Comité Judío Americano.

¿A qué se debe esta inquietud? Algunos observadores sugieren una especie de síndrome post-holocausto, que hace que el horror nazi amenace tanto más en la memoria cuanto más desaparece en la historia. Otros dicen que los medios de comunicación son más sensibles a las manifestaciones de antisemitismo cuando aparecen. También es posible que las organizaciones judías contribuyan, conscientemente o no, a la exageración.

El Comité Judío Americano fue noticia el pasado octubre cuando hizo pública una encuesta que mostraba que el 47% de los neoyorquinos -incluido el 63% de los neoyorquinos de color- creen que los judíos tienen «demasiada influencia». La Liga Anti Difamación recibió incluso una atención mayor un mes después, con una encuesta nacional que afirmaba que el 20% de los norteamericanos (y el 37% de los negros) eran antisemitas.

Pero pocos lectores conocieron los resultados completos de la encuesta, que mostraba un declive a largo plazo de las posturas antisemitas. La cifra del 20%, por ejemplo, representaba en realidad una caída de un tercio con relación a 1964, cuando el 29% se declararon antisemitas.

Todavía el 20% -50 millones- parece muchísimo. Colocado en su contexto, sin embargo, se ve que no es para tanto. Un estudio de 1991 sobre los prejuicios, llevado a cabo por el Centro de Investigación de la Opinión Nacional de la Universidad de Chicago, descubrió que los judíos como grupo figuran en la zona media de la estima norteamericana, por debajo de protestantes, suecos y japoneses, pero bastante por encima de mormones, negros, filipinos y polacos. (…)

Además, no todo el que dice que los judíos son «demasiado poderosos» es necesariamente antisemita. Los judíos americanos son poderosos. A lo largo del pasado cuarto de siglo, instituciones como la Liga Anti Difamación, el Comité Judío Americano y el Congreso Judío Americano, junto con el Comité Judío Americano de Asuntos Públicos y el lobby pro-Israel, han llegado a constituir una verdadera fuerza en Washington. Ganen o pierdan, sus oponentes a menudo concluyen que tuvieron que enfrentarse con «algunas fuerzas políticas poderosas», como dijo una vez George Bush.

Pero, ¿»demasiado poderosos»? Eso puede ser un juicio de valor. Los judíos componen el 2,5% de la población y el 10% del Senado. Sin embargo, paradójicamente, aún hay muchos judíos que se ven a sí mismos como miembros de un grupo marginal desprotegido. En consecuencia, las normales disputas se consideran ataques.

Y si considerar que un grupo es «demasiado poderoso» es una manifestación de prejuicios, entonces los judíos no están tampoco libres de ellos. Tomemos la encuesta del Comité Judío Americano, que muestra que el 63% de los neoyorquinos negros piensan que los judíos tienen «demasiada influencia». También encontramos que el 23% de los judíos -más que cualquier otro grupo- piensa que los negros tienen demasiada influencia. Ese detalle nunca apareció en los periódicos.

Durante años, la organizada comunidad judía ha adoptado la actitud de que toda vigilancia es poca. La idea es que si se desenmascara a los antisemitas, se desvanecerán; pero si se les deja estar, se multiplicarán en la oscuridad.

Pero ahora hay un peligro: que demasiada vigilancia lleve al aislamiento. Antes de la II Guerra Mundial, el antisemitismo se definía de un modo más estricto: querer hacer daño a los judíos. En la posguerra, se amplió para incluir el prejuicio que pudiera llevar a desear daño a los judíos. Más recientemente, ha venido a significar cualquier estereotipo -o desacuerdo- sobre la comunidad judía. El propio término se ha convertido en un arma. Si se utiliza en exceso, puede alimentar el resentimiento que se quiere desenmascarar.

Incluso la definición del término ha llegado a ser borrosa. El reciente sondeo de la Liga Anti Difamación sobre actitudes antisemitas descubrió por vez primera que algunos encuestados consideraban los estereotipos en cuestión -en especial la idea de que los judíos «están más unidos que la mayoría de los americanos»- como rasgos positivos. En particular, los negros dijeron a los encuestadores que admiraban a los judíos por ayudarse entre sí.

En privado, algunos dirigentes de los grupos judíos reconocen que el tono alarmista de unas pocas organizaciones judías nacionales, utilizado principalmente con el propósito de recaudar más fondos, es un motivo decisivo de la inquietud judía. El índice acusador señala la mayoría de las veces a la Liga Anti Difamación y al Centro Simon Wiesenthal de Los Ángeles, ambos especializados en publicidad masiva que avisa del inminente apocalipsis y pide donativos. «La gente no da dinero si se le dice que todo va bien», afirma con cinismo un empleado de una de las organizaciones judías más pequeñas.

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