León XIV en Perú: ecos del pasado que dan luz sobre lo por venir

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Fumata blanca anunciando la elección de León XIV, el 8-05-2025. Foto: Stefano Spaziani / Europa Press

Poco a poco se van conociendo más detalles de la vida de León XIV antes de ser elegido Papa. Gracias a ellos, podemos ir construyendo el perfil de una persona que, a pesar de los importantes puestos para los que el Papa Francisco le había nombrado en sus últimos años de vida, no había recibido demasiada atención de los medios, ni siquiera tras el fallecimiento del Pontífice argentino.

En buena medida, esto se explica por un rasgo de su carácter en el que coinciden todos los testimonios que han ido apareciendo desde su elección papal: su discreción.

Muchos de estos testimonios vienen de Perú, el país donde León XIV desarrolló una gran parte de su labor sacerdotal y misionera. Para conocer a alguien en profundidad es necesario verle desempeñándose en aquellas tareas que ha escogido como “las suyas propias”, las que dan sentido a su vida. Lo que en terminología religiosa se denomina vocación, un concepto con aún mayor hondura antropológica que el de identidad. Pues bien, León XIV decidió ser sacerdote, y decidió ser misionero. Y Perú (Chulucanas, Trujillo, Chiclayo, regiones septentrionales del país) fue el lugar donde “se hizo” lo uno y lo otro, donde desplegó su vocación. Por eso, los testimonios de quienes tuvieron ocasión de tratarle allí son especialmente interesantes. Hemos podido hablar con dos de ellos. Sus recuerdos coinciden –lógicamente– en muchos puntos, aunque cada uno aporta algún matiz diferente que enriquece la semblanza del Papa.

Sencillez, cercanía

Una de estas personas es Mons. Ricardo García, obispo-prelado de Yauyos –un territorio andino no lejos de Lima– desde 2004. Aunque esta diócesis está alejada de la de Chiclayo, adonde el Papa Prevost fue destinado como obispo en 2014, ambos pudieron conocerse y tratarse por su trabajo común en la Conferencia Episcopal.

Mons. Ricardo García conversando con el entonces cardenal Prevost en la Universidad Católica de Lima (noviembre de 2023)

En declaraciones a Aceprensa, Mons. García destaca algunos rasgos de la personalidad del Papa. “Era muy cercano, de trato muy amable”, nos dice. “Siempre se mostró solícito con todos, y pronto se ganó el respeto y la confianza tanto de la gente sencilla como de los más pudientes, algo nada fácil”. En parte, explica, esto se debía a su capacidad para escuchar: “Escuchaba mucho, hablaba lo justo, cuando había que hablar. Era una persona que transmitía serenidad”.

Mons. García y Manuel Tamayo coinciden en señalar lo fácil que era tratar y trabajar con él, y, a la vez, su gran inteligencia práctica

Su sencillez y humildad se reflejaban también, comenta Mons. García, en su forma de trabajar: “Cuando llegó a Chiclayo no hizo grandes cambios, sino que se interesó por lo que se venía haciendo antes. Esto le granjeó muy pronto la amistad de sus sacerdotes. Cuando se ha ido de la diócesis, se ha ido queridísimo por todos ellos, cosa que no siempre sucede”. Ese mismo espíritu de colaboración lo demostró al abandonar su puesto. “Yo le sucedí como presidente de la Comisión para la Educación de la Conferencia Episcopal, y recuerdo que la transición me la hizo muy fácil: fue enormemente colaborador y generoso”.

El León XIV más personal: el tenis, los coches, la lasaña

León XIV es un hombre de gustos sencillos, y los muestra con naturalidad. Así lo recuerda Manuel Tamayo, sacerdote peruano que coincidió en Chiclayo con el entonces obispo Prevost entre 2015 y 2020: “Disfruta jugando al tenis, aunque no puede hacerlo con mucha frecuencia, y también le gustan los coches. Esto tuve ocasión de comprobarlo. Yo había escrito un libro sobre la promoción de mi colegio, que cumplía 50 años, y allí contaba que había aprendido a conducir con un Chevrolet. Un día vino al colegio donde yo entonces era capellán, para confirmar a un grupo de estudiantes. Estábamos dando un paseo tranquilamente –solía hacerlo, y a veces también se quedaba a desayunar o a almorzar con nosotros– y salió el asunto del Chevrolet. Empezamos a hablar de coches, y me di cuenta de que sabía mucho de unas cuantas marcas, sobre todo las americanas”. Y no solo le gusta hablar de ellos, sino también conducirlos. “Como yo, el ahora Papa solía conducir mucho; el recorrido de Chiclayo a Lima, de 750 kilómetros, lo hacía frecuentemente, y con mucho gusto”.

Otro gusto “humilde”: la lasaña. Tamayo recuerda cómo el director del colegio donde era capellán llegó a trabar amistad con Prevost por sus visitas al centro con ocasión de las primeras comuniones, confirmaciones, etc. Descubrió que le gustaba este plato italiano, y desde entonces, en varias ocasiones se lo llevaba a su residencia, cosa que él agradecía.

Si es sencillo y natural en sus gustos, lo es también en sus emociones. Durante el saludo tras su elección papal, era fácil ver en su cara el esfuerzo por no llorar, mezclado con una profunda alegría. Manuel Tamayo sí vio sus lágrimas: “Es una persona sensible. Recuerdo una vez en que lloró delante de sus sacerdotes, hablando con ellos”.

Una inteligencia clara, al servicio de la unidad

Junto a todos estos rasgos, que dibujan un carácter bondadoso y humilde, sobresale también una inteligencia afilada, clarividente, y dedicada a encontrar puntos de acuerdo con los demás. “Desde la primera reunión en que coincidí con él –relata Mons. García– me llamó la atención su facilidad para resumir las diferentes opiniones y perspectivas de los problemas, y para mostrar los puntos en común”.

A estos dones naturales hay que sumarle la cultura que ha ido adquiriendo: matemáticas, filosofía, teología, especialidad en derecho canónico, cinco idiomas… Tanto Mons. García como Manuel Tamayo coinciden en que se trata de una persona con una gran formación humanística, teológica y doctrinal; y que esto se nota al hablar con él, y en sus discursos y homilías.

También coinciden en su carácter conciliador, en su habilidad para tender puentes. Resulta fácil trabajar con él. No obstante, comenta Mons. García, “cuando ha hecho falta hablar claro, lo ha hecho. Por ejemplo, ha salido al paso de algunas cuestiones relacionadas con la política de nuestro país, porque no debía quedarse callado. Pero sin caer en ideologías: no es ni de derechas ni de izquierdas, ni republicano ni demócrata.”

Sí es trabajador, diligente, “empeñoso”, como señala Mons. García. A este respecto, cuenta cómo agilizó la reforma de los estatutos de la Conferencia episcopal, una labor que llevaba años estancada y a la que él dio cumplimiento en poco tiempo.

Cristo en el centro… y un mayor rigor jurídico

¿Qué nos dice el pasado de León XIV, y en concreto su etapa en Perú, sobre lo que pueda ser su pontificado? “A mí me parece –comenta Manuel Tamayo– que va a ser el Papa de la unidad”.

De León XIV se puede esperar un gran impulso evangelizador y, al mismo tiempo, una atención a la unidad dentro de la Iglesia: personal, doctrinal y jurídica

Algo en lo que coincide Mons. García. Indudablemente, explica, habrá líneas de continuidad con Francisco, como el énfasis en los “descartados” o en la sinodalidad. Además, explica Mons. García, “yo también veo en León XIV un deseo de poner a Jesús en el centro de la predicación, de que se expandan las catequesis, de decir que Cristo es la luz que puede iluminar las oscuridades de este mundo. Sin desatender los problemas sociales, como el drama de la inmigración, pero poniendo a Cristo en el centro”. “Junto a esto, también creo que, por su formación jurídica, puede darle más importancia al derecho canónico, que últimamente ha vivido algunos episodios un tanto accidentados”.

Por su parte, Manuel Tamayo destaca la analogía entre la figura de León XIV y la de santo Toribio de Mogrovejo, sacerdote, misionero y obispo de Lima entre finales del siglo XVI y principios del XVII, de origen español. Santo Toribio se distinguió tanto por su cercanía y solicitud con la población indígena, lo que entonces podría entenderse como las “periferias”, (defendió con fortaleza sus derechos; mandó fundar una facultad de lenguas nativas y traducir e imprimir los Evangelios a esas mismas lenguas; recorrió kilómetros y kilómetros para atenderlos), como por su solidez doctrinal (según señala Manuel Tamayo, “fue quien llevó el Concilio de Trento a América»).

Como él, León XIV, también con orígenes españoles por la rama materna, ha viajado por gran parte del país –aunque esta vez en coche–, tiene una mentalidad jurídica, y se ha caracterizado por su capacidad para tender puentes. De los testimonios de Mons. García y de Manuel Tamayo puede concluirse que, efectivamente, el nuevo Papa está llamado a ser una figura de unidad: de unidad entre América y Europa, y de unidad dentro de la Iglesia: entre distintas ‘sensibilidades’ y entre el aspecto doctrinal y el misionero que deben caracterizar a la Iglesia. Quizás esta sea su nueva “vocación” como Sumo Pontífice.

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