La Comunión no es compatible con la religión a la carta

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Richard John Neuhaus, pastor luterano durante treinta años, convertido al catolicismo y ordenado sacerdote, director de la revista «First Things», ha hecho unas declaraciones a la agencia «Zenit» (10 febrero 2005).

Sobre el papel de la Eucaristía en la nueva evangelización, responde:

«Si bien la Eucaristía, como afirma San Pablo, «anuncia la muerte del Señor hasta que venga» (1 Co 11,26), este anuncio contiene la articulación explícita del Evangelio de la salvación. En mi experiencia, y en la de muchos otros, la predicación católica es muy débil, y también es una pena. Los católicos normalmente no oyen grandes predicaciones y por lo tanto ni se las esperan. Esta baja expectativa del pueblo lleva a los sacerdotes a un descuidado esfuerzo homilético. (…)

Con demasiada frecuencia, las homilías católicas hacen referencia a imprecisos «valores evangélicos» como equivalentes a poco más que una exhortación a ser buenas personas. En la Misa, la liturgia de la Palabra y la liturgia de la Eucaristía son complementarias y están dirigidas a reforzarse recíprocamente. Uno puede, por supuesto, ser un buen sacerdote y santo, pero ser un predicador completamente ineficaz.

Pero se puede y se debería hacer mucho más para mejorar la predicación católica, recordando que cada Eucaristía es una llamada a comprometerse y volver a comprometerse, a convertirse y a reconvertirse. En este sentido, toda celebración de la Eucaristía es evangelizadora.

El objeto de la liturgia

Sobre las difundidas distorsiones de la liturgia, Neuhaus recuerda que el gran movimiento litúrgico de principios del siglo XX fue abrazado por el Concilio Vaticano II. Sin embargo, «muchas de las reformas litúrgicas que siguieron al Concilio se apartaron radicalmente de la visión de los primeros movimientos».

«La liturgia fue sometida a criterios psicológicos y sociológicos ajenos al significado propio del culto. El culto a Dios no tiene otro propósito que adorar a Dios. Y si bien dar culto tiene muchos beneficios, nosotros no damos culto a fin de obtener tales beneficios. La simple y pura verdad es que damos culto a Dios porque a Dios hay que adorar».

«Los primeros movimientos entendieron que hay que dar culto «en esplendor sagrado», como afirma el Salmo 96. Esto implica una dimensión estética de la liturgia, que comprende la dignidad del lenguaje, gestos, rituales, y la excelencia en la música y el arte. En muchos aspectos, el culto católico se ha desestabilizado y empobrecido desde el Concilio. Afortunadamente hoy cada vez más estudiosos de la liturgia y pastores se están empeñando en lo que se define como «la reforma de la reforma». No es para volver atrás, sino para llevar adelante la gran visión del movimiento litúrgico que fue, esperemos, sólo momentáneamente desviado».

En comunión con la Iglesia

En EE.UU. hay una polémica sobre si se debe negar la comunión a los políticos católicos que admiten el aborto. Neuhaus hace notar que «tener una disposición correcta para recibir la Eucaristía significa estar en comunión con la Iglesia, lo que implica una adhesión fiel a la enseñanza de su Magisterio. Especialmente en América, donde existe una multitud de denominaciones cristianas, muchos católicos han adoptado la actitud protestante según la cual la parroquia local significa sencillamente su religión a la carta.

«La parroquia es como la franquicia local de la Iglesia católica, así como podría serlo el Mc Donald’s de la zona. Y se da por descontado que todo el mundo tiene ‘derecho’ a recibir la Comunión, así como todos tienen derecho a comprar un Big Mac.

Obviamente ésta es una grave degradación de la ‘communio’ y de la Comunión. En la Eucaristía nosotros recibimos a Cristo y Cristo nos recibe a nosotros, incorporándonos a su cuerpo que es la Iglesia, constituida plenamente y legítimamente en el tiempo por el Pueblo de Dios en comunión con los obispos, quienes están en comunión con el obispo de Roma».

«Tener una disposición adecuada implica confesar lo que en nuestras vidas contradice o compromete esta ‘communio’ con Cristo y su Iglesia, y recibir la absolución. Lamentablemente, el sacramento de la reconciliación, en muchos lugares, casi ha caído en desuso, y ciertamente no sólo en los Estados Unidos».

«El deseo es, por lo tanto, que la polémica sobre los políticos católicos pro-aborto suscitada durante las elecciones lleve a una renovación mucho más extensa de la comprensión y la práctica católica respecto a la auténtica ‘communio’».

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